Capítulo 10
Por la noche, Elena la llevó al club a divertirse con sus amigas. Lorena no negó la invitación. Ellos hablaron y rieron como si se hubiera remontado a los días sin preocupación de antes de casarse. En el intervalo, fue al baño. Inesperadamente, se encontró con Susana. Lorena desvió la mirada, cogió lápiz de labios de su bolso para arreglarse el maquillaje y fingió no reconocerla.

Sin embargo, cuando Susana vio a Lorena brillante y seductora, y sentía mucha envidia inconscientemente, así que le dijo:

—Señorita Suárez, no esperaba que fuera tan juguetona, acompaño a Juan a socializar, ¿quieres saludarlo?

Parece que ellos los dos ya vivían juntos. Lorena notó su ostentación y tiró impasible las comisuras de la boca. Mirando el rostro afectado de Susana desde el espejo, dijo con su voz fría:

—Si realmente tiene capacidad, haz que Juan se divorcie de mí, si no, no vengas a meterte conmigo, ten cuidado que te daré una bofetada.

Lorena la amenazó sin menor cortesía y le lanzó una mirada fría de reojo. Viendo su aspecto rígido, se dio la vuelta y se alejó. Sin embargo, un trozo de papel cayó inadvertidamente de su bolso, pero no lo notó y se marchó directamente.

Al ver este papel, Susana se agachó y lo cogió. Fue un informe de prueba. Cundo leyó los resultados en él, cambió de colores bruscamente.

¡Resultó que estaba embarazada!

Susana aferró con fuerza este informe, la inquietud dentro de su corazón se expandió instantáneamente y su nerviosismo llegó al máximo. Entonces, ella respiró rápidamente y pensó: «Si Juan se enteró del embarazo de Lorena, ¿yo no sería un caso perdido?»

Si en este caso, sería aún más imposible que ella y su hijo fueran admitidos por la familia López, por lo que se notó un poco de sombría y crueldad en los ojos de Susana. Pensó:《¡No podía permitir que nadie estorbara el paso!

......

Cunado regresó al palco, y todos los demás estaban casi borrachos. Elena se despidió de ellos saludándolos, y Lorena salió fuera y esperó a Elena y al chófer. Se quedó de pie en el cruce, con las farolas a su alrededor algo oscuras.

Mientras tanto, Susana se sentó en el coche y miró a Lorena allí con una expresión hosca.

Lorena sonrió con ternura, con una mano tapada en el vientre, como si hablara con el niño que llevaba en el vientre bajando la cabeza.

La ira y la crueldad de Susana estallaron en un instante. Agarró con fuerza el volante con la mirada sombría y feroz. En ese momento sólo había un pensamiento loco en su mente, ¡chocar y matar al hijo de Lorena!

Y no permitía que Lorena y su hijo se convirtieran en un obstáculo. Si los mataran, nadie podría robarle a Juan. Creía que todo eso debería haber sido suyo al principio.

Entonces pensó: «Lorena, tú y tu hijo, ¡váyanse al infierno!»

Al pensarlo, Susana tensó el cuerpo, apretó los dientes y pisó a fondo el acelerador y le maldijo:

—¡Vete al infierno!

Cuando Lorena levantó la vista, la cegó una luz desde el otro lado de la calle, y ni siquiera pudo abrir los ojos.

Entonces, se oyó un ruido estridente y un coche se dirigió hacia ella. En ese instante, su mente se quedó en blanco y se le helaron las manos y los pies.

Cuando el coche la golpeó, vio quién conducía.

Fue Susana.

El ruido agudo rompió el silencio nocturno.

Pum-

Lorena voló por los aires por el choque y cayó pesadamente al suelo.

Enseguida sintió un dolor intenso, como si todo su cuerpo volviera a ser aplastado, y entonces todo el dolor se centró en su vientre.

Un líquido caliente fluyó desde abajo, como si algo estuviera desapareciendo lentamente en su cuerpo.

Su corazón se contrajo mientras el miedo y un dolor intenso la envolvieron.

Sin embargo, ahora ni siquiera podía moverse, como si fuera abandonada por el mundo. Su deseo único actual era salvar a su bebé porque había decidido criarlo sola.

No obstante, en ese momento, la vida dentro de su cuerpo se vio obligada a irse, ella iba a perder a su bebé, pero no podía hacer nada. Al pensarlo, las lágrimas corrían por su cara junto con la sangre.

No podía decir nada debido al dolor, sólo el resplandor de la luz fría llenaba su entorno, olía el fuerte olor a sangre y sus ojos se volvieron cada vez más borrosos.

¡Entonces no había conseguido nada de tres años de matrimonio de hecho! Cuando lo pensaba, era como si le hubieran aplastado el corazón con la mano. El dolor se extendió a todos los nervios.

Se hizo el silencio sepulcral a su alrededor.

Sin embargo, era como si oyera los gritos de pánico e histeria de Elena.

El zumbido en sus oídos se hizo más y más pequeño...

Pronto, se desmayó completamente.
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