Berenice tenía hebras de cabello pegado al rostro, mientras lo miraba a través de las pestañas, Maximilian la miraba embelesado, se veía adorable y sumamente hermosa, mientras la observaba recuperarse después de salir del hospital, le veía un brillo especial que antes no tenía, ¿Qué la tenía tan resplandeciente? Se preguntaba el CEO. Berenice sonrió con las mejillas sonrojadas, y Maximilian no pudo aguantarse, le pasó un dedo en una suave caricia, dejando un poco más de tiempo el dedo sobre los labios de ella.—Tus labios me invitan a pecar ¿Puedo besarte? —susurró Maximilian acercándose y quedando a milímetros del rostro de ella.Danielle se mordió un labio quedándose este atrapado entre sus dientes, ella también deseaba perderse en uno de sus besos. Maximilian tomó su silencio como una negativa y comenzó a alejarse de ella, sin embargo, Danielle lo detuvo evitando que se alejara.—Yo también quiero besarte —dijo mirándolo a los ojos, aunque sus mejillas ardían de vergüenza.Maximili
—Le pedí que esperara en el salón, pero no me hizo caso, dijo que la estaban esperando y vino para acá sin esperar que yo la anunciara —explicó la empleada saliendo detrás de la recién llegada. Danielle después de hablar se quedó paralizada, luego reaccionó apartando la silla y se puso de pie acercándose a Jules, abrazándola cuando llegó a su vieja amiga. —¿Qué haces aquí? —susurró Danielle abrazada a la mujer. —Me dijiste que viniera, y aquí estoy —respondió Jules en voz alta. Danielle se apartó sonriendo nerviosa, no sabía cómo actuar con Jules allí, no la esperaba y menos en la casa de la playa. —Espero que no te moleste que haya venido —comentó la joven recién llegada. —No me molesta, solo que no te esperaba hoy —respondió Danielle tratando de ocultar su nerviosismo, luego frunció el ceño, había algo que no entendía—, ¿cómo llegaste hasta aquí? Jules recorrió la habitación con la mirada, evitando responder, luego con una sonrisa dijo que había llegado en avión. —Eso lo sé,
Danielle se llevó un dedo a la boca y se mordió una uña, manteniendo el vaso en la otra mano. Todo el fin de semana había sido un martirio, escondiendo de todos sus malestares mañaneros. En una ocasión casi fue descubierta por Jules, el olor a marisco mientras lo cocinaban casi la hace vomitar, salió rápido del lugar donde se sentía con más fuerza, alegando que sentía su teléfono celular dando timbres cuando su ex amiga le preguntó por qué corría. —Se va mañana, está esperando por el doctor Esteban, que se encuentra de vacaciones. Antes de venir para acá vio a Isabela, pero no pudo estar mucho tiempo con ella, su madre tuvo una crisis y creo que por eso tiene ese comportamiento, no sabe cómo sacar la frustración por no poder hacer nada por ella —mintió Danielle, esperando que la creyeran. Danielle los miró a los dos, madre e hijo estaban con los ceños fruncidos, ella suponía que le habían creído, pero no había hecho que lo que pensaban de Jules cambiara. —Mi chófer se quedará contig
Danielle escuchaba detrás de la puerta, Jules la había dejado entreabierta, quizás esperando ser escuchada por ella. Danielle había sentido calma y el corazón pleno al escuchar a Maximilian defenderla, y un poco de dolor en el corazón al escuchar a Jules hablar. Ahora estaba en la disyuntiva de escoger entre entrar a la oficina e impedir que revele su secreto, o dejarla hablar y terminar con aquella mentira. Danielle se recostó en la pared, suspirando, aliviada cuando escuchó lo que Maximilian respondió. —A través de ti no quiero saber, tu lengua venenosa quizás diga alguna verdad, pero para mí, todo será mentiras. —respondió Maximilian a la pregunta de Danielle Humphrey. —Pero tengo una información muy valiosa, vale mucho dinero —Insistió Jules, no quería irse de allí sin hacer algún daño. —Es mejor que salgas ahora mismo de mi casa por las buenas, si no te vas en veinte minutos contando desde ahora, no seré tan indulgente —dijo Maximilian sintiendo como aumentaba su enojo. —Pero…
Lunes en la mañanaDanielle estaba sentada en el piso del baño frente a la taza sanitaria, las náuseas la habían sacado de la cama y no parecía que fueran a remitir. Sentía, aunque sabía que era una exageración, tener ese pensamiento, que botaba pedacito a pedacito los órganos internos, ya no tenía que vomitar, hasta las bilis las había sacado hacía media hora. Solo podía agradecer, que Maximilian se había ido a trabajar a la empresa, así no tenía que preocuparse por él estando por allí, si no el estrés acabaría con ella ese día.—Por favor, sé bueno y déjame terminar bien mi día —murmuró Danielle llevando una mano a su vientre.Un teléfono sonó en la distancia, en alguna parte de la habitación, y Danielle dio un quejido lastimero, porque no tenía deseos de pararse del piso y menos de responder una llamada. Ella hubiese querido tener a su lado a sus padres toda la vida, pero en momentos como ahora, lloraba por no poder tener el apoyo de ellos.—Danielle, cariño, estaré fuera de compra
Charles Proudfoot, el jefe económico de la empresa de Timothy Hardwick sonrió, se recostó en el espaldar de la silla poniéndose cómodo y respondió: —Sí, aceptó, fue más fácil de lo que pensé, esperé un poco de resistencia, que me amenazara con despedirme si hacía lo que le propuse, no sé, algo antes de aceptar. Pero creo que ese hombre vio el cielo abierto cuando me escuchó hablar, no pensó en nada más, ni siquiera que solo llevo meses trabajando para él como jefe del departamento económico y puedo no ser de fiar —Charles hizo una mueca de desagrado al terminar de hablar. —Trabajabas para él, solo fue un cambio —comentó Maximilian. —Pero no me conocía lo suficiente, para él, el departamento de economía era solo Fredrick Humphrey, los demás éramos invisibles. Solo me notó cuando me postulé para el puesto al morir Humphrey, y por supuesto ahora soy como una luz de neón porque le haré ganar dinero. Maximilian no lo dudaba, la ambición de Timothy no tenía límites, era capaz de cualquie
Timothy guardó silencio y le pidió a Jules que tampoco hablara poniendo un dedo sobre sus labios, quería que su esposa pensara que la joven universitaria ya dormía. Jules miró el reloj que tenía puesto en la muñeca y luego se lo mostró, no pasaba de las ocho treinta de la noche. —Al menos que crea que estás en el baño —susurró Timothy. Jules hizo un gesto de cerrar una cremallera en sus labios, mostrando su acuerdo con ese pensamiento. Pero no pudo evitar reír, cuando Micaela tocó varias veces y un poco más fuerte en la puerta. —Y si te escondes, yo veo que quiere tu mujer y luego regreso aquí contigo —preguntó Jules en voz baja—, no le permitiré entrar, le diré que estoy muy cansada. Timothy lo pensó, no quería ser descubierto por Micaela en aquella habitación, no pararía de pedir grandes sumas de dinero por un largo tiempo. Jules no esperó una respuesta, se puso de pie, corrió a la puerta y esperó con una mano en el pomo de esta, aguantando la risa mientras Timothy buscaba un lu
Maximilian se alegró de no haber llevado el café a la boca, estaba seguro de que se hubiera atragantado con él. Lo que decía su madre no podía ser posible, no quería tener ningún vínculo con esa mujer. —Es una posibilidad, pero no está confirmado, hay que esperar que ella vaya al médico y le hagan la prueba —indicó Teresa. —Lo dijiste con tanta seguridad —comentó Maximilian—, que pensé que era un hecho. Teresa dejó la taza que traía en las manos sobre la encimera, pensando que quería mucho a su hijo, pero ahora se estaba comportando como un tonto. —Tuviste sexo si protección con ella, ¿qué esperabas que iba a suceder? — Teresa preguntó elevando una ceja. Maximilian abrió la boca y la volvió a cerrar, no tenía como defenderse, su madre tenía razón. —No puedo tener tan mala suerte, una vez sin protección, y estaré atado a ella toda la vida —Se lamentó Max. Teresa dio un golpe sobre la encimera enojada, no le gustaron las palabras de su hijo. —Tener un hijo, no es tener mala suert