Capítulo 6
Susana se entregó la caja de regalo a Lorena y le dijo:

—Señorita Suárez, ¿sigue enfadada por lo que pasó ayer? Lo siento mucho, me enteré de que ayer era su tercer aniversario de matrimonio, pero por desgracia Juan se ha ocupado conmigo y con el bebé y se olvidó de este día.

Este es el regalo que hemos elegido juntos para ti, espero que te guste.

Al terminar decirlo, se la acercó y le susurró en voz baja:

—Por cierto, ¡yo también tengo el mismo collar!

Luego observó la expresión de Lorena con la mirada provocativa e irónica.

Después de escuchar sus palabras, Lorena ya entendió que Juan y su amante le había preparado el mismo collar que el suyo, lo cual le sonaba muy ridículo. Lorena no sabía cómo describir su estado de ánimo, pero de veras le dio náusea como si hubiera pisado la mierda.

Ella miró a Susana con frialdad. De repente, levantó bruscamente la mano, tiró el objeto que tenía en la mano y habló:

—Deja de ser hipócrita.

Susana mudó de color, le dijo mirándola con un aspecto lastimoso:

—Sé que estás enfadada conmigo, pero el niño es inocente, ¿lo podrías aceptar?

Dijo esto llorando y luego empezó a sollozar con aspecto lamentable.

—Lorena, ¿qué estás haciendo?

La reprochó Juan con voz fría, se levantó de la silla con mal aspecto. Al ver a la sollozante Susana y las cosas tiradas por el suelo, puso peor cara porque Lorena intimidó a Susana delante de él.

Con los ojos llorosos, patéticamente le agarró a Juan del brazo y sollozó:

—Es normal que la señorita Suárez se enfade, no pasa nada si no le gustan los regalos que he elegido, solamente intento rogarle que sea más amable con mi hijo, no quiero destruir vuestro matrimonio.

Juan miró fijamente a Lorena frunciendo sus cejas al oír eso. Sus ojos oscuros y profundos estaban llenos de frialdad y depresión.

Y Lorena veía la actuación de Susana mientras admiró que era realmente actriz suficientemente profesional. Sonrió y habló con voz indolente:

—Después de ser una amante e incluso dar a luz a un niño, ¿por qué pretendes ser inocente? ¿No te parece ridículo?

Susana cambió de color la cara, apoyándose suavemente en Juan y llorando con expresión ofendida, el cual mostró un aspecto muy serio y hosco, con los ojos negros y sombríos. Le advirtió con indolencia:

—Lorena, deja de hablar cosas feas, ella no es mi amante, será mejor que hables con ella con respeto.

Juan la defendió firmemente y no permitió que sufriera ninguna injusticia de tal manera como si Lorena fuera una persona malvada que intentaba separarlos. Entonces en su opinión Susana no era una amante, ¿acaso lo era Lorena?

Con la vista indiferente, miró a la persona delante de ella, sin ninguna emoción, y dijo sarcásticamente:

—¿Es digna de mi respeto?

Conteniendo el escalofrío que sentía, Lorena le dirigió una mirada indolente a Juan, mientras que la imperturbabilidad que Juan percibió en su rostro le extrañó un poco. No obstante, reprimió este sentimiento pronto.

Oía el lastimoso llanto de Susana y sólo sentía incomodidad. La miró a Lorena con un aspecto indiferente y serio y la mandó:

—¡Lorena, pide disculpas a Susana!

—¿Disculparme? —Un poco sorprendida, le preguntó y lo miró con ironía.

En ese momento, Susana se mordió el labio inferior, trajo una taza de café de la mesa y se la acercó mansa y cuidadosamente:

—Lo siento, señorita Suárez, debería pedirle disculpas.

Al decir eso, obligó a Lorena a aceptar el café, pero lo rechazó.

Al ver que estaba a punto de verter el café sobre Lorena a empujones, la ira reprimida en el corazón derrotó repentinamente su razonamiento. Entonces, esquivó hacia atrás y le dio una fuerte bofetada a Susana.

—¡Pum!

Se oyeron la bofetada y el sonido de quebrantamiento de taza simultáneamente. Y en este momento Lorena estaba sacudiendo la mano algo entumecida y se sentía indescriptiblemente animada. Sin embargo, se hizo un silencio embarazoso un instante.

Sorprendida y aterrorizada, Susana débilmente tapó la cara rápidamente enrojecida e hinchada, con los ojos llenos de lágrimas. Juan miró a Lorena con incredulidad, a pesar de la suciedad en su ropa, enseguida protegió a Susana detrás de sí. Con sus ojos llenos de frialdad y susto, le preguntó:

—Lorena, ¿estás loca?
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