En Londres, en la nueva empresa de Tony, el pobre hombre se sentía despreciado por su esposa, ella ni siquiera volteaba a verlo, cumplía con su trabajo y solo eso, se dirigía a él de manera fría, ¿Acaso tan rápido había dejado de amarlo?

La chica entró ese día a la oficina para ajustar con él su itinerario, cuando le entregó un documento, él tomó su mano, Bry la retiró de inmediato, lanzándole una mirada de advertencia, no estaba dispuesta a perdonarlo, hiciera lo que hiciera.

Su secretaria era una mujer muy sexy que no perdía tiempo para insinuarse.

—Lo siento señor Wilmington, pensé que estaba solo.

—¿Qué desea? —Contestó de mala manera.

—Le traje a firmar algunos documentos, dijo con un sensual tono de voz, ignorando a Bry por completo.

—Coloquelos sobre el escritorio y salga, después los firmaré, por ahora no tengo tiempo.

La secretaria se retiró balanceando exageradamente su cuerpo, no sin antes voltear a ver a Bry con una sonrisa burlona.

—Sí no necesita nada más, señor, me ret