No me gustó nada tener que ir al estacionamiento principal. Y a Derek no le gustó mi idea de cubrirse la cabeza con el abrigo.
No esperó a que entráramos a la casa, una vez que estacionó, me atacó con la pregunta.
―¿Quién es Martin y cuál es su nombre de pila?
―Al menos espera a que estemos dentro de la casa ―dije, abriendo la puerta del coche.
Estaba tratando de darle largas a la conversación. Pero no veía como me iba a escapar de esta.
No podía evitar pensar en Derek si le contaba la verdad. ¿Qué opinaría de mí? ¿Su versión amable y atenta se desvanecería cuando se dé cuenta que soy una escoria? ¿Se aprovechará de la situación para manipularme?
Yo quería creer en él. Pero no podía dejarme cegar tan fácilmente. Hace unos días juró convertirm
El silencio se cernió sobre nosotros. Pude escuchar las agujas del reloj aumentando la tensión en la gran habitación.―¿Qué quieres decir? ―Se levantó de la silla, avanzando lentamente hacía mí.Quise encogerme lo suficiente hasta desaparecer.―Lo que escuchaste. Es mi prestamista ―Aparté la mirada. No podía verlo a lo ojos.―¿Le debes dinero a ese infeliz? ¿Cuánto?No respondí.Apreté el edredón.Me tomó de la barbilla con sus largos dedos.―¿Cuánto dinero le debes? ―Sus palabras estaban cargadas de un veneno peligroso y letal.Sus ojos irradiaban ira.―Actualmente, medio millón.Frunció el ceño.―¿Eso es todo?Lo hizo sonar como si fuera poca cosa.―Sí. Al principio eran doscientos mil. Pero la comisi&
El olor de Derek era varonil, fresco y poderoso. Me nublaba el juicio. Respiré profundo, siendo consciente que mi nariz comenzaba a congestionarse por el llanto, pero me negaba apartarme de su calidez.Enterré la cabeza entre su clavícula y el cuello, permitiéndome consentir.Sus brazos alrededor de mi cintura era una firmeza que no me había dado cuenta que necesitaba. Era como si quisiese transmitirme su fuerza.Mi brazo enyesado impedía que nuestro torsos hicieran contacto.Fue agradable cuando su mano acarició mi espalda. Me reconfortaba.Odiaba admitir que esto me gustaba demasiado y quería que fuera eterno.―Ya, ya, ya pasó. Estás bien ―dijo, dudoso.No estaba acostumbrada a ver a Derek sin palabras. Y él no estaba acostumbrado a consolar a las personas, por lo que veo.Sentí una punzada en mi brazo y no fue tanto por el dolor, fue má
―¿Por qué no le dijiste nada a Kira? Ella te habría prestado el dinero ―Se colocó en mi campo de visión. Estaba serio.―Porque… Era orgullosa en ese entonces y pensé que podía resolverlo yo sola. Y desde entonces estuve pasando de deuda en deuda, ya van diez años. Tuve una deuda con la universidad, luego con el señor Martín y ahora contigo… ―Cerré la boca al instante. Derek se iba a convertir en mi prestamista una vez que le comprara mi deuda a Martín. No podía hablarle de esa forma y tentar mi suerteSe recostó a mi lado.―Pagaré tu deuda, no se traspasará a mí, estará completamente saldada. No le deberás a nadie.―¿Por qué? ―cuestioné.―¿Disculpa?―¿Por qué vas hacer eso cuando es tu oportunidad de atraparme en tus redes como lo habías planeado? &
Los siguientes días fueron pacíficos, tranquilos. Bueno, no siempre. A veces (para no decir todos los días) hacíamos cosas para nada pacíficas. Con nuestras manos y bocas. Queríamos más, parecíamos unos avariciosos insaciables, pero no podíamos ir más lejos por mi estado de salud.Lo veía contenerse y yo no quería eso, quería recibir todo lo que era capaz de darme y mi cuerpo reaccionó explícitamente a eso, rodeándolo con mis muslos e invitándolo a tomarme. Yo carecía de algo que él no: autocontrol.Recuerdo lo que me dijo:―Esperé por ti diez años, puedo aguantar unas semanas......―Hola, esposa ―dijo, besándome en la boca.Actuaba como si no nos hubiéramos visto hace media hora. Y también me había besado, de nuevo. Hizo lo mismo hace una hora, hace
He comenzado a preguntarme cómo habría sido mi vida si hace diez años hubiera aceptado ser la novia de Derek, si no lo hubiera rechazado. ¿Cuánto dolor me hubiera ahorrado?―No me sé su nombre. Es la verdad ―juré.―¿Y su número de teléfono?―No tengo celular, ¿se te olvida? Y no me sé su número de memoria.Sus ojos fueron a todos lados en la habitación. Estaba segura que él tenía mi celular, pero no quería admitirlo.―¿Dónde te reunías con él cuando…? ―No pudo terminar la frase.―Era en una minivan sin matrículas, de esa forma me raptaban. Y siempre me llevaban al mismo lugar, pero vendada o drogada ―dije con vergüenza―. Excepto…. Esa noche que logré escapar, pude ver el exterior del lugar. Pero no podría decir como llegar porque estaba muy desorientad
―¿Cuándo fue la última vez que fuiste a la iglesia? Tu imaginación no es normal ―dije, impresionada.―¿Cuándo fue la última vez que tú fuiste a la iglesia? ―Contratacó.―No contestes una pregunta con otra. Además, mis pensamientos no son tan demoníacos como los tuyos. Hablas como un desquiciado.―Es mi forma de expresar mi furia ―habló con humor antes de volver a su habitual gesto gélido―. Tengo algo que resolver, quédate en la habitación.Me besó antes de salir.“Quédate en la habitación”Esas palabras rondaron por mi mente.¿Por qué me dijo eso antes de irse?En estos veinte días de recuperación, no me ha dicho ni una vez que me quedé en la habitación. Eso significa, que algo está ocurriendo y no quiere que me entere.¿Y él en verdad creía que le haría caso?Sí me encuentro en este punto de mi vida porque jamás le hice caso.Con mi pijama y el cabestrillo bien puesto, salí de la habitación. Me encontré a Carla en el camino.―Señora, ¿qué está haciendo aquí? Debe volver a la habitació
¿Qué es lo que estaba viendo? ¿Estoy en el paraíso? ¿Por qué Carla no quería que viera esto? ¿Pensó que me entristecería? Se equivocaba, este se convirtió en el mejor recuerdo que tengo de mis queridos padres.Los terminaron de echar y les cerraron el portón en la cara. En ningún momento se dieron cuenta que la hija que tanto despreciaron y usaron como chivo expiatorio, presenció tal humillación. Bajé las escaleras corriendo, la emoción me brincaba en el pecho. Salí de un tiro por la puerta principal, alcanzando a Derek y Carla, que estaban regresando.Aceleré el paso, plantándome frente a ellos.El hombre de ojos grises frunció el ceño al instante. No me importó su molestia, estaba feliz por lo ocurrido.Abracé a los dos cómo pude con mi mano sana, metiendo mi rostro entre ambos.―¿Qué haces aquí abajo? Te dije que te quedarás en la habitación. ¿Y por qué corres? Pasaste por una cirugía ―gruñó, y aún así, no me apartó. ―No me importa lo que digas, no puedes dañar este momento ―Est
―Esos malditos hijos de puta.Era la onceava grosería seguida de Derek. Me cansé de seguirlo con la mirada, dando vueltas en la habitación con el teléfono en mano.Se me olvidaba las actitudes que adquiría a la hora de los robo. Y era un recuerdo escalofriante; lo que hizo conmigo, lo que hizo con su empleado. Pero mis padres se merecían el trato que estaba segura que Derek les daría una vez que los encontrara.Lo que estaba ocurriendo con mis padres, no desencadenará ningún sentimiento antiguo por la vez que le robé, ¿verdad? No estaba segura que tanto me había perdonado aquel hombre. En la bañera podrá haber dicho mucho, sin embargo, sus sentimientos eran volubles.Permanecía con ese miedo que sus sentimientos cambiarán, que su odio por mí se volviera más fuerte que su afecto. Podría volver a humillarme frente a sus empleados, a ponerme sobre su regazo y pegarme. A veces tenía esos pensamientos, inclusive, hace unos días, tuve una pesadilla sobre eso, pero no fui capaz de contárselo