Capítulo 2
Matías fue bastante considerado, al preparar con mucho esmero el regalo para Emilia. También era alguien que gastó una fortuna decorando el lugar de la boda, compró el diamante de edición limitada para forjar el anillo de pedida de mano de Emilia. Era evidente el infinito amor que sentía por ella.

— Lo sé.— Me froté el entrecejo y respondí en voz baja.

Matías no dijo nada más, pero tampoco colgó. Después de un largo silencio, Matías por fin habló de nuevo:

—Fidelia, ya pasaron 5 largos años .Espero que te hayas dado cuenta de tus errores. Si te atreves a molestar a Emilia otra vez, por mi madre que vas a lamentarlo.

Sus palabras me dejaron helada. El ruido de fondo pareció desvanecerse de repente.

Matías acababa de decirme que iba a lamentarlo.

Antes de que pudiera responder, ya ha había colgado.

En realidad, Matías podía estar tranquilo, porque no pensaba hacer algo malo por ello. Solo quería empezar de nuevo con Lucía y encontrar un trabajo.

Bajé la cabeza, cuando salí del aeropuerto. A los 20 años, yo, la orgullosa joven jamás habría imaginado que mi vida había llegado a este punto tan crucial.

Matías me envío al extranjero en mi cumpleaños número 22,cuando él descubrió mi diario.

Cuando era niña, mis padres tuvieron un accidente en un crucero y nunca regresaron. Por lo tanto, Matías, como era lógico, se hizo cargo de mí. Nuestra relación siempre había sido armoniosa, hasta que crecí y me di cuenta de que no lo veía solo como a un tío. Me gustaba Matías. Pero también sabía que no había futuro para nosotros. Por eso escribí todos mis sentimientos en aquel diario. Si Matías no lo hubiera encontrado, quizá habría seguido pretendiendo que lo que sentía por él era solo el afecto de una sobrina muy querida por su tío.

Sim embargo, Matías lo leyó. Rasgó las páginas con furia y me miró con asco.

—¿En qué estabas pensando? Ay, por mi Dios, ¿sabes que soy tu tío? Aunque no haya lazos de sangre directos, solo podemos ser familia.

Por primera vez, el caballero elegante y refinado que conocía perdió por completo la compostura. Me gritó con un desprecio y una dureza que jamás había visto en él.

Quise explicarme, pero no encontré las palabras adecuadas para hacerlo. Lo único que pude hacer fue inclinarme una y otra vez, pidiendo perdón.

Le dije que estaba equivocada.

Le dije que no debí enamorarme de él.

Pero eso no bastó.

Al día siguiente, Matías renunció a mi trabajo en mi nombre y, con la excusa de enviarme a estudiar al extranjero me desterró a una universidad remota en otro país. Para evitar que tuviera contacto con el mundo exterior, también contrató custodios para vigilarme las 24 horas.

Al principio, no entendí por qué lo hacía.

Hasta que, un mes después, vi su boda en las redes sociales.

Ahí supe que siempre hubo alguien en su corazón. Su primer amor.

Vi su despampanante video de bodas una y otra vez.

Su mirada cuando veía a Camila era tierna, llena de amor.

Jamás me había mirado así.

Fue en ese momento cuando lo comprendí: Matías solo me había mantenido a su lado por compasión y un gran sentido del deber.

—Señorita Graves, vamos.

La voz del asistente me sacó enseguida de mis pensamientos.

Obedecí y me acomodé en el asiento trasero, sosteniendo a Lucía, quien estaba dormida. Noté un destello de sorpresa en los ojos del asistente al verla.

—Señorita Graves, ella es...

Me llevé un dedo a los labios, pidiéndole silencio para no despertar a Lucía.

Cuando me senté en la parte trasera, respondí con suavidad a la pregunta:

—Es mi hija.

El asistente entendió y guardó silencio. Cuando el carro se detuvo en el destino, me quedé helada.

Era el hotel donde Matías y Camila se casaron.

Cinco años de matrimonio, y en cada aniversario, Matías organizaba una celebración en grande y elegía personalmente el regalo de Camila.

Él la cuidaba con esmero.

Hace años, no me permitió formar parte de su mundo.

Este año, me trajo de vuelta solo para que fuera testigo de su felicidad.

Bajé del auto con la mente en blanco, y entonces la vi.

Camila se acercó con una sonrisa radiante.

A diferencia de mí, con mi rostro cansado y mi ropa sencilla, ella llevaba joyas costosas y un perfume embriagador. Se notaba que Matías la tenía en un verdadero pedestal.

De pronto, su sonrisa se tensó un poco.

Sabía que había visto a Lucía.

—Fidelia, ¿cómo pudiste dar a luz en el extranjero sin decírmelo? ¡Tantos años casada con tu tío y aún me tratas como a una extraña!

Antes de que pudiera reaccionar, Camila me arrebató a Lucía de los brazos.

Lucía despertó asustada y empezó a llorar, agitándose en busca de mi calor.

Enseguida la tomé de nuevo y la consolé.

Camila sabía que yo había estado enamorada de Matías.

No quería involucrarme demasiado con ella, pero insistía en abrazar a Lucía.

Al llegar al salón privado del hotel, Lucía aún seguía llorando y no quería que la soltara.

Camila, con una sonrisa forzada, me la entregó de vuelta.

—Matís sabe lo difícil que es el embarazo, por eso no hemos considerado tener un bebé. Estoy tan emocionada al ver tu chiquitita .

Ya había varias personas en la sala. No estaba acostumbrada a tratar con la gente, así que elegí un asiento en la esquina.

Camila, en cambio, se acomodó a mi lado y tomó mi brazo con entusiasmo.

Comenzó de forma pretensiosa a presentar a Lucía y a mí ante los demás.

Sentí todas las miradas sobre mí, escudriñándome, evaluándome.

No soporté por más tiempo el ambiente sofocante y me excusé para ir al baño.

Al regresar, escuché con claridad la voz de Camila.

Alguien le preguntaba:

—¿Por qué vino aquí la viciosa ?

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