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Imi vive en Londres desde hace ya varias semanas y, sin embargo, apenas conoce nada de la

ciudad. El problema es que si las metrópolis son demasiado grandes para nuestra mente,

imaginémonos Londres. Imaginémonos una ciudad tan vasta y heterogénea, millonificada en

hilos de lo más enmarañados. Tupida y pululante como las ramas de un seto, ordenados en

apariencia, pero monstruosos después, al contemplarlos de cerca, y llenos de miles de nudos.

En este lugar tan incomprensible, destinado a la más completa impenetrabilidad por los siglos

de los siglos, Imi ha experimentado desde el principio una sensación de impotencia, y se ha

sentido pequeño, como un gusanillo, uno de los muchos que se mueven por Londres siempre de

prisa, y sin pausa.

¿Cómo podrá apañárselas él, acostumbrado a los bosques y a los ciervos de una pequeña aldea

húngara, para entender esta ciudad? ¿Para interpretar un lugar que en sus sueños le parecía

sencillo, pero que ahora, en la realidad, se le mostraba gigantesco, osc
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