—Estamos en peligro —dijo Seraphina, con un temblor en la voz mientras se esforzaba por mantenerse firme—. Los enemigos ya saben nuestra ubicación.Sus piernas temblaban por el miedo, pero no podía permitirse vacilar. Señaló detrás de ella, donde Melissa estaba arrodillada en el suelo, intentando desesperadamente curar las heridas de Beltaine, que yacía inconsciente. La preocupación era evidente en su rostro.—En este momento —continuó Seraphina, tratando de mantener la calma—, debido a que Beltaine, su mate humana, está inconsciente, es difícil para nosotras movernos de aquí y ponernos a salvo.Kyrios, el temido Lord de los licántropos, la observó en silencio. Sus ojos, rojos y penetrantes, irradiaban una mezcla de impaciencia y un poder abrumador que hacía que el aire pareciera vibrar a su alrededor. Seraphina sabía que debía continuar, debía convencerlo antes de que fuera demasiado tarde.—Mi Lord, si Beltaine no despierta pronto, no podremos escapar a tiempo —dijo con voz entrecor
Seraphina frunció el ceño mientras observaba la distancia.—¿Qué estará tramando Lord Kyrios? —murmuró, más para sí misma que para los demás—. Irse de esta manera, cuando ya tiene una mate verdadera...Inquieta, se mordió la uña del pulgar. La incertidumbre la devoraba, pero no podía permitirse flaquear. Tenía que concentrarse en el escudo protector que mantenía alrededor de Melissa, Beltaine y de ella misma. El escudo vibraba con un poder lycan intenso, reflejando la energía que Seraphina canalizaba en él. Gracias a la ayuda del Lord.—Sus poderes... —continuó, su voz apenas un susurro—. Han cambiado. Su potencia es diferente ahora.Los ataques del enemigo golpeaban el escudo, pero Seraphina notó algo inusual en su patrón.—El poder del batallón enemigo está concentrado en una estructura pequeña —dijo, pensativa—. Si logro comprimir esa energía, podría neutralizarlos. —Su rostro se iluminó con una chispa de entendimiento—. ¡Eso es! Solo necesito detener la mutación de su energía.Se
El líder y Seraphina se miraban fijamente desde edificios opuestos, con una tensión palpable electrizando el aire entre ellos. El viento soplaba suavemente, llevando consigo un presagio de conflicto inminente y algo más, algo indescriptible que vibraba en el fondo de sus conciencias.—¿Así que piensas que puedes enfrentarte a mí, después de todo lo que compartimos?—pensó el líder, una sonrisa oscura curvando sus labios. Sus ojos, brillantes con una mezcla de poder y melancolía, destellaban en la penumbra. Con un gesto casi casual, como si arrancara una página de un libro de memorias, extendió su mano y desató una ráfaga de energía hacia el edificio de enfrente.Los zarcillos de poder se enroscaron como serpientes en el aire, cada uno con un propósito específico. No se movían al azar; cada uno estaba destinado a encontrar un punto débil en el escudo protector de Seraphina, un escudo tejido con sus propios secretos y sufrimientos. La energía crepitaba y chisporroteaba, como si disfrutar
—Guau —dijo el enemigo, aplaudiendo lentamente tres veces, cada palmada resonando como un eco inquietante en la noche—. Parece que aún no has perdido tus habilidades, Seraphina.Sus palabras estaban cargadas de una mezcla de admiración y sarcasmo. La luna iluminaba su figura, proyectando sombras largas y siniestras que bailaban a su alrededor. Sus ojos, fríos y calculadores, brillaban con una intensidad perturbadora mientras volvía a levantar ambas manos, preparándose para continuar el ataque.—Miren mi majestuosidad —dijo con voz profunda, su tono lleno de arrogancia y desafío—. Tiemblen mientras puedan…La energía comenzó a arremolinarse a su alrededor, zarcillos oscuros de poder que parecían absorber la luz misma. Había una aura de misterio en sus movimientos, una sensación de que cada gesto estaba impregnado de secretos y promesas rotas.—¿Acaso no saben que puedo seguir atacando tanto como se me antoje?Seraphina, a pesar de su agotamiento, se mantenía erguida, su mirada fija en
—¡Ahí están!El líder del bando enemigo lanzó un golpe brutal, casi sin darles tiempo a recuperarse del último. Su poder impactó con fuerza en la burbuja de protección que Seraphina estaba sosteniendo, haciendo que las tres mujeres jadearan y gritaran del susto. Seraphina, aún en el suelo, se estremeció al sentir el ataque reverberar dentro del muro de protección. El impacto retumbó en los huesos de las tres mujeres mientras extrañas chispas volaban por los aires, llenando la atmósfera de una electricidad palpable.No sabían si estaban más sorprendidas o aterrorizadas. El ataque había logrado atravesar el escudo protector.Seraphina observó la escena con total pánico, su mente intentando procesar lo imposible.—¿¡Cómo es que eso pudo entrar!?El enemigo, desde su posición en el techo del edificio de enfrente, sonrió con sorna. Sus ojos brillaban con una mezcla de triunfo y diversión mientras sus dedos danzaban en el aire, moviéndose con una precisión casi artística. Silbaba suavemente
Kyrios comenzó a correr a cuatro patas, su cuerpo moviéndose con una velocidad y gracia que desafiaban la naturaleza. La lluvia caía con furia, arrancándole el pelaje de la cara a tiras, cada gota un recordatorio de la ira que ardía en su interior. Apretó los dientes con rabia, sus pensamientos nublados por la furia y la desesperación.El mundo a su alrededor parecía desvanecerse en un torbellino de agua y oscuridad. La lluvia, implacable y fría, se mezclaba con el sudor y la sangre, creando una sensación casi abrumadora. Pero Kyrios no se detenía. Su objetivo era claro, su voluntad inquebrantable.Con un rugido que resonó como un trueno, Kyrios levantó la cabeza hacia el cielo y aulló. Su voz, llena de una furia primordial, atravesó la tormenta, enviando olas de poder opresivo y agresivo a varios kilómetros a la redonda. El aullido no era solo un grito de ira; era una llamada a la Diosa Luna, una súplica y una demanda de justicia y venganza.La potencia de su aullido reverberó en el
—¡Bastardo! —El rugido de su lado licántropo resonó en su mente, una ola de furia que amenazaba con consumirla—. ¡Maldición, mierda! ¡El Lord se ha vuelto mucho más fuerte!—Ese fue un poder tan grande que pensé que iba a explotar… —El tono de su lado vampírico estaba cargado de shock y confusión—. ¿Cómo? ¿Cómo fue que pudo obtener ese tipo de poder?Lylo sintió una presión creciente en su pecho, una mezcla de desesperación y rabia. Las voces de sus dos mitades internas se superponían, creando un caos ensordecedor en su mente.—¡Debimos matarlo cuando pudimos! —El grito de su loba y vampiresa se elevó, unísono, tan fuerte que a Lylo le dieron ganas de vomitar—. ¡Tuvimos la oportunidad perfecta cuando lo teníamos incrustado con nuestra magia!El dolor de cabeza era insoportable, como si sus pensamientos estuvieran siendo desgarrados. Lylo abrió los ojos con furia, un gruñido de irritación escapando de sus labios:—¡Ya lo sé! ¡Cierren la puta boca!El silencio momentáneo que siguió fue
—¡Soldados! —La voz de Lylo resonó con una autoridad inquebrantable, un grito que cortó a través de la tormenta. Su cabello dorado, empapado por la lluvia, brillaba con un destello casi etéreo bajo la luz tenue. Sus ojos, fríos como el acero, se clavaron en la figura imponente de su antiguo amo, el Lord que una vez le había salvado la vida.El dolor de la traición estaba presente, un eco constante en su mente, pero Lylo lo mantuvo a raya, su determinación superando cualquier duda. Había tomado una decisión, y no había vuelta atrás. La conexión que alguna vez compartieron ahora era solo un recuerdo distante, borrado por la necesidad de justicia y libertad.—¡Ataquen con fuerza! —Su grito fue una orden y una promesa, una declaración de su resolución inquebrantable. El ejército detrás de ella rugió en respuesta, una marea de lycans rebeldes listos para enfrentar cualquier obstáculo.Kyrios, en su forma lobuna, observó desde el otro extremo del campo de batalla. La lluvia caía con furia,