Él ya había aprendido que ella podía sorprenderlo con mucha facilidad, ya sea con lo que hiciera o dijera. Y esta vez no era la excepción.Ariadna acarició su mentón, el hoyuelo en su barbilla se apreciaba mejor sin su barba, sintió el impulso de morderlo para demostrar su punto, pero se contuvo.—¿No dirás nada? Fue difícil para mí aceptarlo.—Me has sorprendido, otra vez. Debiste avisarme qué harías esto.—Entonces ya estamos a mano. —Dijo recordándole como la había sorprendido él en la fiesta cuando la tomó en sus brazos frente a todos— Siento lo de esa noche…—No debes disculparte por eso. Estabas teniendo una pesadilla o algo así, es natural.—Alexander Green, eres un buen hombre. Quisiera prometerte que te amaré, pero… —Él detuvo sus palabras, colocando un dedo sobre sus labios.—Intentemos juntos descubrir a donde nos puede llevar esto que sentimos, ¿Qué dices?—Sí, quiero intentarlo —Ya no tenía dudas de eso, además él era su esposo y si no era con él ¿entonces con quién?Se q
Alexander había ordenado que abastecieran la pequeña cocina del yate con algunas comidas fáciles de preparar. Su plan era pasar un día tranquilo junto a su ahora esposa. Ella no había querido una luna de miel; podía entender sus razones y estaba bien con eso. Haría de todo por que ella se sintiera bien a su lado.Pero de seguro que Alexander jamás imaginó lo que sucedería a continuación.Él sintió los brazos de Ariadna rodearlo por su cintura. No se lo esperaba, pero no demostró su sorpresa. Él sonrió y la miró sobre su hombro.Lo que él iba a decirle murió en su boca en cuanto ella coló sus manos por debajo de su camiseta. Sus manos estaban frías. Las deslizó sobre su marcado abdomen de abajo hacia arriba y viceversa. Él hizo un esfuerzo por no gemir.Alexander tomó sus manos deteniendo sus movimientos. Lo estaba torturando y su cuerpo ya empezaba a reaccionar a sus caricias.Se aclaró la garganta.—Te serviré café —musitó él tratando de hablar con claridad.Ariadna se paró frente a
Ariadna abrió los ojos y lo primero que vio fue el rostro de Alexander tan cerca que podía sentir su respiración. Sonrió al recordar el magnífico momento que compartieron. Sentía que no había sido solo sexo, era algo… especial.Había querido a Alexander desde que se casaron o quizás desde mucho antes, no estaba segura del momento exacto en el que había decidido ceder a lo que sentía por él. Alexander era alguien de quien se podría enamorar con facilidad. Hasta podría asegurar que en ese mismo momento su corazón corría el riesgo de caer por él.«¿Era eso posible?» —Se preguntó.Cuando decidió aceptar aquel matrimonio, la idea de enamorarse nuevamente ni siquiera había pasado por su cabeza. Estaba segura de que no podría olvidarse de Oliver, nunca, ni del amor que sentía por él. Pero cuando estaba junto a Alexander se olvidaba de todo, incluso del dolor que sentía por la pérdida de su ex.El sonido proveniente de su estómago deshizo el hilo de sus pensamientos.Necesitaba comer. Se deba
—Sí —Respondió Ariadna. Connor la vio con sorpresa. Sin duda tenía algunas preguntas. Pero ella solo diría lo más importante—: Connor, él es Alexander, mi esposo.Alexander le extendió su mano y le sonrió. Se sentía tan bien cuando ella lo presentaba como su esposo. Pero nada había igualado aun, lo que sintió aquel día en el yate cuando ella le dijo que lo quería. No era lo mismo como si le dijera que lo amaba, pero se conformaba con eso, por ahora. Ninguno de los dos mencionó el asunto después, él no quería presionarla. Iría a su tiempo.Cuando Alexander vio a ese par acercarse a su esposa y darle un beso en la mejilla, sin pensarlo se había levantado como un gigante saliendo de la arena. Escuchó a sus cuñados y Jack protestar, pero no le importó dejarlos.Jack rápidamente se dio cuenta también de lo que estaba pasando. Entendió a su amigo y sin dudarlo lo siguió. No importaba que Nyree no le diera ni la hora. Él no pensaba rendirse tan fácil. Y tampoco dejaría que nadie se le acerca
Las posibilidades de volver a ver a un miembro de la familia Palmer, no eran nulas. Pero ellos vivían en Auckland y aunque, tenían negocios en Tauranga, no esperaba ver a ningunode ellos, menos en su territorio.—Charlotte —Musitó mientras volvía a colgar el teléfono.Después de que ella y su madre fueran al hospital a culparla por la muerte de Oliver, pensó que ninguno de ellos volvería a buscarla, jamás.—¿Qué haces aquí? —preguntó sin molestarse en saludar— Jenny, puedes retirarte —Su secretaría asintió y se fue— ¿Entonces? —volvió a preguntar dejando claro su impaciencia.—Insolente como siempre —La recién llegada dio algunos pasos observando el lugar—. Creí que con el tiempo cambiarías un poco tú carácter.—No entiendo por qué creíste algo así. —No importaba que ellos fueran la familia del hombre que amaba. Ariadna nunca se dejó amilanar por los comentarios sarcásticos. Había respondido a cada uno de sus intentos por humillarla y hacerla sentir menos.—¿Quién es el desafortunado?
Ariadna se mantuvo distante el resto de la tarde. La mujer feliz que lo había recibido esa mañana, ya no estaba.Al llegar a casa ella le pidió que la dejara un rato a solas para descansar. Él no quería dejarla, pero accedió a su petición.A la hora de la cena él la despertó para comer juntos. Estuvieron casi en completo silencio; solo interrumpido de vez en cuando por algún comentario sobre el trabajo, sus hermanos o algún otro tema sin mucha relevancia.El día siguiente fue igual y el siguiente también. Él procuraba darle su espacio, pero a veces simplemente no podía. Tenía la necesidad de al menos abrazarla mientras dormían. Era una suerte que ella no lo rechazara, al contrario, se abrazaba a él como si fuera todo lo que necesitaba. Ese era el único momento en el que sentía que aún seguían compartiendo la misma conexión de antes. Eso le daba esperanzas de que su esposa volviera a ser la misma de hace unos días. Y lo que sea que la estuviera perturbando, desaparecerá.****Caminó co
Antes de encender su camioneta le escribió un mensaje a Alexander y lo puso al tanto de la situación. No deseaba que volviera a pasar lo mismo de esta mañana. Aunque compartían todo referente al trabajo, de ahora en adelante estaba dispuesta a compartir mucho más, eso incluía sus miedos e inseguridades. Estaba segura que él sería mucho más que un compañero, él era un amigo con el que se podía contar y confiar.****Ariadna observó las plantas de kiwis. Como Jeffrey dijo no se había obtenido la calidad que se esperaba. Los frutos no habían crecido lo suficiente.—¿Cuál crees que haya sido el motivo? —preguntó Jeffrey.—Aún no lo sé. —Pero lo iba averiguar.Ella misma había hecho todas las pruebas el año pasado y el resultado había sido satisfactorio. La nueva variedad de kiwis debía ser un éxito. No importaba si tenía que volver a empezar. Había aprendido que siempre habrá nuevas oportunidades.—Revisaré los reportes —dijo luego de haber recorrido casi toda la hectárea.—Dejé los docum
Ariadna quería escuchar la respuesta de su boca. —He dicho que lo quiero todo, Ariadna, eso incluye una familia. Dime si estoy pidiendo demasiado —Él la dejó ir y pasó por su costado. —Alexander, no te vayas. Aún no termino. —Yo sí, piensa en lo que te dije. —Ya te dije que no tengo… —Por cierto, te recuerdo que el sábado es la fiesta de inauguración de la cooperativa. No importa lo que decidas, debemos estar ahí, juntos. «¿Es que acaso se había empeñado en no dejarla hablar?» —Lo sé, no lo he olvidado. —Lo decía solo por si acaso —Con eso último salió de la habitación. —Pero ¿Cómo se atreve? —¿Cuándo había olvido algo sobre el trabajo? Lo siguió para intentar detenerlo— Alex… —Para cuando salió de la casa él ya había subido a su motocicleta. Decidió dejarlo ir solo porque él necesitaba calmarse. No la iba a escuchar estando así. Soltó un suspiro de resignación. Tenía que pensar en algo para arreglar aquel desastre. Él no le iba a creer que también lo amaba, después de haber