Capítulo 29

Isabela

Resignada a mi fatídico destino, dejo de luchar. Cuando Eduardo cae al suelo, cierro los ojos y recuerdo lo que una vez mamá mencionara. “Un hombre tiene más fuerza, si luchas para evitar lo que ya es evidente, solo conseguirás que te hagan más daño”

Es verdad, forcejar antes solo me ha causado jalones, manotazos y besos asquerosos. Estoy sujetada de manos y pies cuando aquel sujeto se posa sobre mí, cierro los ojos volteando la cara a un lado. Sus manos ásperas recorrieron mis piernas, en tanto su lengua asquerosa lame mi cuello. Los gritos de Eduardo solo aumentan mi terror, ya no puedo llorar más; mi corazón está agonizando y mi mente solo acariciaba el peor de los destinos.

Respiré con resignación dejando correr mis últimas lágrimas y un disparo paraliza a todos. Abro los ojos y veo por primera vez tan cerca aquellos ojos inyectados de sangre, el sujeto de encima sigue sonriéndome, con esa mirada excitada y desesperada, hast
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