Giovanni casi se olvidó de como respirar, estaba más concentrado en admirar a Mia. Ella era sexy y de eso no cabía duda, pero verla en aquel vestido negro que se pegaba a cada curva de su cuerpo como una segunda piel, no hacía más que reafirmar esa idea. Debía de controlar los pensamientos que se apoderaban de él, pero era una batalla perdida y lo sabía.Dos malditas semanas en las que la había visto en contadas ocasiones. Ella le había dado lo que había querido al inicio, se había mantenido fuera de su camino. No habían vuelto a pasar un tiempo juntos. No podía decir con precisión si ella estaba molesta con él o no. Cada vez que lo veía, ella le saludaba con la misma alegría de siempre; pero eso era todo. No había conversaciones interminables, ni bromas que tentaban su paciencia.La había ofendido con sus palabras, no era tan idio
En cuanto Giovanni la besó, Mia perdió la noción de la realidad. Se olvidó de todo salvo de él y las sensaciones que le producía. Era como si hubiera pasado una eternidad desde que sintió sus labios sobre los suyos.Sus manos se aferraron a su chaqueta mientras dejaba que él tomara el control. Giovanni colocó las manos en su cintura y la acercó más a su cuerpo. Pudo sentir su miembro excitado contra su vientre y soltó un gemido ahogado que él se tragó.Sus cuerpos hace un rato habían dejado de moverse al ritmo de la música. Estaban parados en medio de la pista de baile, tan solo devorándose el uno al otro.Se separaron, con las respiraciones agitadas, después de un rato. Volvió a ser consciente del sonido de la música y de la presencia de todas las personas que los rodeaban. El mundo no se había detenido, tal y como e
—Este vestido me ha estado volviendo loco desde que te vi usándolo —musitó Giovanni empujando la puerta de su habitación y entrando. Lo vio estirar la mano y tantear sobre la pared antes de encender la luz. Él la apoyó sobre esa misma pared y colocó sus labios a la altura de sus clavículas. Los arrastró por cada porción de piel que estaba expuesta. Sus manos acariciaban con libertad sus piernas. Su vestido hacer rato se había enrollado hasta quedar a la altura de su cintura.Su contacto le producía ondas de placer que viajaban por todo su cuerpo. El dolor entre sus piernas no hacía más que aumentar. Sus caderas se movían contra él, buscando aliviar su necesidad. No era suficiente, necesitaba más.Giovanni trasladó sus manos hacia arriba y deslizó la parte superior del vestido dejando al descubierto su corpiñ
Mia dormía a su lado pacíficamente, la había observado por cerca de media hora como un acosador. Si ella se enteraba, seguro no lo dejaría pasar sin decir alguno de sus ocurrentes comentarios.Se deslizó fuera de las sábanas con sumo cuidado para no despertarla. No habían dormido hasta entrada la madrugada y ella merecía descansar. Era sábado y no había ningún problema con que se quedara en cama un poco más.Se colocó sus pantalones de franela y una camiseta. Le dio un último vistazo a Mia antes de salir rumbo a la cocina. No podía creer todo lo que había pasado en menos de doce horas. Hasta ayer había estado convencido de que lo mejor era que ella no estuviera de ninguna manera en su vida y ahora ella dormía en su cama.Esperó sentir pánico o arrepentimiento; sin embargo, sentía que había tomado la decisi&oacu
Mia caminó hasta la sala y encontró a Giovanni cerca de la ventana. Él estaba hablando a través de su celular y no la notó de inmediato. Aprovechó para observarlo con atención. A diferencia suya, él ya estaba listo. Traía puesto un esmoquin negro y una camisa del mismo color. Le había visto vestirse con ropa formal cuando iba al trabajo y le quedaba igual de bien que sus chaquetas de cuero y jeans.Él se giró en ese momento y sus ojos se encontraron.—Te llamaré mañana, Luka. —Él hizo una pausa—. No. Está bien, adiós. —Terminó la llamada y la guardó en el bolsillo interior de su saco.—¿Todo bien?Giovanni se limitó a asentir antes de comenzar a caminar hacia ella. Como un cazador que acecha a su presa, dio pasos lentos y no le quitó la vista de encima.—&
—En uno de esos anuncios donde contratas a alguien para que te acompañe a algún evento —Hizo un esfuerzo por contener la carcajada que quería escapar de su boca—. Es algo costoso, pero vale la pena y como sabes me pagan bien en el trabajo. ¿Quién iba a decir que trabajar podría traer beneficios? —Sus últimas palabras fueron un ataque directo. Nina nunca había trabajado, pero era muy buena gastando el dinero de su padre. Más de una vez le había dicho, “como alguien que se preocupaba por ella”, que los hombres preferían una mujer bien arreglada y que no había posibilidad de que alguien se fijara en ella. Su prima perdió su sonrisa de suficiencia y le tomó un tiempo recuperarse. —No sabía que estabas tan necesitada como para recurrir a una agencia de ese tipo, si me lo hubieras dicho te habría presentado a alguien. —Sus palabras no le causaron ningún daño. —De hecho, después de ver el catálogo de hombres que tienen, me quedaré con la agencia. Hay algunos otros que me gustaría probar e
Mia estaba feliz, de eso no había duda, su sonrisa podría iluminar todo el lugar sin ningún problema. Y todo por dos pares de pantuflas. Conseguirlos no había sido tan difícil como había creído. Al parecer Mia no era la única persona a la que le gustaba usar aquellas cosas. Particularmente él no le veía su atractivo, pero quién era para juzgar. —Deberíamos ir a descansar —dijo cuando Mia soltó un bostezó. —Está bien —respondió ella recogiendo sus zapatos y el otro par de pantuflas que estaban en el suelo. Mia lo guio hacia el segundo piso mientras él la seguía sin dejar de mirarla. La combinación entre su vestido y aquellas inusuales pantuflas debía de resultar extraño, pero la dueña las usaba con tanta confianza casi parecía que era así como debía de usarse. Verla desenvolverse con la misma actitud durante toda la noche, había sido casi como presenciar un espectáculo. Bastaba su presencia para que se volviera el centro de atención, incluso sin intent
El celular de Mia comenzó a sonar en la mesa interrumpiendo lo que Zinerva le estaba contando. Era su hora de almuerzo y estaban hablando de cosas sin mucha relevancia.Alzó el aparato y el identificador le mostró un número desconocido. Se disculpó con su amiga antes de contestar.—¿Hola?—Mia, soy Dante.—Dante ¿Qué tal? —dijo emocionada—. No sabías que habías cambiado de número. —Estoy bien. Tuve algunos problemas recuperando el anterior.—¿A qué debo el honor de tu llamada?—Quería ver si estás disponible hoy en la noche para reunirnos.—Déjame revisar mi agenda y te aviso —bromeó.Dante se soltó a reír.—No sabía que tuvieras una agenda.—Por supuesto que sí, aunque está tan