Sven no estaba convencido de la idea de William de irrumpir en ese momento en la mansión de Asad. No es que no tuviera asuntos que resolver allí o enigmas por descifrar, pero tal vez interrumpir una reunión familiar no era lo más adecuado. Se arriesgaban a crear un enemigo antes de tiempo.—No sé si sea adecuado presentarnos en casa de Asad sin avisar —dijo Sven mientras conducía el coche de William hacia la mansión.—No lo es, no es nada adecuado, pero no me importa —aseguró el americano, visiblemente molesto. Sabía que en ese preciso instante Said, el amor de su vida, estaría conociendo a su futura esposa, o al menos a la mujer con la que lo querían casar.—Debes disimular. Asad es un hombre peligroso y si sospecha de tu relación con su hijo, tú serás el primero en morir —advirtió Sven.William soltó una carcajada.—¡Bah! No es tan fácil matarme ni siquiera para él. Llevo años preparándome para una guerra con ese hombre, para arrancarle a Said de las manos y sacarlo del país.—Enton
Nadia observaba la escena, comprendiendo de repente la realidad que ataba a Said. La imposibilidad de elegir pareja libremente, de estar con la mujer que amaba. Un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿sería esa mujer una persona casada, o tal vez divorciada?En este mundo, el origen de una mujer importaba poco, siempre y cuando conservara su pureza y castidad. Nadia estaba segura de que el padre de Said no se habría opuesto a una artista como pareja para su hijo. El futuro de una mujer no era relevante, pues se asumía que su único destino era ser madre y esposa obediente.Un amargo sarcasmo se apoderó de Nadia mientras arrancaba un pétalo de la rosa. Recordó la reacción de su padre cuando le confesó su amor por un pintor: la había juzgado y condenado, asegurando que esos artistas solo conducirían a la ruina a una familia como la suya. Como si alguien pudiera amenazar la vasta fortuna que poseían, dueños de un tercio de los pozos petrolíferos de Irán.Sin embargo, la preocupación actual
William, un maestro en detectar las debilidades de sus adversarios, se encontraba en una posición incómoda. En ese momento, su peor enemigo era Asad, el hombre que caminaba a su lado hacia el salón. La mirada penetrante de Asad lo incomodaba, y esa sonrisa no lograba disipar la sensación que tenía de que algo no andaba bien.—¿Se encuentra bien? —se atrevió a preguntar de repente, algo que ni siquiera sus hijos se habían atrevido a preguntar a Said desde que lo vieron usando un bastón—. Siento que ese bastón se le hace cada vez más imprescindible. ¿Está enfermo?Asad, con una sonrisa de oreja a oreja, respondió a William, aunque su expresión parecía contradecir sus palabras.—Algo así. Pero eso no va a matarme. Solo es una gota.—Oh... ya entiendo —respondió William, sin saber qué creerle.Inquietud en el aire:Mientras tanto, Amir e Irina observaban con sorpresa desde el umbral de la sala. La presencia inesperada de William había desconcertado a ambos, y su expresión confundida lo re
En el despacho de Asad reinaba una atmósfera densa, cargada de expectación. Los presentes se congregaban alrededor de la amplia mesa de caoba, sus miradas cruzándose con una mezcla de curiosidad y recelo ante lo que estaba por acontecer.Asad, con su figura imponente, presidía la escena desde el asiento principal. William, por su parte, se encontraba de pie frente a él, sosteniendo un sobre con la fórmula en cuestión entre sus manos, transmitiendo una mezcla de cautela y determinación.El padre de Nadia, buscando la opinión de su futuro consuegro, rompió el silencio:—Asad, ¿qué piensas de todo esto?Asad frunció el ceño levemente mientras contemplaba el sobre que William sostenía con firmeza.—Estoy intrigado. William ha mencionado algo bastante interesante —respondió, dejando entrever un atisbo de interés por la propuesta.El padre de Nadia, con una expresión inquisitiva en su rostro, se inclinó hacia delante.—Explícanos más sobre esta fórmula, por favor —solicitó, dirigiéndose a W
A pesar de su desacuerdo en algunos puntos, el padre de Nadia no podía estar más de acuerdo con esa afirmación: no era decente que su hija viajara con su prometido antes de casarse.—Creo que en eso Asad sí tiene razón, hija. No estaría bien que tú y Said viajen juntos, a menos que quieran casarse esta semana.Tanto Said como Nadia negaron rápidamente ante esa afirmación.—Les dijimos que queríamos un compromiso largo para conocernos antes, en eso no vamos a cambiar de opinión— aseguró Said —y es obvio que tienen razón, no estaría bien que Nadia viajara conmigo todavía, así que seré yo quien vaya a los Estados Unidos con William esta tarde.Asad negó con la cabeza, no confiaba en lo que pudiera hacer su hijo por ahí. Con más razón, sabía que en el fondo del corazón Said no quería comprometerse y ya había escapado un hijo de su dominio hacía años. No permitiría que sucediera otra vez.—No, ni tú ni Nadia viajarán a los Estados Unidos. No hasta que su compromiso esté claro y firmado.Am
Cuando Irina conoció a ese hombre en los Estados Unidos.Desde el primer instante, la figura de Sven irradiaba una impecable compostura, envuelta en un halo de discreta seriedad.Irina recordaba cómo, al principio, había sentido una leve turbación ante la presencia de aquel hombre que parecía nacido para destacar. Su porte erguido y su mirada firme proyectaban una innegable autoridad, una presencia que imponía respeto y, en cierta medida, incluso cautela.Sin embargo, mientras conversaban en ese jardín, algo estaba cambiando. Irina se sentía cada vez más cómoda a su lado. Notaba ese sutil acento ruso que le resultaba entrañable. Después de todo, ella ya no tenía familia en Rusia, y aquello le despertaba una incomprensible ternura.—Entonces, dígame, señor Sven, ¿de qué parte de Rusia es usted?La conversación fluía con naturalidad, y el tiempo parecía haberse detenido. Ni siquiera se habían dado cuenta, pero en ese instante, Sven se tensó. Irina lo percibió de inmediato, como una invi
Said se sentía como si caminara sobre nubes de algodón de azúcar mientras abandonaba el lugar junto a William. Habían logrado escabullirse del bullicio del día para disfrutar de un tiempo a solas antes de reunirse con Nadia y su padre en el aeropuerto. El sol bañaba el día con su cálido resplandor, el viento les acariciaba los rostros y el aire vibraba con la emoción de la libertad recién conquistada.Al llegar a la casa de William, se miraron con complicidad, compartiendo la expectación por lo que estaba por venir. La luz del sol se filtraba entre las hojas de los árboles, creando un juego de luces y sombras en el camino que conducía a la entrada. Aunque habían acordado encontrarse con Nadia y su padre en el aeropuerto, en ese momento solo anhelaban estar a solas, sin testigos que delataran su secreta conexión.William introdujo la llave en la cerradura y la puerta se abrió con un suave chasquido. Miró a Said con una sonrisa traviesa y le tendió la mano, invitándolo a entrar.—Bienve
Nadia estaba recogiendo sus cosas y haciendo la maleta radiando emoción en cada gesto. Estaba ilusionada por la oportunidad de viajar a los Estados Unidos con Said y William, no solo por la aventura en sí, sino también por las posibilidades que se abrían ante ella. Sabía que este viaje le brindaría la oportunidad de descubrir la verdadera naturaleza de la relación entre el americano y su prometido, y eso podría ser la clave para su libertad.Mientras doblaba cuidadosamente su ropa, su mente maquinaba planes y estrategias. Si lograba descubrir exactamente qué vínculo existía entre Said y William, podría utilizar esa información para hacer un trato con ellos, colaborar en los negocios de la empresa y, al mismo tiempo, asegurar su propia independencia. Sería una mujer libre, a pesar de estar comprometida. Nadia querría casarla con un hombre que pudiera intentar abusar de ella, y ella tendría la oportunidad de cubrir la relación de Said sin problemas, tal vez hasta podría volver con Jamal