Me gustas

En la oficina de Mateo, él se adecuaba a su secretaria rápidamente.

—Camila, podría traerme un café de favor —dijo Mateo por el intercomunicador.

—Enseguida señor Licciardi. —Camila se apresuró a hacer lo que su jefe le pedía, quería convertirse en indispensable para él, había escuchado que cuando las secretarías eran eficientes, sus jefes creaban cierto tipo de dependencia hacia ellas.

A él le causaba gracia esa chiquilla, creía que duraría mucho tiempo en el puesto, era muy buena en su trabajo y no creía que una chica como ella se fuera a casar pronto, era tan gris que de seguro no tenía novio.

Con esa manera que tenía de vestir y de arreglarse, no conseguiría pareja ni poniendo a San Antonio de cabeza, sonrió al pensar en eso, y no es que la estuviera menospreciando, pero que es que Camila necesitaba urgentemente un asesor de imagen.

La chica enseguida le llevó el café, al entrar en la oficina, tropezó y estuvo a punto de caer de bruces, Mateo que estaba cerca, la tomó por la cintu
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