Mi marido me hizo abortar por malentendido
Mi marido me hizo abortar por malentendido
Por: Micaela
Capítulo 1
En mi séptimo año de matrimonio con Rodrigo Jiménez, por fin tuvimos nuestro primer hijo.

Cuando le mostré felizmente el informe del embarazo, enfurecido me preguntó:

—¿De quién es este niño?

Me quedé atónita. —Es tuyo, por supuesto.

—Llevamos siete años casados sin hijos, me voy de viaje dos meses y quedas embarazada. ¿Me estás acaso tomando el pelo?

Al oír esto, sentí que mi corazón se helaba. El bebé ya tenía dos meses, ¿cómo no cuadraban las fechas?

Mi suegra, Elena, se burló agazapada desde un lado: —Con razón salías tanto por las noches, así que ibas a buscar a otros hombres.

Yo salía por las noches porque hacía horas extra en el trabajo.

Sus viles acusaciones me hicieron llorar de rabia. Finalmente le dije a Rodrigo:

—Si no me crees, ¡hagamos una prueba de paternidad!

Para mi gran sorpresa, Rodrigo aceptó de inmediato.

Totalmente decepcionada con él, me fui a casa de mis padres después de hacer la prueba.

Los resultados tardarían tres días. Acordamos con Rodrigo ir juntos al hospital a verlos. Si el niño era suyo, se arrodillaría para pedirme perdón. Si no lo era, nos divorciaríamos al instante y yo me iría sin nada.

Durante esos tres largos días, Rodrigo no me contactó ni una vez.

Enojada y triste, le dije a mi madre que cuando salieran los resultados, mejor abortaría y me divorciaría de él.

Mi madre me aconsejó darle una oportunidad. —Rodrigo te ama con locura. En todo este tiempo sin hijos nunca dijo nada en lo absoluto. Es normal que tenga dudas al respecto, si de repente quedas embarazada. Ya verás, cuando salgan los resultados mañana, Rodrigo se dará de bofetadas a sí mismo.

Tenía razón. Aunque Rodrigo solía ser algo temperamental, realmente me amaba. Decidí seguir el sabio consejo de mi madre y darle otra oportunidad.

El día de los resultados, me quedé dormida. Justo cuando me preparaba para salir, sonó en ese preciso momento el timbre.

Abrí la puerta y Rodrigo estaba afuera. Pensé que había visto los resultados y venía a disculparse y recogerme.

—Rodrigo, ya viste los resultados, ¿verdad? Yo nunca...

No pude terminar la frase. Rodrigo me dio una sonora bofetada.

Era muy fuerte. El golpe me dejó aturdida, con la boca sangrando y un terrible zumbido en los oídos.

Levanté la cabeza, mirándolo incrédula. —¡Rodrigo, te has vuelto loco!

¡Pam…! Otra cachetada.

Retrocedí unos cuantos pasos, perdí el equilibrio y caí al suelo. Mi cuerpo golpeó la mesa. Las cosas sobre la mesa cayeron al suelo.

El ruido atrajo asustada a mi madre desde el dormitorio. Salió corriendo, gritó y me ayudó a levantarme.

—¡Rodrigo! ¿Cómo te atreves a golpearla?

—Se lo merece —los ojos de Rodrigo estaban rojos de ira. Agarró enfurecido la caja de pañuelos de la mesa y me la arrojó—. Carmen, ¡me has puesto los cuernos! ¡Hoy te mataré, maldita zorra!

Vi volar la caja de pañuelos y me aparté temerosa con mi madre.

¿Qué quería decir? ¿Acaso los resultados decían que el niño no era suyo?

Dije: —Nunca he estado con otro hombre. Debe haber algún malentendido.

—¿Malentendido? —Rodrigo, rechinando furioso los dientes, sacó su teléfono, buscó algo y me lo arrojó—. La evidencia es concluyente. No hay ningún maldito malentendido al respecto.

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