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Los días pasaban iguales, mis padres no entablan una conversación de más de 20 segundo conmigo porque sabían que comenzaría a preguntar, ya había terminado de leer la biblia de los sacerdotes, sin siquiera procesar bien la enseñanza, y no había prendido mi teléfono. Extrañaba demasiado a Keller, pero estaba prohibido y no quería volver a desobedecer o mejor dicho; recibir el castigo. Mi padre parecía más feliz conmigo, incluso me trajo un chocolate, era realmente extraño que me regalara algo cuando no era mi cumpleaños y no había gente observando, sin embargo, mi mamá no me dejó comer el chocolate porque dijo que tenía muchas calorías y ella se lo comió. Ya me daba igual.

 Era Domingo, se suponía que le tocaba cantar Paola (una amiga del templo), sin embargo, me llamaron de último momento que ella se sentía enferma por lo que tendría que reemplazarla y llegar una hora antes para poder ensayar (no pude llegar una hora antes). Al menos mis golpes se estaban aclarando, pero

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