Capítulo 257
—¿Qué dijiste?

La mano de Carlos, que me sujetaba la barbilla, tembló repentinamente. No pudo controlar la fuerza y me la apretó con tal intensidad que me dolió:

—¿Qué dijiste? ¡Repite lo que acabas de decir!

Le di una bofetada para quitar su mano y sonreí suavemente:

—Te dije que te arrodilles y me pidas que regrese contigo, que me digas que me amas.

¡Ahora sí Carlos debería estar sorprendido!

Seguro pensaba que me había vuelto loca, que no entendía lo que estaba diciendo.

¿Pedirle a Carlos, presidente de la familia Díaz, que se arrodille? Nadie en Valencia se atrevería a decir algo así, y él me miraba con incredulidad.

Me equivoqué en parte, Carlos no estaba tan sorprendido por mi propuesta como por esa palabra amar.

Se estuvo preguntando a sí mismo qué lo impulsaba a no poder soltarme, incluso cuando la relación no tenía futuro.

De repente, se dio cuenta de que, al final, solo era una mujer. Solo un matrimonio de conveniencia.

¿Por qué esa mujer le había generado tal adic
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