Capítulo 341
Mi corazón tembló, levanté un brazo y lo pasé por detrás de Carlos, sin saber dónde debería colocarlo.

Él sollozó:

—No puedes morirte antes que yo.

Sentí un calor en mis ojos, y mis ojos también se llenaron de lágrimas.

Desde que me divorcié de Carlos, siempre sentí que la última conexión que tenía con el mundo se había roto. Me sentía como un globo desinflado, llevado por el viento a dondequiera que fuera.

Viajé con Néstor a otra ciudad, intenté calmar mi mente inquieta y tratar de llevar una vida normal, pero aunque pasé todo el tiempo del mundo mirando fijamente el acuario que separaba los peces, nunca sentí que ese fuera mi hogar.

Y en este momento, por fin sentí el amor de Carlos por mí. Él me dio un sentido de pertenencia.

Los ruidos de la multitud y las sirenas de las patrullas se convirtieron en un fondo mudo, ya no podía oír nada. Solo resonaban en mis oídos sus palabras llenas de cariño y confesión.

Porque en este instante, mi mundo se llenó de esperanza.

Le di unas
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