La señora Elvira se había hecho cargo de Javier, se lo llevó a dormir con ella en la planta baja, dejando toda la segunda para ellos. Sofía en los brazos de su esposo sentía que no quería salir de ellos. Se asombró de ver que no se dirigieron a la habitación que habían compartido hasta ahora. López con ella en sus brazos avanzó hasta el final del pasillo, y con delicadeza abrió la puerta. La habitación era un sueño hecho realidad, un santuario de amor y romance perfectamente diseñado para la primera noche de luna de miel. La puerta se abría a un espacio generoso y elegante, bañado en una cálida luz dorada que emanaba de las lámparas de cristal colgadas en el techo alto. El foco principal era una cama de matrimonio, adornada con finas sábanas de seda blanca y una manta de cachemira. Los cojines de terciopelo se apilaban en el cabecero, invitando a los recién casados a sumergirse en su suavidad. Un dosel de tul blanco caía desde el techo, rodeando la cama en un halo etéreo, añadiendo
El primer rayo de luz del día se filtró por la ventana, bañando la habitación en tonos dorados. César y Sofía yacían enredados en las sábanas, sus cuerpos desnudos aún resonando con el eco de su amor compartido. Habían atravesado la oscuridad juntos, habían enfrentado los fantasmas del pasado y ahora, en la tranquilidad del amanecer, se encontraban en un lugar de paz y entendimiento. César abrió los ojos lentamente, su mirada encontró a Sofía, su rostro sereno y relajado en el sueño. La observó con una mezcla de asombro y gratitud. A pesar de todo lo que había pasado, ella estaba aquí, a su lado, dispuesta a enfrentar el futuro juntos. Con delicadeza, apartó un mechón de pelo de su rostro, permitiéndose un momento para admirarla. Sofía era su faro en la tormenta, la luz que lo guiaba a través de la oscuridad. Y ahora, a medida que el sol comenzaba a elevarse, prometiendo un nuevo día lleno de posibilidades, César sintió una renovada determinación. Sofía despertó con la caricia sua
Elvira observaba a Sofía que no podía dejar de sonreír, ante las caricias de César, que no perdía la oportunidad de abrazarla, besarla o acariciarla. Era claro para ella, que estaban en plena luna de miel y era algo que la llenaba de satisfacción. Miraba cómo le brillaban los ojos a su hijo al verla llegar, y cómo junto a su nieto la recibían con una amplia sonrisa que demostraba la felicidad que Sofía les brindaba a ambos. Mientras bebía pequeños sorbos de té en su taza, y acariciaba el hermoso anillo de diamante del color de sus ojos. Su corazón se llenaba de alegría al verlos tan unidos y felices. No sabía bien su historia ni quería, le bastaba con ver el gran amor que se profesaban. La imagen radiante y llena de amor de César era un verdadero regalo para sus ojos de madre y haría lo que fuera necesario para que se mantuviera así. Había sido testigo del increíble cambio en la personalidad de su hijo. Era evidente que el amor de Sofía había sido el catalizador de esta transform
Una comitiva de autos se detiene delante del enorme portón de hierro pintado de negro, de un auto de la policía desciende un agente que se dirige a la entrada y comprueba que nada de lo que le habían informada es cierto.—No sé porque nos han hecho venir hasta aquí sin motivos—dice en lo que se regresa al interior de su auto y toma el radio ya llama— señor todo es falso lo que nos informaron—¿Como falso?—Así es, la entrada está abierta y no veo ninguna de la cantidad de guardias que nos habían dicho que la custodiaban, cualquiera puede entrar a esta propiedad. ¿Cuales son sus órdenes?—Informen al señor Montenegro y regresen inmediatamente a la base —ordena el superior.El agente vuelve a descender del auto y se dirige a uno muy elegante que está detenido detrás del suyo a cierta distancia. Alejandro Montenegro baja la ventanilla al verlos acercarse y pregunta:—¿Qué sucede, tampoco nos dejan pasar hoy?El agente se acerca y responde con cierta molestia. Pues no sabe por qué tuvo q
Capitalia era una ciudad moderna llena de rascacielos de vidrio y acero que brillaban bajo el sol. Los autos zumbaban a través de las amplias autopistas mientras la gente caminaba apresurada por las aceras. Pero más allá del centro de la ciudad, escondido entre los árboles y la maleza, se encontraba otro Capitalia. Un Capitalia de mansiones antiguas y deterioradas, rodeadas por jardines descuidados y rejas oxidadas. Detrás de esas puertas y ventanas tapiadas se escondían historias olvidadas. Los ecos de fiestas glamorosas y bailes de máscaras aún parecían resonar a través de los pasillos vacíos. Retratos de rostros sin nombre miraban desde las paredes, sus ojos siguiendo a los extraños que se aventuraban en sus dominios. Más allá de las mansiones, el bosque crecía espeso y salvaje. Los senderos serpenteaban entre los árboles, perdiéndose en la maleza. Capitalia era una ciudad de contrastes, modernidad versus decadencia, luz versus oscuridad. Entre los relucientes rascacielos se
En las afueras de Santa Mónica, el señor que siempre se encontraba inmerso en partidas de ajedrez, recibió un sobre de manos de su mayordomo. Lo abrió con cuidado, su rostro serio reflejando una concentración absoluta. Sin embargo, al leer el contenido de la página, una expresión de sorpresa e incredulidad se apoderó de sus rasgos. Incluso el mayordomo, que lo había servido durante años y que estaba acostumbrado a su estoicismo, se sorprendió por su reacción. La expresión en el rostro del señor cambió drásticamente, su semblante usualmente imperturbable se nubló y sus ojos se llenaron de una furia desesperada. Sin decir una palabra, desgarró el papel en mil pedazos, dejando caer los fragmentos al suelo como una lluvia de desilusión.—¡Malditos, malditos sean todos! —exclamó con rabia.—¿Qué sucede, Sir? ¿No es ella? —preguntó el mayordomo, pero su pregunta quedó sin respuesta. El mayordomo observó en silencio, consciente de que algo grave había ocurrido. Sabía que no era su lugar i
Delia entra corriendo en casa de Montenegro después de bajar del taxi con una nota en la mano. Busca desesperadamente por toda la casa hasta encontrar al dueño dormido en un sillón en la terraza. Al parecer, bebió mucho en la noche y se quedó allí.—Montenegro, despierta —lo llama sacudiéndolo con fuerza— ¡la encontraron, la encontraron! Montenegro, ante los gritos de Delia, abre los ojos con trabajo y la mira sin entender a quién encontraron. Delia le lanza una jarra de agua fría al tiempo que le grita que despierte.—¿Te volviste loca, mujer? —grita Montenegro poniéndose de pie— ¿De quién estás hablando, de Sofía? Delia niega con la cabeza, su corazón latiendo aceleradamente por la emoción y la venganza que se avecina. Aún no puede creer que haya encontrado a su medio hermana Mía y a su madre, quienes se atrevieron a escapar de su control. Sonríe con malicia, sabiendo que pronto les hará pagar por sus acciones.—No chico, Sofía aún no ha sido encontrada. Pero sí encontraron a Mía
Sofía no está segura de si deberían irse a pasear y dejar a su hijo con la señora Elvira, quien insiste en que quiere enseñarle algo especial a su nieto. Javier se ha encariñado mucho con su abuela y se ríe emocionado cuando ella le pregunta si quiere ir con ellos, corriendo hacia ella.—Vamos, Sofi, deja que el niño disfrute de su abuela—, le dice López, tirando de su mano después de hablar con Fenicio. —Te va a encantar el lago, seguro está lleno de flores de todos los tipos, incluso debe haber nenúfares. Y seguramente hay cisnes también.—¿Cisnes? ¿De verdad? ¿No crees que a Javi le gustarán?—Sofía se emociona ante la idea. López comprende que Sofía tiene miedo de dejar a su hijo solo con su suegra. Recuerda las palabras que le dijo su mamá anteriormente, que el miedo de Sofía había vuelto. Sin más, la abraza y la lleva con él, seguido de algunos hombres de seguridad. Avanzan por un hermoso sendero rumbo al lago. Sofía se pregunta si debería cambiar su ropa, pero López la tranqu