Cuando su móvil comenzó a vibrar acompañado de una melodía tranquila y relajante, Nancy alzó la vista del libro que tenía entre sus manos y se incorporó en el sofá. Ya era hora de llamar a su amiga, tal y como le había prometido. Si por ella fuera la dejaría dormir mucho más, sin embargo, ella era de las personas que creían que las promesas debían ser cumplidas.Suspiró, tras comprobar que, en efecto, era la hora que había programado, se puso de pie y se encaminó hacia la habitación de su amiga.Al ingresar en el dormitorio, pudo observar como el pecho de su amiga subía y bajaba acompañando a su acompasada respiración. Realmente no le apetecía en lo más mínimo sacarla de aquel sueño que tanto necesitaba, mas no podía evitarlo. Sí, podía dejar que descansara un poco más, pero cuando despertara y se diera cuenta de que no había tenido tiempo de darle, aunque solo fuera, un repaso simple a sus apuntes pondría el grito en el cielo.Tragó saliva y se dirigió hasta la cama, sentándose al bo
Una hora más tarde, Amy y Nancy salían del apartamento, cerrando con llave tras sí, antes de que la primera activara la alarma. Nancy y su madre habían colaborado con aquella pequeña obsesión en la seguridad. Las dos se habían hartado de asegurarle que, por muy seguro que pareciera el país en el que vivían, no podía fiarse de ello. Su madre consideraba que en todos los países del mundo existía la inseguridad, ya que el ser humano era propenso a repetir patrones a lo largo de la historia, por mucho que se hiciera para que eso no fuese así.—¿Tras el gas pimienta? —preguntó Nancy, abriendo la puerta del coche del lado del acompañante.—Como siempre. Aunque no creo que me sea útil en caso de necesitarlo, me hace sentir más segura. Sobre todo, desde que mi madre y tú se encargaron de meterme miedo —dijo, blanqueando los ojos.—Yo también traigo el mío y no nos encargamos de meterte miedo, solo nos preocupamos por ti. —Se encogió de hombros.—Sí, lo sé, pero no me pasará nada. Es más, de l
El examen duró cuarenta minutos, durante los cuales Amy procuró dejar a un lado los pensamientos con respecto a Damon, únicamente enfocándose en la comitiva de profesores que tenía frente a ella. Sus manos sudaban a mares, el pulso se le había acelerado y parpadeaba sin cesar, aun cuando intentaba no demostrar la incomodidad que sentía por aquel examen oral. Había tenido la vana esperanza de que fuera evaluación escrita, sin embargo, la suerte no había estado de su lado.Luego de batallar contra los nervios y la ansiedad y de responder a todas las preguntas que los profesores le habían realizado, Amy salió del aula con una sonrisa de oreja a oreja. No podía estar más feliz con el resultado que había obtenido. Había terminado siendo, sin duda alguna, como Nancy había predicho. No lo podía creer y a la vez estaba completamente exultante. Había logrado vencer aquella barrera que tanto había temido. Sin lugar a dudas, debía empezar a confiar más en sí misma, tal y como le decían su famili
Suspiró, mientras, a través de la ventana del salón, veía como la lluvia se hacía presente una vez más. Sonrió, distraído, pensando en que jamás se había alejado del todo de aquella intensa sensación de humedad. Londres era exactamente igual que Waterford. Sin embargo, eran incomparables. Waterford tenía la magia del hogar.—Bren, ¿qué haces? —preguntó su madre, en tanto él se llevaba a los labios el vaso de brandy que acababa de servirse en el pequeño bar de su padre.—Pienso. —Suspiró, una vez más.—¿En qué piensas, cariño? —inquirió Erín, con curiosidad, acercándose él con una bandeja con bocadillos que acababa de preparar.—En todo y en nada a la vez.—Eso no es posible.—Claro que sí. No pienso en nada en concreto, pero pienso en todo.—Y, ¿cómo sería eso?Brendan tomó un mini sándwich de atún y se lo llevó a la boca, degustando con calma el sabor de aquel manjar, que nadie sabía preparar mejor que su madre, antes de responder:—Pienso en todo lo que me perdí al irme a Londres, p
—¿Qué haces? —preguntó Nessa, bajando las escaleras.—¿Y a ti qué te importa? —murmuró Brendan a media lengua mientras parpadeaba con delay. Se encontraba repantigado en el enorme sofá de la sala.—¿Estás borracho? ¿A las diez de la mañana? ¿Qué diablos te pasa, Brendan Adam Warren? —Nunca entendería por qué sus padres lo habían bautizado con dos nombres, pero así era y ella no era quién para juzgarlo—. Brendan, en serio, ¿has bebido?—¿Y tú qué crees? —respondió, alargando las vocales.—Eres un maldito imbécil. Hace una semana que estás en Waterford y se te ocurre emborracharte el día en el que papá y mamá han organizado tu fiesta de bienvenida —dijo, poniendo los brazos en jarra.—Ay, no seas así —replicó, intentando blanquear los ojos en vano, en el mismo momento en el que su móvil comenzaba a sonar—. Oye, apaga esa música, ¿quieres? —se quejó, llevándose una mano a la frente—. Se me parte la cabeza.—Lo hubieras pensado antes de beber, sin nada en el estómago seguro. De todos modo
Sabía que había cometido una estupidez del tamaño de un estadio de futbol, pero no había sido capaz de evitarlo. Eso era lo que tenía que aprender a controlar. No podía permitir que sus sentimientos continuaran afectándolo al punto de llevarlo a beber hasta prácticamente no mantenerse en pie, porque la conciencia no la había perdido, por el contrario, era más consciente que nunca de lo que sucedía a su alrededor, pero, sobre todo, en su interior. Y aquello era lo que más lo aterraba. Había bebido con el fin de adormecerse, pero lo único que había logrado era terminar en el toilette en compañía de Nessa y que esta lo llevara hasta su cuarto, porque él no era capaz de dar dos pasos sin trastabillar. Sí, solo había logrado ralentizar sus movimientos, disminuir sus reflejos, intensificando su malestar. Se sentía un idiota. Siempre lo había sido. Al parecer, lo que su padre le había contado de su pasado, se repetía en sí mismo. No era capaz de hacer que las cosas funcionaran, al menos, no
Siete horas más tarde, Brendan abrió los ojos, sobresaltado por la voz de su hermana. ¿Qué diablos le sucedía que no lo dejaba dormir tranquilo? —Brendan, ¡maldita sea, despierta! —exclamó Nessa, tomándolo por los hombros y zarandeándolo como si fuera una hoja de papel. —¡Hey! Calma, ¿qué te sucede? —preguntó, zafándose de su agarre y sentándose en la cama mientras intentaba enfocarla con la mirada. —Están todos abajo y ya no sé cómo explicarles que no estés presente. —¿De qué hablas? —La fiesta, hermanito, ¿acaso lo has olvidado? ¡Por el amor de Dios! Están todos esperando por ti. —¡Maldita sea! ¿Qué les dijiste? —Intenté que papá y mamá no subieran a tu habitación (se supone que ahora estoy buscando mi teléfono para llamarte) y les dije que te habías ido a lo de Alahan, a pesar de que él también estaba invitado. Tuve que llamarlo y pedirle que se retrasara. Brendan suspiró, se sentó al borde de la cama y se llevó las manos a la cabeza. Le dolía como si estuvieran taladrándol
Amy se removió incómoda. ¿Qué demonios sucedía? ¿Por qué le dolía la cabeza? ¿Por qué sentía como en esa triste película que su padre le había obligado a ver una docena de veces, sin que ella pudiese terminar de comprender qué era lo gracioso? ¿Cómo era que se llamaba? ¿The hangover? En fin, daba lo mismo, a fin de cuentas, si no recordaba lo que había pasado la noche anterior, mucho menos podía pretender recordar cómo se llamaba aquella película.Suspiró y se llevó una mano a la cabeza mientras se incorporaba en el... ¿sofá? ¿Qué demonios hacía durmiendo en el sofá? Miró en derredor y vio que Nancy se encontraba sentada en el sillón de un solo cuerpo, profundamente dormida con la barbilla contra su pecho. Frunció el ceño y se levantó a duras penas. Le dolía absolutamente todo.—Nan —dijo, acercándose a su amiga—. Nan —repitió sin éxito—. ¡NAN! —exclamó, tomándola por el brazo y moviéndola.—¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó, sobresaltada.—Lo mismo me pregunto —dijo Amy, alzando una ceja—.