Capítulo 3
Me mantuvieron en el hospital hasta que me dieron los analgésicos adecuados y me enyesaron el brazo correctamente. Luego me dirigí al centro, pero era muy tarde para volver al colegio, así que empecé a trabajar temprano en la cafetería. Intenté contactar a mi madre, pero no obtuve respuesta.

Era la una de la tarde, lo que significaba que trabajaría tres horas extra y más propinas, ya que era la hora del almuerzo. A pesar de ello, no podía dejar de pensar en la posibilidad de volver a casa, pero decidí no comentarlo con nadie hasta estar segura. No había recibido información directa, solo sabía sobre una conversación entre mi madre y el Alfa, lo cual difícilmente era concluyente, así que decidí volver a llamar a mi madre esa noche, después del trabajo, estaba segura de que estaría despierta, solo tendría que saltarme el entrenamiento.

Mi turno se hizo eterno esa noche, pero al llegar la hora de cierre, en lugar de entrar al gimnasio, me detuve afuera. Me senté en una silla, saqué un cigarrillo y lo encendí mientras llamaba a mi madre.

"Hola." Respondió rápidamente.

"Mamá." Dije.

"Taylor, qué alegría escuchar tu voz." Dijo con entusiasmo, pude notar la emoción en su tono solo por haberla llamado, a pesar de que hablamos todas las semanas.

"También me alegra hablar contigo." Sonreí.

"Esto es inusual, normalmente solo llamas los fines de semana." Comentó.

"Sí, por lo general es así, pero hoy estuve hablando con el Alfa Richmond y me mencionó que lo llamaste." Se hizo un breve silencio antes de que ella continuara, como si estuviera pensando qué decirme.

"Sí, siento tener que hacer todo esto." Su tono de voz cambió completamente.

"¿El nuevo Alfa piensa que estoy involucrada en lo de Lucas?" Pregunté.

"¿Cómo sabías del nuevo Alfa?" Preguntó.

"Todavía soy miembro de la manada, sé cuándo hay un cambio de liderazgo, puedo sentirlo." Le recordé.

"Sí, está haciendo preguntas y creo que piensa que te fuiste mucho después de lo que realmente lo hiciste."

Sacudí la cabeza y rodé los ojos. Si realmente él hubiese investigado, sabría que partí mucho antes, solo necesitaba mirar los registros escolares para confirmarlo.

"Muchos pueden corroborar mi historia, todos confirmarán que me fui hace tiempo." Repliqué.

"Ya lo sé, eso es exactamente lo que le expliqué y el Alfa Richmond dijo que se comunicaría con el Alfa Jackson para confirmarlo." Respondió.

"Perfecto, gracias."

"Por supuesto. Me aseguraré de que no te relacionen con lo de Lucas." Afirmó.

Entonces quedé paralizada, sorprendida por lo que acababa de escuchar.

"Espera, ¿dijiste Alfa Jackson? ¿Te refieres a Jackson Cooper?" Pregunté prácticamente gritando el nombre con sorpresa.

"Sí, él fue quien mató a Lucas y tomó el control de nuestra manada." Respondió.

"Mierda, ese hombre ha matado a unos 12 Alfas y absorbido sus manadas." Comenté.

"Exactamente, ahora estamos bajo su mando. Por eso no quiero que vuelvas a casa, es muy estricto y todo ha cambiado, hasta los guardias son distintos; trajo a sus propios guerreros." Añadió mi madre.

"¿Estás en peligro quedándote allí?" Pregunté con un tono preocupado.

"No, estoy bien. Trabajo como profesora en el colegio. En realidad, le agrado y no me molesta, valora mucho la educación de los jóvenes, así que estoy segura." Insistió.

"Entonces, ¿yo no estaría yo segura allí? Quiero decir, soy una estudiante." Dije.

"No, no estarías segura aquí, en especial con tu tendencia a ser sarcástica. Por ahora, Isaac sigue siendo un guerrero y hará todo lo posible para asegurarse de que el Alfa Jackson lo vea." Isaac era la nueva pareja de mi madre.

"Bueno, hablamos después."

"Adiós." Dijo ella y colgué.

No estaba segura de sí estaba en un peligro real y sabía que huir en este momento me haría parecer culpable, de hecho, temía ser acusada de algo que no había cometido. Miré al cielo, la luna brillaba en lo alto, así que empecé a orar a la diosa de la luna, esperando que todo se resolviera, que el Alfa Jackson pudiera ver la verdad y no me condenara erróneamente por traición, un crimen que se castigaba con la muerte.

Me quedé afuera hasta que terminó la sesión de entrenamiento y los guerreros se dispersaban. Ethan se acercó a cerrar la puerta y me encontró sentada allí, se sentó a mi lado sin decir palabra, porque era consciente de mi inquietud. Poco después, echó un vistazo alrededor para asegurarse de que estábamos solos antes de tomar mi mano.

"¿Qué pasa? ¿Por qué no entraste?" Preguntó.

"Porque necesitaba tiempo para pensar."

"¿Sobre qué?" Insistió.

Sobre mi nuevo Alfa de mi manada y si mi madre estuviese segura, además podría obligarme a regresar y estaba aterrorizada de que pudiera vincularme a Lucas.

"Mi manada ha sido tomada por el Alfa Jackson Cooper." Anuncié.

"Mierda, ¿en serio?" Preguntó sorprendido.

"Sí, y lo peor es que el Alfa piensa que es sospechoso que esté aquí y no en mi propia manada, cree que podría haber tenido algún tipo de implicación con el Alfa Lucas."

"¿Tuviste algo que ver con Lucas?" Preguntó.

"Solo nos conocíamos, nada más, nuestras madres eran amigas. Hace un año, cuando Lucas se convirtió en Alfa, mi madre decidió enviarme lejos, estaba peleando con todas las manadas cercanas y obviamente comenzó una pelea con el Alfa Jackson que no pudo ganar." Expliqué.

"Mierda, ¿Jackson piensa que estás escondida?" Preguntó Ethan.

Le conté todo a Ethan y él escuchó atentamente; nunca me cayó bien Lucas, siempre fui la primera en enfrentarlo cuando se comportaba como un niño mimado, algo que hacía a menudo, por lo que me odiaba, pero eso fue todo.

"Bueno, entonces no tienes nada de qué preocuparte." Concluyó.

"Si Jackson me ordena volver, sabes que tendré que obedecer. A fin de cuentas, sigo siendo parte de la manada"

"Lo sé y lo resolveremos cuando llegue el momento, ¿quieres entrar a hablar un poco más?" Preguntó.

"No, gracias, quiero salir a correr. Nos vemos mañana." Añadí poniéndome de pie.

"Adiós." Dijo antes de regresar al interior, miró a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie cerca y me dio un beso de despedida. Yo me dirigí hacia el bosque.

Al cruzar la línea de árboles, me desvestí y dejé mi ropa doblada sobre el suelo. Después, me transformé en mi forma de loba, era grande y negra, con patas blancas y un patrón de diamante blanco entre mis ojos.

"Buenas noches, Ava." Me dije a mí misma.

"No hemos salido a correr en un tiempo." Contestó Ava, mi loba.

"Es porque dejaste de hablarme." Le reproché.

"Solo dejé de hablarte porque pusiste esa serpiente en la oficina del profesor." Recordó.

"Esa perra me acusó de hacer trampa y sabes que eso no es cierto." Me defendí.

"Eso no justifica tus acciones, nos expulsarán de aquí." Replicó.

"No lo harán, a todos les caigo bien aquí." Dije sonriendo.

"Está bien, no te aplicaré más el trato silencioso."

"Genial, corramos entonces." Me estiré sobre el suelo, sintiendo la tierra bajo mis garras, sacudiendo mi pelaje. Me levanté y dejé que la brisa nocturna me acariciara, me sentía verdaderamente libre por primera vez en mucho tiempo. Miré alrededor en el bosque y pude ver a los guardias patrullando, mi visión como loba era diez veces mejor, pero me mantuve lejos de su camino.

Se me consideraba una loba grande, incluso para los estándares de los hombres lobo. Era consciente de que mi presencia podía intimidar a otros. Por esa razón, prefería correr por la noche y evitaba encontrarme con las patrullas, por temor a que me consideraran una amenaza. No me comunicaba telepáticamente con ellos porque no pertenecía a esta manada, sin embargo, cuando estaba estresada o preocupada por algo, una simple carrera en el bosque hacía que todo fuese mucho mejor, podía ayudarme a relativizar mis problemas y a sentirme mucho mejor.

Después de dos horas corriendo, finalmente regresé a la línea de árboles, me transformé de nuevo en mi forma humana, me vestí, recogí mis cosas y empecé a caminar hacia la casa.

Cuando llegué, me di cuenta de que Victoria había cumplido su palabra; la puerta principal estaba cerrada con llave, así que rodeé la casa hasta mi habitación y probé la ventana. Por suerte, estaba abierta, la abrí, metí mi bolsa y justo cuando estaba a punto de saltar, alguien me agarró por el hombro.

Caí al suelo y grité porque me asustó muchísimo. Al voltearme, vi a un hombre alto, de unos 1,90 metros, aparentemente de unos 20 años, con el cabello rubio grasoso y la ropa desgarrada.

"Lucas." Murmuré, completamente sorprendida.
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