La cocina era un caos de risas y cuchillos chocando contra los platos mientras el desayuno avanzaba en medio de un ambiente bullicioso. La luz matutina entraba por las grandes ventanas, iluminando la mesa repleta de hot cakes, frutas y tazas de chocolate caliente.Ethan, con su café negro en una mano y el periódico en la otra, observaba a los niños devorar su desayuno como si hubieran pasado días sin comer.—¿De dónde sacan tanto apetito? —preguntó con incredulidad, arqueando una ceja.Adrián, con la boca llena, apenas pudo responder.—¡Arthur cocina rico!Donkan asintió enérgicamente, con el sirope chorreando por su barbilla.—¡Sí! ¡Yo podría comer esto todos los días!Ethan miró su propio plato, que tenía una porción mucho más modesta en comparación con la de los niños, y luego miró a Ava, quien también los observaba divertida.—No sé si deba estar impresionado o preocupado —murmuró, tomando un sorbo de café.Ava soltó una risa y le dio un golpecito en el brazo.—Son niños. La comid
El estruendo de sillas rechinando contra el suelo y risas infantiles resonó por toda la cocina cuando Adrián y Donkan terminaron sus platos. Sin esperar un segundo más, los niños saltaron de sus asientos y salieron disparados como pequeños torbellinos fuera del comedor.—¡Vamos a empacar nuestras cosas! —gritó Adrián emocionado mientras arrastraba a Donkan de la mano.—¡Yo me llevo mi espada de juguete por si hay dragones! —exclamó Donkan con la seriedad de un caballero en una misión sagrada.—¡Y yo mi consola! ¡No podemos ir de viaje sin videojuegos!Los pasos apresurados retumbaron en el pasillo mientras los dos desaparecían por la puerta, dejando atrás la cocina en un completo desorden. Platos sucios, restos de sirope y migajas de hot cakes eran testigos del festín matutino que acababa de ocurrir.Ava los observó con una sonrisa divertida antes de girarse hacia Ethan, quien aún tenía su taza de café en la mano y miraba con un dejo de incredulidad la destrucción dejada por los niños
El beso terminó con un leve cosquilleo en los labios de Ava, pero la calidez que la envolvía se disipó de inmediato. Como si una sombra hubiera cruzado su mirada, su semblante cambió, y la sonrisa que segundos antes iluminaba su rostro se desvaneció. Su respiración se tornó más lenta, y bajó la vista, mordiéndose el labio con inquietud mientras sus dedos se enredaban en la tela de su blusa, retorciéndola sin darse cuenta.Ethan lo notó al instante.—¿Qué ocurre? —preguntó con el ceño fruncido, deslizando su mano con firmeza por su espalda en un gesto reconfortante.Ava vaciló, debatiéndose entre guardarse sus pensamientos o dejarlos salir. Finalmente, suspiró y habló en voz baja, casi como si le costara admitirlo.—Es solo que… he estado tan feliz aquí contigo, con Adrián y Donkan, que olvidé todo lo demás —confesó con una sonrisa amarga—. Olvidé que mi madre sigue en una clínica, convaleciente… y que mi padre sigue siendo el mismo borracho de siempre.Ethan no respondió de inmediato.
Ava tarareaba una melodía despreocupada mientras lavaba los platos, moviéndose con una gracilidad natural que contrastaba con la energía arrolladora que solía irradiar. Sus caderas se balanceaban de un lado a otro al ritmo de la canción, y en más de una ocasión, dejaba caer espuma sobre la encimera sin notarlo.Desde la puerta, Ethan la observaba en silencio. Apoyado contra el marco, con los brazos cruzados sobre su pecho, se permitió disfrutar de la escena por un momento. Había algo en la forma en que Ava se movía, en su despreocupación genuina, que le resultaba casi hipnótica.Pero no tenía tiempo para distracciones.Exhalando con discreción, se apartó de la puerta sin hacer ruido y sacó su teléfono del bolsillo. Marcó un número que ya tenía memorizado.—¿Sigues en la mansión? —preguntó sin rodeos cuando la llamada fue atendida.La voz de Arthur llegó al instante, despreocupada pero siempre atenta.—Sí, señor. Estoy en el patio. Pensé que querría algo de privacidad para estar con su
Arthur salió del estudio con una expresión que oscilaba entre la incredulidad y el desconcierto absoluto. Había algo en el aire, algo que no podía explicar, algo que parecía sacado de una película de ciencia ficción. Ethan Moreau, el hombre más implacable que conocía, el hombre cuya vida estaba completamente dominada por la precisión, el control y el trabajo incesante… ¿tomándose vacaciones?No. No, eso no podía ser real.Arthur se quedó unos segundos parado en el pasillo, mirando el vacío que se extendía frente a él, como si esperara que la revelación de lo que acababa de escuchar fuera algún tipo de pesadilla de la que pronto despertaría. Pero no lo era. Ethan había hablado en serio. Y si Ethan Moreau, un hombre que solía considerar las vacaciones un lujo innecesario y una debilidad, estaba planeando ausentarse… algo debía estar pasando.El problema no era solo que Ethan estuviera considerando tomarse un descanso; era que lo estaba haciendo de manera completamente ajena a lo que Art
Ethan no podía dejar de pensar en Ava y en su intercambio de risas con Arthur. La imagen de ella sonriendo tan libremente, tan cómoda en presencia de otro hombre, lo carcomía por dentro. Era un veneno lento y corrosivo que se expandía con cada carcajada que recordaba. Cerró su computadora con tanta fuerza que el sonido seco del golpe resonó en la habitación, pero ni siquiera eso apaciguó la furia creciente en su pecho. Su mandíbula se tensó, sus dedos se crisparon sobre el escritorio. No podía ignorarlo. No podía simplemente fingir que no le importaba.Se puso en pie de golpe, su silla rechinó contra el suelo, pero no le prestó atención. Su humor ya estaba envenenado, con su mente atrapada en un torbellino de imágenes que no dejaban de repetirse: la manera en que Ava inclinaba la cabeza con interés, el brillo de sus ojos cuando Arthur decía algo que le causaba gracia, la manera en que su risa fluía sin reservas.A medida que avanzaba hacia la cocina, sus pasos eran firmes, decididos,
Ethan no podía quitarse la imagen de Ava y Arthur compartiendo risas. Cada vez que pensaba en ello, una extraña mezcla de celos y curiosidad lo invadía. Mientras intentaba calmarse, un pensamiento aún más persistente comenzó a rondar su mente: ¿Qué había dicho Arthur que tan divertido había hecho reír a Ava de esa manera? Decidió que debía preguntarlo. La inquietud que le carcomía el pecho no solo era celosa, sino también alimentada por una curiosidad insaciable, como si una parte de él necesitara conocer el origen de esa conexión tan inesperada entre ellos.Ava, como si leyera sus pensamientos, se acercó a él. Esa cercanía solo aumentó la tensión en el aire, y Ethan sintió como si su mente estuviera atrapada en una maraña de inseguridades y celos. A pesar de los pensamientos que lo invadían, algo en él quería saber qué era tan especial entre ella y Arthur. Finalmente, se decidió a romper el hielo, aunque el tono de su voz intentara disimular la incomodidad.—¿Qué fue tan gracioso?
Ava, viendo la reacción de Ethan, no pudo evitar reírse también, pero de una manera más contenida, con los ojos brillando de diversión. Su risa era como una melodía que no podía callar, aunque se esforzaba por controlarse. Se acercó a él, sentándose junto a él con una sonrisa que claramente decía que estaba disfrutando mucho del momento. Había algo en la forma en que Ethan reaccionaba que le hacía sentirse cómoda, incluso cuando las cosas no eran precisamente normales.—Sí, parece que Arthur tiene una imaginación un poco... desbordada —dijo entre risas, mientras lo miraba con cariño. Aunque seguía divertida por la ocurrencia de Arthur, su tono se suavizó, como si ahora se tratara de algo más cercano, algo más íntimo. No era solo la risa lo que la mantenía cerca de él, sino también ese ambiente de complicidad que parecía nacer de situaciones como esta, donde todo se volvía más ligero y menos importante.Ethan, con su risa aún entrecortada, la miró fijamente, incapaz de dejar de sonreí