Capítulo 5

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ENZO.

Se suponía que debía regresar a mi oficina para revisar unos documentos pendientes, pero en vez de hacerlo, llamé a Alfonso para que nos recogiera. Ver a alguien que es idéntica a mi luna removió todos los sentimientos que había tratado de olvidar. Es inaudito que justo cuando estoy por regresar a mi manada y tomar el cargo de alfa, ella aparezca y aún después de tantos años, siento esa sensación de electricidad que recorre cada célula de mi cuerpo.

Pero allí estaba esa doctora pediátrica, de cabello rojo y ojos azules.

* Maldición, Enzo, deja de renegar, esto es una segunda oportunidad*

* Ella puede parecerse a mi luna, pero no lo es* se dijo a sí mismo.

* Entiende, Ana no murió, siempre lo sentí* , gruñó Maximus.

* Para Maximus, Ana murió hace nueve años* , susurró.

No le presté atención a mi alfa y le escribí a mi secretaria Suzette para que cancelara mis reuniones. Después de horas con mi mente pensando en esa posibilidad, mi lobo y alfa molestos, decidí que mañana me reuniría con esa mujer para averiguar si ella es mi luna.

Al llegar el día, me dirigí al hospital con mi chófer. Allí estaba yo, buscando a una desconocida que no era tan desconocida. Me acerqué a recepción y pregunté por ella. En ese momento, una loba sin manada se acercó y me informó sobre ella.

— Alfa, ella está en su departamento descansando, hoy es su día libre — suspira.

— Por cierto, mi nombre es Lissy — agrega.

— Lissy, me gustaría entregarle esto — le muestra la tarjeta.

— Puedes dársela personalmente — ella le sonríe y le da la dirección del apartamento.

Al llegar, toca el timbre en su puerta. Ella abre y le dice que se cepillará los dientes y le deja la puerta abierta.

Esta mujer no entiende de peligros.

Las paredes son de color blanco. Algunas tienen ventanas cubiertas por cortinas marrones.

Hay un gran sofá y dos más pequeños, y una mesa de madera en el centro.

La alfombra es grande y de color marrón claro. Me siento allí y, después de un tiempo, ella se acerca preocupada por quién era yo, hasta que le mostré su tarjeta, y allí conversamos.

Mi alfa insistía en que la invitara a tomar un café, lo cual hice, pero ella se negó, así que me despedí.

Luego regresé a la oficina. Creí que ella no aceptaría la cena, pero al salir de la reunión, mi teléfono sonó.

— Hola —dije al contestar el teléfono, sabiendo que era ella.

— Hola, soy Roxanne —su voz era igual que la de mi luna.

— Hola, Ross. Pensé que no me llamarías —respondí con una mezcla de emoción y ansiedad.

— Podemos hablar en el café cerca de mi departamento a las ocho —propuso.

— A las ocho nos vemos allí —acepté antes de que la llamada se cortara. Tenía una pelea interna, no sabía si estaba haciendo mal en acercarme a ella solo porque se parecía a mi luna.

*≈☆...☆≈ *

"Y allí estaba yo, a las ocho en punto, entrando a una cafetería con la esperanza de que ella fuera mi amada luna. Miré las mesas llenas de personas.

Percibí su olor, el mismo que había guardado en mi mente durante nueve largos años, el olor a fresas y tierra que tanto había añorado volver a sentir.

Me detuve al encontrarla sentada en una mesa en la esquina de la cafetería, junto a una gran ventana de cristal. Sus ojos conectaron con los míos y ella sonrió de lado.

Me senté enfrente de ella, saludé y bebimos un café mientras conversábamos.

— Cuéntame sobre ti — le pedí después de que ella me hiciera mil preguntas acerca de mí.

— ¿Qué puedo decir? Soy pediatra, soltera y muy aburrida — respondió ella.

— Ross, no eres aburrida — le dije.

— No lo sé, Liss cree que sí — dijo ella.

— ¿Por qué crees que Liss piensa eso? — pregunté yo, con curiosidad.

Esto me causó curiosidad.

— Ella dice que soy aburrida y virgen — susurró ella lo último.

— ¿Virgen?— pregunté yo, y ella abrió mucho los ojos.

— Pensé que no habías escuchado lo último. Bueno, no lo soy, pero hace mucho tiempo que no tengo sexo... o mejor olvídalo, no sé por qué te estoy diciendo esto. Mejor me voy — dijo ella mientras se ponía de pie. Yo la tomé del brazo.

— Sabes algo, hace nueve años murió mi esposa — le dije. Ella me miró y le pedí que se sentara. — Desde ese día no he estado con una mujer —

— Eso es mentira, los hombres siempre buscan con quién — me dijo ella un poco apenada.

Así continuó nuestra charla durante horas, hasta que decidimos que era hora de regresar. Decidí acompañarla hasta la puerta de su departamento. En la puerta, Maximus tomó el control por un instante y la besó.

Ella no respondió al beso, estaba en trance. Me separé y la miré a los ojos, y ahí ella tomó la iniciativa. Su beso fue demandante, posesivo.

Con su lengua exploró mi boca, la tomé de la cara con mis manos y tomé el control del beso. Mordí sus labios suavemente y ella emitió un gemido. Sus piernas temblaban y tuve que tomar su cintura.

Nunca pensé que volvería a sentir esta chispa. Mi sangre corría rápidamente por mi cuerpo. Levanté su pierna haciendo que se enrollara alrededor de mi cuerpo, ella se movía sobre mi dureza.

* Ella es Ana * gruñó Maximus.

* No, es solo una humana * respondí.

* Es Ana, busca alguna señal de que es nuestra luna * dijo Maximus.

Retiré su largo cabello y besé su cuello hasta donde debería estar mi marca de beso. Ese lugar hizo que su cuerpo temblara.

Me separé de ella.

— ¿Estás segura de que quieres continuar?— pregunté. Ella asintió y rápidamente miré su cuello, pero no había rastro de ninguna marca.

* Es ella, es mi luna * gruñó Maximus.

La llevo a la cama y deposité su cuerpo sobre ella. Me subí encima y pasé mi mano sobre sus senos. Levanté su vestido y lo saqué por su cabeza, dejándola desnuda para mí.

Sus pequeños pechos estaban listos para saborear. Di besos en su abdomen y bajé hasta el borde de sus bragas rojas, las cuales deslicé por sus largas piernas.

Me arrodillé en medio de sus piernas y desabroché los botones de mi camisa y luego los de mis pantalones. Ella cerró los ojos y el color rojo subió a sus mejillas.

— Ross, mira hacia mí — exigí. Ella abrió los ojos y me miró; sus ojos azules brillaban por el deseo.

Volví a besar sus labios y con mi mano toqué cada parte de su cuerpo, hasta llegar a su entrepierna en busca de su botón, el cual froté suavemente y ella emitió varios gemidos.

Me separé de ella y bajé los pantalones junto con el bóxer. Miró mi cuerpo con deseo y al ver mi masculinidad pasó su lengua por sus labios.

Me posicioné en sus piernas y la penetré lentamente, disfrutando de esa sensación de ser acogido por las paredes de su vagina.

Gimí al penetrarla por completo, me moví y ella me detuvo.

— ¿Estás bien? — pregunté.

— Déjame que me acostumbre — se quejó.

Besé sus suaves labios, luego su cuello. Después de unos minutos, ella movió sus caderas y eso fue suficiente para que perdiera el control.

Salí de su interior y entré de una sola estocada una y otra vez, subiendo el ritmo.

— ¡Oh Dios mío! Por favor, no pares— gimió.

Puso sus manos en mi cuello y me moví más y más duro. En esta habitación solo se oía el ruido que hacían nuestros cuerpos al chocar.

— Tú eres mía— gruñí al sentir cómo sus paredes se cerraban alrededor de mi dureza.

Me dejé llevar por mi orgasmo. El sudor bañaba nuestros cuerpos formando una capa brillante en ellos.

Mi peso estaba sobre ella, que intentaba recuperar su respiración.

* Enzo, estamos anudados * dijo. Soy un imbécil, se me olvidó ese detalle. Creo que será poco tiempo. Diosa luna, ayúdame para que ella no se dé cuenta de este detalle.

— Enzo— dijo ella al ser atravesados por un orgasmo. Su voz sonaba cansada.

— Descansa Ross, aquí estaré cuando despiertes — le dije. Su respiración era superficial. Solo habían pasado veinte minutos desde que estuvimos anudados. Me separé de su cuerpo y busqué en el baño una toalla para limpiar nuestros fluidos.

Su cuerpo desnudo era la gloria. Observé bien sus curvas y me detuve en su lado izquierdo, notando una cicatriz cerca de su corazón. Mi respiración se aceleró.

- Es Ana...

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