El teléfono de Rodrigo estaba en altavoz, así que también escuché lo que decían. Rodrigo se quedó paralizado, con la expresión de incredulidad marcada en su rostro, sosteniendo tembloroso el móvil. —¿Cómo es posible? —murmuró.La sangre seguía saliendo de mí cada vez con más fuerza. Podía sentir que ese bebé tan difícil de conseguir me estaba dejando poco a poco. Sentí una tristeza infinita. Si esa llamada hubiera llegado un minuto antes, tal vez mi hijo se habría salvado. Pero incluso así, Rodrigo seguía sin creer que el bebé fuera suyo.Se agachó y, tirando de mi cabello, me obligó a levantar la cabeza.—Regina, ¿cuánto le pagaste a los del laboratorio para que te ayudaran a engañarme?Le sonreí con cierta amargura.—Rodrigo, ¿de verdad crees que tengo tanto poder? Si no me crees, puedes hacer otra prueba.Justo cuando iba a decir algo más, un grupo de personas irrumpió aterrada en mi casa. El primero en entrar fue mi papá. Al ver a mi mamá inconsciente en el sofá y a mí, cubierta d
Bajo la indicación del médico, la enfermera volvió a sacar el embrión. Tenía dos meses, ya con una forma humana definida, y estaba acurrucado en silencio. *Mi bebé.* Este era el anhelado hijo que había esperado durante siete años. No pude contener las lágrimas por más tiempo. El médico intentó consolarme, diciendo que todavía podría tener más hijos en el futuro. Quise quedarme con el embrión, pero me dijeron que era considerado desecho médico y que, por lo tanto, no me lo podía llevar. Al salir de la sala de operaciones, vi a mi papá y le conté lo ocurrido. Entonces, él le dijo al médico que era una prueba, y nos lo entregaron.Ansiosa, le pregunté a mi papá: —¿Y mamá? ¿Cómo está?—Tu mamá está bien. Solo fueron unos cuantos rasguños, y se desmayó por la presión alta —me contestó mi papá, quien parecía haber envejecido varios años en cuestión de días. Me sonrió, tratando de tranquilizarme un poco—. Tú descansa, y cuando te sientas mejor, te llevaré a verla.—¿Y Rodrigo? —volví a
Después de desahogar toda su frustración, Rodrigo levantó la cabeza de nuevo. —Aunque no me haya engañado con Jaime, seguro estuvo con otro. Si no, ¿de dónde salió el bebé? —lo soltó con dureza.Con voz siniestra le respondí:—Te lo creas o no, el niño era tuyo.—¡Eso es imposible! —Rodrigo lo negó de inmediato—. El doctor dijo que tengo baja motilidad en los espermatozoides, es imposible que pueda tener hijos.—Baja motilidad no significa que no tengas espermatozoides. Solo significa que es difícil, pero esto no imposible —intervino un policía que escuchaba atento la conversación. Después añadió, burlón—: ¿Con qué doctor te atendiste? Porque parece que no sabe mucho.—Fui al Hospital Especializado en Salud Masculina de la Calle Felicidad. Los doctores ahí saben lo que hacen, mucho más que tú —respondió Rodrigo con arrogancia.El policía soltó una carcajada:—Ahí está tu error, ese hospital es una verdadera estafa. Es una clínica privada y fraudulenta, hemos recibido decenas de denunc
Hasta que se llevaron a Rodrigo, no dejaba de decirme que me amaba. Pienso en los siete años que pasamos juntos, y en sus enardecidos puños estrellándose contra mí. Ya ni sé cuánto de ese amor era real y cuánto era solo mentira.Cuando Elena, a quien no veía hace tiempo, se enteró que Rodrigo iría a prisión, apareció de repente en mi puerta. Apenas me vio, empezó a suplicarme sollozante:— Regina, sé que tú y Rodrigo tuvieron un terrible malentendido por mi culpa. Te pido perdón, no debí ponerme tu ropa interior.Mientras hablaba, se daba bofetadas. Parecía muy sincera.— Llevan tantos años juntos, no arruinen su matrimonio por una simple tontería.Al oír eso, me enfurecí.— ¿Una tontería? Rodrigo le destrozó la espalda a mi madre a golpes y me hizo perder a mi bebé. ¿Llamas a eso una simple tontería? ¿Qué tal si te destrozo la espalda con un bate de béisbol?Elena retrocedió asustada y trató de minimizar un poco la situación:— Sí, Rodrigo hizo mal, pero tampoco es para tanto. Son jóv
El presentador, siendo profesional como es, evidentemente se interesó más por los escándalos de Elena. Apresurado me hizo más preguntas, y no tuve más remedio que contarle toda la historia: cómo Elena había buscado a otro hombre, pero me hizo quedar como la culpable, y cómo su hijo, Rodrigo, me golpeó de la peor manera hasta hacerme perder el bebé. El chat en la transmisión en vivo se encendió de inmediato:—¿Golpeó a su esposa hasta hacerla abortar? ¡Eso no lo haría ni un animal! —Lo sabía, esa señora tiene cara de ser mala persona. —¡Pero qué buena que es! Usar la ropa interior de su nuera para acostarse con otro hombre... ¡qué locura!Elena, visiblemente alterada, intentó asustada cubrir la cámara con sus manos. Al darse cuenta de que no podía vencer al camarógrafo, se giró hacia mí, acusándome.—Regina, esto es demasiado. No solo tu papá metió a mi hijo en la cárcel abusando de su poder, sino que ahora también me estás difamando aquí —gritó furiosa.Cruzando despreocupada los
En mi séptimo año de matrimonio con Rodrigo Jiménez, por fin tuvimos nuestro primer hijo.Cuando le mostré felizmente el informe del embarazo, enfurecido me preguntó:—¿De quién es este niño?Me quedé atónita. —Es tuyo, por supuesto.—Llevamos siete años casados sin hijos, me voy de viaje dos meses y quedas embarazada. ¿Me estás acaso tomando el pelo?Al oír esto, sentí que mi corazón se helaba. El bebé ya tenía dos meses, ¿cómo no cuadraban las fechas?Mi suegra, Elena, se burló agazapada desde un lado: —Con razón salías tanto por las noches, así que ibas a buscar a otros hombres.Yo salía por las noches porque hacía horas extra en el trabajo.Sus viles acusaciones me hicieron llorar de rabia. Finalmente le dije a Rodrigo:—Si no me crees, ¡hagamos una prueba de paternidad!Para mi gran sorpresa, Rodrigo aceptó de inmediato.Totalmente decepcionada con él, me fui a casa de mis padres después de hacer la prueba.Los resultados tardarían tres días. Acordamos con Rodrigo ir juntos al hos
Recogí apresurada el celular de Rodrigo y lo miré.La pantalla mostraba su conversación con la esposa de Jaime Medina. Jaime era compañero de universidad de Rodrigo.Yo había visto a la esposa de Jaime varias veces, incluso podría decir que éramos conocidas.En el chat, la esposa de Jaime le decía a Rodrigo que yo estaba teniendo una amorosa aventura con su marido. Rodrigo al principio no lo creyó, hasta que ella le envió una foto. Era una foto de una ropa interior bastante reveladora.Esa ropa me resultaba ser bastante familiar, la había usado la noche antes de que Rodrigo se fuera de viaje por trabajo.Pensé por un momento que todo debía ser un malentendido.Aterrada le dije:—Rodrigo, esa no es mi ropa interior.Al oír eso, él se enfureció aún más. Se acercó, me quitó el celular de las manos y busco en mis fotos. Luego me agarró del cabello y me puso el teléfono justo en los ojos.—¡Míralo bien! Si no es tuya, ¿de quién es?Vi rápido otra foto. En una de las esquinas de la prenda es