Dado que Jack se debía acondicionar para la operación lo mejor posible, decidió alejarse un tanto del trabajo para quedarse en el hospital por días, en donde la enfermera Kim le administraba los medicamentos necesarios para la recolección de células madre, y así el día que se había establecido sería su cirugía, todo saliera sobre ruedas. En ocasiones, me quedaba afuera observando desde el pasillo su cara de dolor y cansancio, no le había dirigido la palabra por mucho que lo intentara, así mismo él no había hecho gran esfuerzo por obligarme a mantener una conversación. El castaño en total calma había optado por mantenerse al margen, a pesar de que en ocasiones, cuando nuestras miradas se cruzaban, podía sentir su silencioso dolor invadir todo mi cuerpo, estar de esa manera era una horripilante tortura. Sin embargo, aún cuando sabía que estaba mal quedarme enfurruñada en un rincón, el ver como se mataba lentamente lo detestaba y aún más el no poder hacer nada para detenerlo, me hacía
Su cabello estaba completamente canoso, este le llegaba casi a los hombros, por ende, lo tenía amarrado en una horrenda coleta y algunos mechones rebeldes que se le pegaban a la cara, lo hacían parecer aún más demente de lo que ya estaba. Sus ojos grises me analizaron de pies a cabeza, podía notarlo sin necesidad de acercarme, ya que estaba totalmente borracho y drogado, quizás ni siquiera sabía dónde se encontraba parado. Llevaba una camisa blanca realmente sucia – que me permitía notar que a pesar de la avanzada edad que ya tenía, estaba con su cuerpo muy bien torneado – y a juego, un jean demasiado desgastado. Sentí los deseos de gritar por ayuda, de salir corriendo pero ningún músculo de mi cuerpo obedecía mis órdenes, el sudor helado se aglomeraba en mi frente y mi piel se erizaba con cada gesto burlón que me dedicaba. Arthur Jerome Wilson, mi padre, a quien no veía desde que era una niña, estaba de pie frente a mí con una navaja entre sus manos, con la cual jugueteaba sólo
Sentí un intenso ardor en el lugar donde Arthur me había hecho la herida y el olor a sangre invadió mis sentidos, poniéndome la vista borrosa a causa del desgarrador dolor que no se detendría, a menos de que me curase de inmediato. Apreté mis labios en una fina línea conteniendo mis sollozos, con la esperanza de que alguien, quien fuera, llegase solo para salvarme la vida, lo cual hasta el momento no sucedía. Paseó la navaja por mi garganta, acariciándome con la filosa punta de ésta, buscando el lugar perfecto para lastimarme de nuevo. Se relamió los labios divertido con verme tan callada y sin poderse contener más, acercó su lengua lujuriosa, para de inmediato lamer descaradamente la piel desnuda de mi cuello. Poco a poco, me rodeó la cintura con sus brazos, aproximándome a su desagradable cuerpo. Sentí mi piel ponerse de gallina y las lágrimas caer más a prisa con mi pecho subiendo y bajando acelerado, gracias a que no podía respirar con normalidad, llené mis pulmones con el oxí
Recuerdo que en mis siniestros sueños, vagaba sin rumbo por un sendero de piedras, que lastimaban las plantas de mis pies con cada paso que daba, sin embargo, no me importaba porque seguía andando, hasta que al final del camino me encontré con toda manchada de sangre.Aterrorizada, me observé las manos, encontrándome con aquel cuchillo entre mis manos, las cuales estaban empapadas de ese líquido carmesí. Estaba preparada para gritar espantada, no obstante, mis ojos se abrieron de sopetón trayéndome de regreso a mi realidad. Lo primero con lo que me encontré fue una pared blanca, el aroma a medicamentos invadió mis fosas nasales y mecánicamente respiré, tranquilizando mi desbocado corazón, percatándome sin mucho esfuerzo que me encontraba en un hospital. Escuchaba las voces distorsionadas de dos personas a unos pasos de mí, dejé que mis ojos se pasearan por la iluminada estancia, encontrándome con Nia y Ryan en el sofá, charlando entre susurros.Me incorporé con dificultad, soltando
Me mantuve en la acogedora estancia con mi madre, charlando y de vez en cuando lloriqueando como una niña pequeña entre sus brazos, no obstante, de alguna forma con sus palabras cariñosas y llenas de un ánimo inigualable, terminaban sacándome una que otra sonrisa en ese horrible momento cargado de sufrimiento. Victoria y Cody, junto con Lucila, habían aparecido minutos después en la habitación de mi madre, sólo para asegurarse de mi estado, ya que según entendía en su atropellada explicación, Nia y Ryan les habían indicado que yo había despertado. Al verme un poco malherida e internamente destrozada pero en una sola pieza por así decirse, su inquietante preocupación se llenó de alivio, y el pelinegro entre lágrimas, había saltado a abrazarme con tal fuerza, que el poco aliento que me quedaba se había ido por completo de mi cuerpo, sin embargo, no solté ni un solo quejido; ya que en gran medida me sentía a gusto, y profundamente agradecida de saber que tenía personas que se preocupab
Unos cuantos días después de mi fatídico accidente; la operación de Lucila y Jack se llevó a cabo sin contratiempos en manos de un colega, la cual había sido todo un éxito según él, y la siempre simpática enfermera Kim lo corroboró, ya que me comentó detalladamente todo lo ocurrido en la sala sin falta alguna. Jack había sido trasladado a su habitación en un estado de inconsciencia absoluta, de la cual se suponía debía despertar luego de unas horas, pero no ocurrió. Todo lo contrario a Lucila, quien abrió sus ojos perfectamente y al ver a sus padres a su lado, les brindó una tierna sonrisa, ya con el espléndido trasplante en su cuerpo, sólo le faltaban unos cuantos meses más de terapia y estaría totalmente curada de la leucemia, podía sin problemas tener su niñez de regreso, solo si era paciente y muy juiciosa. Por mi parte, me mantuve en esa horrible habitación, recibiendo tratamiento psiquiátrico, mientras se sanaban mis heridas físicas, por lo que me parecieron unas eternas sema
Me encontraba sentada en aquella incómoda silla desde hacía más de cuatro horas seguidas, en las cuales, las personas a mi alrededor no dejaban de parlotear a todo pulmón.Me removí en mi asiento intentando con todas mis fuerzas no caer dormida en aquel juicio, escuchaba la voz del abogado público de Arthur Jerome, al otro lado de la estancia, los jueces y el jurado escuchaban atentamente sus argumentos, mientras mi padre se mantenía en su lugar cabizbajo, sin absolutamente nada por decir.Ni una mirada me dedicaba, lo cual agradecía sobremanera, ya que me daba a entender que por fin comenzaba a sentir arrepentimiento por lo que había ocurrido. Ese horripilante hombre había logrado luego de meses en reposo y descanso absoluto, continuar con su vida como lo había hecho hasta ahora.El abogado Black a mi lado, un simpático hombre que cruzaba casi por los cuarenta y tantos, se puso en pie de un salto para refutarle algo a su contraparte, obligando al juez a mandarlos a callar para que n
Al llegar al final de la escalinata, me planté en la acera con un montón de gente andando frente a mi apresurada, levanté la mirada lentamente para encontrarme por unos breves segundos con esos ojos acaramelados observándome burlones entre el tumulto. Sin dar crédito a ello, anduve en su dirección, boquiabierta de que estuviera allí en ese preciso instante.Se encontraba recostado sobre su Ferrari, campante como si no tuviese más cosas importantes que atender. Puse mis ojos en blanco, para acto seguido, meter las manos en los bolsillos de mi pantalón, protegiéndome de ese helado clima de noviembre.Tras su espalda, sacó un ramo de flores que me extendió con una brillante sonrisa, que desgraciadamente no pude devolverle, dado que me molestaba un montón que me hubiese mentido solo para darme esa sorpresa.Me había asegurado una y otra vez que no podría regresar de su viaje de negocios antes de lo planeado, que se tardaría probablemente unos días más, pero ahí se encontraba frente a mí,