Capítulo 57

Cuando estuvieron dentro de la mansión, Aleckey la miró con una furia que no pudo ocultar. Sus ojos brillaban con ese dorado salvaje, y su mandíbula apretada mostraba la frustración que hervía dentro de él. Se acercó a Calia con pasos firmes, la distancia entre ellos se acortaba con cada segundo que pasaba. La tensión era palpable, y el aire a su alrededor parecía cargarse con electricidad.

—¿Qué demonios pensabas, Calia? —rugió, su voz cargada de enojo—. ¿Qué clase de juego es este? No puedes coquetear con él.

Calia no se movió, mantuvo la mirada fija en él, aunque sus manos temblaban ligeramente. Sabía que él estaba fuera de sí, pero se negaba a ceder ante el miedo, ella sabía que el alfa nunca la lastimaría. Se aprovecharía de esta situación, no hay vuelta atrás, ya había tardado demasiado para tener venganza.

—¡No estábamos coqueteando, Aleckey! —respondió con firmeza, su tono firme y serio—. Laurent solo fue amable conmigo. Me contó algunas anécdotas sobre su manada, sobre cosas
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