Valery sabe que estar casada con un hombre que parece más un dictador es algo que nunca debía experimentar ninguna mujer. Sin embargo, cuando recibe la noticia de que será madre, sabe que eso sería una pequeña vida a la que debe cuidar a como dé lugar. Aun así, va con toda la ilusión a decirle a su esposo que está embarazada, hasta que por error ve unos documentos de hospital que la dejan con la boca abierta y casi muerta en medio de esa habitación. Su esposo era estéril, no había duda de eso.Si no era de su esposo, ¿de quién era el bebé que estaba esperando?
Valery era una mujer sumamente hermosa, sin embargo, era tratada como la esposa trofeo de un aclamado empresario de Manhattan y ella estaba harta de eso. Su día a día solo podía resumirse a las exigencias de su esposo, por lo que ella no tenía más remedio que seguir sus pasos lentamente y sin quejas. No era fácil para ella tener que lidiar con la tensión de ser menospreciada con este, que llegara en las noches únicamente para decirle que era solo algo de esa casa.Joder, era su esposo, el hombre que le movía el mundo y ni hablar de que por él haría cualquier cosa de ser necesario. Hasta llegar a lo imposible.Ese día se había comenzado a sentir más cómo los días anteriores, por lo que optó por ir al centro médico más cercano para que le hicieran un chequeo y ver que tal iba todo con ella, sin embargo, no todo salió como ella tenía en mente. — Buenos días, doctor —saludó al hombre al otro lado del escritorio—. Gracias por atenderme —sonrió a medias—. Lamento que haya tenido que cancel
Valery no quería moverse de su sitio, estaba cansada de tener que sonreírles a las personas de ese sitio. Zeus la mantenía quieta, mientras conversaba con los inversionistas, y ella tenía que dar su mejor sonrisa para que no se dieran cuenta de que su matrimonio era una vil mentira que ella descubrió hace mucho tiempo.— Cada vez que nos vemos en este tipo de reuniones, su esposa se ve hermosa —dijo uno de los socios de su esposo, y ella sonrió lo mejor que pudo ante las palabras—. Lamento mucho que estén casados…— Mi esposa es hermosa y es una excelente mujer —dijo Zeus, besando su cabello levemente—. Me siento el hombre más afortunado de todos.— Por eso lo digo —el hombre levantó la copa en señal de brindis—. Cuídala, porque mujeres como ella no hay.— Lo sé.Ella mostró una sonrisa ladina al escuchar esas palabras. Su esposo era un buen actor y en esos cinco años de matrimonio nunca le mostró algo de afecto en privado y cuando lo tenía, se debía a que estaban con muchas personas.
Valery arregló un poco su cabello, antes de colocarse un gancho y dejarlo en un perfecto moño, tenía algo de tiempo para desayunar e irse a trabajar a la escuela. Usaba ropa de segunda mano para ir a ese sitio, puesto que si usaba la misma de siempre llamaría mucho más la atención.Zeus le comentó que no podía irse sin él, porque la quería llevar personalmente a la escuela, esa por si tenía un amante.— Buenos días —saludó a Zeus en cuanto llegaron al comedor—. ¿A qué hora nos iremos?— En cuanto terminemos de comer —respondió lleno de obviedad—. Siéntate, tienes que comer bien.— ¿Acaso hay cámaras ocultas?— Es posible —sonrió ladino—. Estás hermosa.— No voy a firmar ningún papel que tenga que ver con la empresa —tomó asiento al otro lado de la mesa—. En lo único que voy a poner mi firma, es en los papeles del divorcio.— Sí, eso no pasará —Zeus ladeó la cabeza, mientras las sirvientas servían el desayuno—. Vas a firmar todo lo que traiga, por algo eres mi esposa y eres socia de la
Valery, dejó escapar una risa cuando uno de sus alumnos se movió a su alrededor en busca de atención, esos niños eran tremendos y bien educados cuando estaban con ella. Siempre al pendiente de sus acciones para ganar regalos como incentivos por sus tareas realizadas. Seguía pensando en la conversación que tuvo antes con Harry.Eran muchas coincidencias en menos de veinticuatro horas y ni hablar de que su esposo se iba a poner furioso cuando supiera que tenía un amigo en el trabajo a medio tiempo en la escuela, se volvería odioso.Los rumores de que su matrimonio estaba en picada no se hacían esperar por nada en el mundo. Ella no tenía idea de que las cosas estaban mucho peor que antes, Zeus no tenía ningún tipo de remordimiento a la hora de hacerlo con otras mujeres.La última vez que estuvieron juntos, él se encontraba borracho y al día siguiente fue como un témpano de hielo…— Señorita Bustamante —escuchó la voz de Harry desde la puerta del aula—. Es la hora del almuerzo, ¿no quiere
Zeus apretó el puente de su nariz al ver las fotos que le habían entregado de su esposa. Jodida mujer y sus ganas de hacerlo enojar siempre. ¿Cómo era posible que ella estuviera de lo más feliz con un hombre en esa jodida escuela, mientras que él tenía que quedarse a trabajar para mantener todo a su alrededor?Ella era suya, fue su primero en todo y el amor que le tenía no podía irse de la noche a la mañana. Esas salidas en las noches ya tenían un nombre y era ese Harry que se le hacía conocido, solo que no sabía de dónde.— ¿Qué es lo qué pasa contigo? —preguntó Alan, colocando unos documentos delante de él—. ¿Pasó algo con tu esposa?— Sí, todo pasa con esa mujer del demonio —masculló enojado—. Sale de noche supuestamente a caminar, regresa cuando le da la gana y ni hablar de que no puedo decirle nada por qué se enoja conmigo.— Valery no sale de casa a menos que sea para dar clases en esa escuela —se sentó frente a él—. Tienes a Martha contigo, déjala ser feliz.— No, me casé con e
Valery llegó a su casa con el corazón en la boca. El enfrentar a su esposo fue algo que disfrutó bastante, verlo sin que pueda decir una sola palabra fue mucho mejor. Lo que no le cabía en la cabeza, era que él mandó a alguien a seguirla y que ya conocía sobre Harry.Era increíble cómo un hombre podía tener cientos de amantes y que su esposa tenía que quedarse a ver cómo todo su matrimonio se iba al carajo. Era de esas mujeres que el amor tenía que ser justo y necesario, nada de andarse con rodeos y mucho menos con palabras hipócritas que no llevarían a nada.— ¿Está todo bien, señora? —preguntó Gema, una de las sirvientas—. Acaba de llegar y la noto tensa. ¿Quiere un té?— Sí, Gema —suspiró, cansada—. Lo estaré esperando en el comedor.— Enseguida voy…— Mejor voy contigo hasta la cocina —dejó su bolsa sobre el sofá—. Me siento estresada y caminar un poco me ayudará.— El señor no permite que estemos cerca de usted y lo sabe —Gema la detuvo—, por favor, no venga.— Es mi casa, la que
Se mantuvieron hablando durante un rato más, hasta que Valery le pidió que le hiciera unos bocadillos, puesto que tuvo ese pequeño antojo de imprevisto, y que se lo llevara a su habitación. Se dio un largo baño, y al escuchar la puerta de su habitación ser abierta, supo que Gema no pudo haber entrado y que se trataba de su esposo. Tomó una bata de baño, se la puso con rapidez y salió de inmediato, viéndolo con sus aperitivos en las manos y comiéndolos como si fueran suyos.— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué es lo quieres de mí ahora? —preguntó enojada—. ¿No te basta con lo que hablamos en la empresa que ahora tienes que venir a molestarme a mi habitación?— Antes dormíamos aquí y hace más de un mes compartimos esta cama —Zeus siguió comiendo sus bocadillos—. ¿No quieres repetir lo que hicimos antes? ¿Tienes miedo de tu esposo?— Zeus, te doy asco —le recordó—. Me lo dijiste luego de casarnos. Que soy una niña en cuerpo de mujer, que hasta mis pechos eran pequeños para tus gustos exagera