—¿Mami, me das permiso de salir con mi tía? —preguntó la pequeña, haciendo ojitos a Alondra, cuya mirada se llenó de cariño al escucharla.—Por favor, cuídala —respondió ella con una suave sonrisa en el rostro, denotando ternura y confianza en Ana.—Sí, por supuesto. La traeré de vuelta en unas horas —aseguró Ana, tomando la manita de Strella y encaminándose hacia el auto con ella, quien reía emocionada.—Creí que querías pasar tiempo con ella —comenté, acercándola a mis brazos.—Sí, pero... quiero darme un baño antes. Me siento un poco sucia. Acabo de enfrentarme a situaciones difíciles. No quiero cargar a mi hija con esa energía negativa. Será mejor que esté limpia cuando ella regrese —explicó Alondra con sinceridad, demostrando su preocupación por el bienestar de Strella.—Alondra, ¿te casarías conmigo? —pregunté, dejando escapar la pregunta que llevaba en mi mente desde hacía tiempo, aunque mi expresión fingía despreocupación.—¿Qué? —ella me miró confundida, sus ojos revelando so
—Alondra, ¿es verdad lo que dice este informe? —pregunté, mientras mi corazón bombeaba aceleradamente y leía el documento una y otra vez, de principio a fin.Era la mejor noticia que había recibido en mi vida.—Es verdad, tío Matute. ¡Voy a tener un hermanito! —exclamó la pequeña Strella.Al escucharla, dejé de respirar por un momento y me concentré en Alondra, quien me miraba con una radiante sonrisa que parecía disipar todas mis dudas.«¿En serio ella va a tener un hijo mío?»—Sí, Matute, estoy embarazada. Tengo unas siete semanas. Vamos a ser papás —confirmó ella.Reflexioné sobre cada palabra que salía de sus labios. ¿Cómo no iba a aceptar a este bebé? Es mi hijo.Sin necesidad de levantarme del todo, me incliné ligeramente y llevé mi mano a su aún plano vientre. Solo de pensar que dentro se estaba formando mi hijo, sentía una inmensa felicidad. Tener un hijo con la mujer que amo, la única que he amado en mi vida y por quien lo daría todo, es simplemente maravilloso.—Alondra, ¿me
★ AlondraUn día soleado en el hospital, recibí una visita inesperada. Era el diputado Evans, un hombre imponente con mirada penetrante.—Por lo visto, ha logrado su venganza, señorita Vergara —mencionó Alexander mientras se sentaba en una de las sillas del hospital.Mis ojos se encontraron con los suyos, llenos de firmeza y un dejo de malicia.—Si viene a pedirme que retire la demanda y que limpie el nombre de Gabriel... —mi voz se apagó al ver que no me prestaba atención.—Los niños pequeños son muy inquietos —continuó Evans—. Siempre hacen todo lo posible por llamar la atención de los padres. Mientras van creciendo, se convierten en una molestia. La mayoría de los adultos son así, ¿verdad, Damián?Damián, su hijo de dos años, se encontraba en el suelo jugando con carritos. El pequeño solo volteó a ver a su padre y continuó jugando como si no pasara nada.Confundida por los comentarios enigmáticos de Evans, decidí indagar.—¿Qué quiere decir con eso, señor Evans?Mi corazón latía co
—Eres una hipócrita, Alondra —espetó Gabriel con una mirada desafiante—. Sé que lo disfrutabas, sé que disfrutabas cuando te tenía entre mis brazos, cuando me adentraba en ti.Me estremecí, pero mantuve la compostura.—Jamás disfruté que me tocaras —repliqué, con mis palabras saliendo entre dientes apretados.Solo de recordarlo, me provocan ganas de estrangularlo y machacarlo en un millón de pedazos. Gabriel soltó una risa fría y amenazadora mientras se acercaba a mí.—Tus gritos decían otra cosa, Alondra. Y esas lágrimas... solo me excitaban cada vez más. Eres excitante cuando lloras y suplicas, cariño —susurró con una voz cargada de perversión.Solté una carcajada llena de desprecio antes de responder con furia: —Estás enfermo, Gabriel. Me das asco.Gabriel, sin inmutarse, continuó con su desquiciado discurso.—Alondra, tú nunca serás feliz. Nunca te dejaré serlo porque tú eres solo mía. Sé muy bien dónde vives. También sé que mi hija vive con ese miserable. Cuando salga de aquí, v
★Alondra. Algunos días más pasaron y me enteré por las noticias de que varios de los guardias de la prisión habían fallecido. Las fotografías mostraban que eran los encargados de la vigilancia de Gabriel.Los meses siguieron avanzando y Nathan no quería que me involucrara demasiado en las cosas relacionadas con Gabriel. Después de aquella vez, no volví a visitarlo.Mientras tanto, mi vientre ha crecido mucho y pronto daré a luz a mi hijo, que es un varón. Estrellita y Nathan me consienten demasiado y son muy sobreprotectores conmigo. Mi corazón ha reaccionado bien aunque he tenido algunas alteraciones, pero no hay motivo de preocupación.Lo que realmente me preocupa es el día del parto.Estrellita tiene muchos amigos en la escuela y todos dicen que su papá es muy guapo. Nathan va a recogerla casi siempre y, en ocasiones, cuando me siento mal, él va a las juntas de padres de familia con las profesoras. Es un gran hombre y Estrellita me ha dicho que lo quiere mucho.El día en que nació
Comencé a desprender capa tras capa de su piel; estaba tan cocida que se deslizaba fácilmente bajo mis dedos.Ya no quedaba nada del hombre hermoso en el que mis ojos se habían fijado. Esos ojos azules que tanto me hipnotizaban ahora eran rojos, llenos de agonía.Una vez dije que arrancaría su piel, y eso es lo que estoy haciendo ahora. La sangre cubría todo a mi alrededor y, con más ansias, rascaba su carne. Su cabeza, ya sin cabello, mostraba su cráneo cocido.Mientras más capas de piel arrancaba, más recuerdos llegaban a mí. Recuerdos de sus manos acariciando mi cuerpo, de su aliento susurrando obscenidades en mi oído. Estaba llena de ira, pero cuando ya no pude más, me alejé.Nathan hizo entrar a dos hombres, quienes continuaron desgarrando la piel de ese miserable. Cuando se les dificultaba, volvían a abrir el agua caliente, cocinando más capas. Nathan se acercó a uno de ellos y le susurró algo al oído. No pude escuchar, pero sabía que estaba planeando algo.Salimos de esa cabañ
—¿En qué estás pensando? —me preguntó Matute con una mirada curiosa mientras sostenía con ternura a nuestro pequeño en sus brazos. Sus ojos reflejaban la calidez y el amor que sentía por nuestra familia.—Pensaba en Gabriel —respondí con sinceridad, dejando que mis pensamientos se desbordaran. No había secretos entre nosotros, especialmente ahora que estábamos comenzando una nueva vida juntos, sin cargas del pasado.En ese momento, Matute me sorprendió con una sonrisa traviesa y dijo: —Tengo una sorpresa para ti. Pronto vas a entrar a cirugía, quizá mañana.Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendida por la noticia inesperada.—¿A cirugía? —pregunté, con una mezcla de estupor y nerviosismo en la voz.Matute rápidamente intentó tranquilizarme.—Quita esa cara de sorpresa amor. No tardarán en llamar del hospital. Deberías empezar a preparar tus cosas y estar en ayunas para poder ingresar directamente cuando te llamen.Su sonrisa sincera me reconfortó. Me encantaba cómo Matute siempr
Cuando la enfermera se marchó de mi habitación, moví con cuidado mi otra mano, la cual estaba conectada al suero. Logré acariciar suavemente el cabello de Matute.Él ha demostrado de múltiples maneras que su amor por mí es genuino y estoy inmensamente feliz de haberlo encontrado. Llegó en el momento justo y me rescató de la oscuridad en la que me encontraba.Estoy consciente de que, de no haberlo conocido, posiblemente estaría muerta o en prisión. Pero él me ha brindado una nueva oportunidad, una segunda vida. Además, me ha dado un hijo increíble al cual amo con todo mi corazón y me ha reunido con mi hija, quien ahora es tratada mejor que yo. Él es un hombre maravilloso.—¿Despertaste? —preguntó él, levantando levemente su cabeza.Mi mano, que antes acariciaba su cabello, se posó en su mejilla. Él cerró los ojos mientras su otra mano entrelazaba la mía.—Te he extrañado tanto, Don Gato —dije.—Mi hermosa Matute —respondió con una sonrisa.Minutos después, entró una enfermera con una c