Salí de ahí con la cara roja por la vergüenza ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo iba a conseguir un empleo?
Sin pensarlo dos veces tomé un camión para ir hasta el Dreams Resort, estaba furiosa y decidida a hablar con Marco Duran, era muy injusto que me corrieran por algo que no hice, pero sobre todo que me cerraran las puertas en todos lados para que no consiguiera trabajo.
Estaba tan furiosa que tenía la mente nublada, en ese momento lo único que pasaba por mi cabeza era detener esa injusticia, yo no merecía lo que me estaba pasando.
Bajé del camión y caminé hasta la puerta de entrada, pero no la puerta de empleados, por ahí no iba a pasar de la caseta, así que opté por dar la vuelta y entrar por la playa, gracias a Dios las playas son federales, aunque los grandes hoteles las privatizan, no pueden evitar que personas ajenas al hotel caminen por la playa.
No sé si fue buena o mala suerte, pero ahí, enfrente de mí, bajo la sombra de un gacebo de mantas blancas, se encontraban Marco Duran y la señora Clara Bella, se les veía de lo más felices, disfrutando de un exquisito coctel.
Ellos no me vieron aproximarme, yo estaba furiosa, no tenía control de mis emociones, así que sin pensarlo, llegué hasta la mesa, cuando me vieron fue demasiado tarde.
—¿Están felices? Debe ser muy divertido para personas como ustedes que lo tienen todo, arruinarle a la vida a una persona como yo que tiene que trabajar para ganarse la vida.
Actué sin medir las consecuencias de mis acciones, el coctel de colores mandarina y naranja arruinó por completo la fina ropa de la pareja, el vestido blanco y la camisa de lino quedaron manchadas por el líquido frío de la copa.
—¿¡Estás loca!? ¿¡Qué te pasa!? ¡Además de ladrona loca! — Me gritó la señora Clara Bella.
—No sé de qué estás hablando niña, pero no me interesa escucharte, si no te largas ahora, nada me va impedir que te mande a la cárcel — Marco Duran me sostuvo del brazo en el que sostenía la copa de vidrio.
Nuestras miradas se encontraron frente a frente, me miraba con furia, pero al mismo tiempo había algo en sus ojos que parecía un sentimiento de decepción, o de dolor, no sabía cómo interpretar ese brillo especial que yo hubiera querido que fuera al menos empatía.
—Yo no soy una ladrona, y le juro que el día que se dé cuenta de la injusticia que cometió conmigo, su conciencia no lo va a dejar vivir tranquilo.
—¡Lárgate! Y si te vuelves a acercar a mi hotel, no me voy a tentar el corazón y voy a llamar a la policía.
Su mano me apretaba el brazo tan fuerte, que sentía que me estaba cortando la circulación sanguínea, cuando me soltó, no pude evitar perder el equilibrio y caer sentada sobre la arena.
Las lágrimas salían de mis mejillas por el coraje y por la impotencia, la sonrisa de burla de la señora Clara Bella se me clavaba como un puñal en la espalda, pero los ojos de Marco Duran, se me clavaban como dagas en el corazón.
—Vamos mi amor, no vale la pena seguirse desgastando con esta ladrona — Dijo la vieja odiosa y lo tomó de la mano.
Los vi caminar dándome la espalda mientras me levantaba del suelo y me sacudía la ropa llena de arena.
—¿Qué carajos vine a hacer aquí? — Me pregunté llorando y jalando mi propio cabello —¡soy una estúpida! Por haber venido solo a que me humillaran de nuevo.
Me levanté y comencé a caminar sobre la playa, no quería volver a casa, no quería que Melo y doña Lucha me vieran derrotada, todavía había forma de conseguir trabajo, no era lo que quería pero podía intentar conseguir trabajo de sirvienta en alguna casa.
Caminé durante horas, hasta que el sol comenzó a provocarme dolor de cabeza, por un momento pensé en sentarme en un camastro de algún hotel, pero luego recordé lo que me pasó la última vez que lo hice, así que mejor salí de la playa y tomé un camión para regresar a casa.
Tuve mucho cuidado para que doña Lucha no me viera entrar, no tenía ganas de dar explicaciones porque no tenía la fuerza para hacerlo, primero tenía que asimilarlo en mi cabeza para evitar que al contarlo se me escurrieran las lágrimas.
—¡Eres una chillona! — Me dije y me dejé caer sobre la cama, me dolía la cabeza y me dolía el corazón, pero yo no me podía dar por vencida, desde niña en el orfanato aprendí que nadie iba a venir a cuidar de mí, tenía que sobreponerme, no sabía cómo, pero yo iba a ir a la universidad a como diera lugar.
Me duché para quitarme el sudor y la arena que traía en el cuerpo, me puse un short y una camiseta, para bajar a cenar. Era casi la hora en la que Melo llegaba a casa, así que me había preparado para el interrogatorio.
Me asomé por la ventana porque el ruido de las portezuelas de un auto me dio curiosidad, era Connie que bajaba de un auto diferente, antes de entrar en la casa se detuvo y le dijo adiós al conductor con la mano y le mandó un beso. Lo que más me llamó la atención, fue que traía consigo una bolsa de compras de una tienda departamental conocida por ser una de las más caras del país.
Ella no solía cenar en casa, Melo decía que porque por lo regular, cenaba con alguno de sus Sugar Daddies, salí de la habitación con la intención de hablar con ella, quería saber todo sobre su estilo de vida.
—¡Hola! — Le dije cuando la encontré en el pasillo.
Se me quedó mirando y sin que yo le dijera nada, ella me comentó.
—Eres muy bonita Ana, si tú quisieras, podrías ganar mucho dinero solo asistiendo a fiestas con hombres mayores, no tienes que tener sexo si no quieres, ellos te pagan y te hacen regalos, solo por compañía.
Me quedé pensando un momento, la ropa de marca, su bolso carísimo y había pagado tres meses de renta con la mano en la cintura, en definitivo, yo debería considerar convertirme en una Sugar Baby, total, era eso o convertirme en sirvienta, porque no iba haber ningún hotel o restaurante que me contratara, quizá si lo hacía solo una vez, o al menos, hasta conseguir el dinero de la matrícula de la universidad no sería tan mala idea.
Cuando Clara Bella sacó el brazalete que le regalé en su cumpleaños del pantalón de Ana, sentí un dolor en el pecho un tanto inexplicable, era una mezcla entre coraje y decepción, esa niña tenía algo especial, algo que me hacía pensar que era una buena chica.Me di la vuelta y caminé hacia mi oficina, Clara caminaba detrás de mí exigiéndome que llamara a la policía.—¡Tienes que meterla en la cárcel! ¡No puedes permitir que esa ladrona se quede sin castigo!—¡Clara ya cállate! — Le grité y se asustó porque nunca lo había hecho— ¡Ya recuperaste tu joya, ya olvídalo!Entré en la oficina y le cerré la puerta para que no entrara, teníamos una relación de años, pero había veces que me atosigaba su presencia.Me dejé caer
Recorrí la casa como si fuera la primera vez que me encontraba en ese lugar, cada espacio me traía recuerdos del breve tiempo que viví con Elisa.Llegó a mi mente el día que la conocí. Yo corría por la playa como solía hacerlo todas las mañanas para ejercitarme y fue cuando la vi, sentada en la playa llorando.—¿Estás bien? ¿Te puedo ayudar en algo? — Me atreví a preguntarle.Me sorprendió al arrojarse a mis brazos buscando un poco de consuelo.—Lo siento — dijo ruborizada al darse cuenta que se había refugiado en los brazos de un desconocido.—No te preocupes, permíteme ayudarte.La tomé de la mano y caminamos juntos, a partir de ese día nos volvimos inseparables, nunca le pregunté por qué lloraba y ella nunca me lo dijo.Un mes después me atreví a besa
Entré a mi oficina por la puerta privada directamente a mi reunión. Sabía que en cualquier momento iba a tener que verme con Clara, pero algo me estaba pasando con ella que cada día disfrutaba menos de su presencia. Habíamos sido amantes durante muchos años, pero la convivencia con ella cada vez era más complicada. A pesar de que tenía muy claro que nuestra relación nunca iba a ir más allá de ser amantes, ella cada vez se ponía más exigente. Quizá era el momento de terminar de una vez por todas con esa absurda relación que no iba a llegar a nada, pero también era cierto, que sentía pena por ella. Me había dedicado cinco años de su vida, había estado a mi lado y a mi disposición cada vez que yo necesitaba quitarme las ganas. La consideraba como una buena amiga, pero nunca cómo una mujer con la cual compartir mi vida para siempre; debía reconocer que la había elegido precisamente, porque era una mujer de la que nunca podría enamorarme. Después de la muerte de E
Llevaba ya tres días buscando trabajo y nada, estaba tan desesperada que ya no sabía qué hacer. Mi vida se estaba volviendo todo un desastre.Era viernes, pensé que tal vez podría encontrar un trabajo de solo el fin de semana, muchos lugares contrataban personal adicional para atender a la gran cantidad de turistas que llegaban al puerto, sin embargo, no tuve suerte.Pasaba mis días caminando, leyendo el diario y hasta me metí a un café internet para suscribirme en páginas de empleo.Fue esa tarde del viernes en que estaba sentada en la cocina pelando papas, ayudando a doña Lucha con la cena, cuando vi bajar a Connie muy arreglada, se veía espectacular con un vestido de coctel, corto a la rodilla y con un escote en corazón.—¿Te gusta mi vestido? — preguntó al darse cuenta que me había quedado con la boca abierta.—Sí, e
Llegué a casa en un auto de alquiler que la güera pidió para mí, porque Connie se había ido con su sugar Daddy olvidándose de que yo la esperaba en esa habitación. Agradecí que también lo pagara porque yo no llevaba dinero.Cuando entré en la habitación Melo ya estaba en la cama, traté de no hacer ruido para no despertarla. Me quité la ropa y me metí en la cama tratando de recordar con todo detalle lo que había visto esa noche.—¿Dónde andabas? ¡Estaba preocupada por ti! — Me sobresalté al escuchar la voz de mi amiga que no estaba dormida como yo creía.—¡Melo, me asustaste! Creí que estabas dormida y por eso no encendí la luz.—Sí estaba dormida, pero te sentí llegar. ¿Dónde estabas a esta hora de la noche? ¿Conseguiste un empleo?&mda
Me tomó de la mano y sentí como apretaba mi mano con fuerza, quise retirarla porque me estaba haciendo daño.—Gracias madame — le dijo a la güera sin soltar mi mano y sin mirarme — No pudo elegir mejor.—Bienvenido a nuestro club señor Duran, diviértase y espero que esta sea la primera vez de muchas más que nos acompañe.La güera le hizo una reverencia y se alejó dejándonos solos. Ya me habían dicho con anticipación la mesa a la que debía llevarlo, pero mis piernas se negaban a responder y el nudo en mi garganta me impedía decir una sola palabra.—¿Así que además de ladrona también eres una…? ¿Cómo le llaman? ¿Sugar Baby? —Me preguntó al oído con enojo, como si le hubiera molestado mucho estar ahí.Por alguna razón que yo no entend
Apostar con Dromundo para cambiar de Sugar Baby fue la peor estupidez que pude haber hecho, pero estaba tan molesto por haber encontrado a Ana en ese lugar que en combinación con el alcohol que yo sabía que me hacía reaccionar por impulso, que me dejé llevar.Me enfurecía ver cómo ese hombre se la comía con la mirada. Mayra me pidió bailar y acepté a pesar de que yo no era afecto a hacerlo, la última vez que bailé fue con Elisa.Sentí hervir mi sangre cuando se pusieron de pie y Dromundo la tomó de la cintura para llevarla hacia la salida. Pensar que ella era capaz de acostarse con ese anciano por dinero me provocaba una ira inexplicable.Dejé a Mayra parada en la pista y me fui tras ellos. Sabía que no tenía ningún derecho de meterme en su vida, después de todo, ella no era nada mío y había elegido esta clase de vida por de
—¡No mamá no te voy a mandar más dinero! Cuando logre casarme con el millonario al que estoy trabajando te daré lo que quieras, pero por ahora todo lo que tengo es para invertirlo en verme bien y conseguir que se enamore de mí.Colgué el teléfono y me dejé caer sobre la cama, quería disfrutar un poco más de la lujosa cama de hotel en la que había pasado la noche con el Sugar Daddy que me tocó acompañar en la fiesta de aniversario.Estaba harta de vivir en la pensión, yo estaba ya muy acostumbrada a la buena vida y no me iba a conformar con menos.Mi Sugar dejó un voucher abierto, así que pedí que me subieran un suculento desayuno y conté una vez más el dinero que me había dejado sobre el buró. Cinco mil pesos solo por una noche no había estado nada mal, pero yo sabía que podía conseguir mucho