Capítulo 146
Carlos se quedó en silencio, y la llama de deseo en sus ojos se fue apagando poco a poco.

Hizo un gesto con la mano y los sirvientes se retiraron, dejándonos solos en el espléndido salón.

No fue hasta que terminé de firmar que Carlos me permitió ponerme de pie. Me giró para enfrentarme a él, y sus oscuros ojos me miraron fijamente. A pesar de no decir una palabra, sentí que en ese momento nuestras almas se entrelazaban, creando una conexión profunda y casi indescriptible.

Sentí que nuestras almas estaban tan estrechamente unidas que era imposible separarlas, como si todo lo vivido juntos, fuera amor o desamor, siempre hubiera sido una especie de lazo inquebrantable.

Una sensación de felicidad indescriptible me envolvió y me dejó aturdida.

Carlos pasó su mano por mi cabello, desde la coronilla hasta las puntas que alcanzaban mi espalda, —¿Sra. Díaz, has mantenido tu cabello largo solo por mí?

Mis labios temblaron, sin comprender el significado de sus palabras.

—Has dejado todo pa
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