Su aroma a vainilla y almendras llenó el ambiente cuando entró a mi Hummer. Podía escuchar su respiración agitada, aquellas pequeñas exhalaciones que se escapaban de su boca. ¡No podía creer que estuviera ahí! Porque, desde que me habló en el café, me había preguntado cómo serían sus labios, deseé tocarla entonces, y lo hacía aún más al tenerla a centímetros de mí.
Dejé de odiar a Henry por primera vez en años, porque solo él pudo decirle que yo estaba ahí. No era habitual en él hacer cosas como esas por mí, pero no cavilé mucho en sus intenciones, disfrutaría el tiempo que durara enarbolada la bandera blanca de la paz.
—Hola, Carrie —pronuncié débilmente.
—Hola, Peter —respondió con aquella voz sensual y ronca que se form&o
Las sensaciones que se despertaron en mí mientras tocaba a Peter me estaban llevando por un camino peligroso. El miedo me hizo su presa, y caí.¿Por qué aparté las manos de su pecho e inventé una estúpida excusa? Porque mi cabeza había trazado un mapa que no se detenía en su pecho, llegaba más al sur, donde su hombría se alzaba. ¿De dónde salió aquel pensamiento? ¿De dónde fluyó aquel deseo categórico de desnudarlo y llenar su cuerpo con besos y caricias? Quizás de los recuerdos reprimidos de una Natalie carnal y apasionada.—No te vayas, por favor —pidió.Sus palabras no me afectaron tanto como aquel contacto de su mano sobre mi piel. En mi mente no solo lo tocaba, lo desnudaba y le decía lo mucho que lo deseaba, lo mucho que necesitaba que me hiciera el amor.—¿Por qu
Dos horas después de aquella despedida abrupta, estaba sentada en la sala, viendo un programa de bricolaje y decoración de interiores en el televisor, mientras comía sushi. Ming había influenciado mucho en mi dieta.Alterné la mirada miles de veces entre la pantalla del televisor y la pintura que reposaba contra la pared de la sala, esa que tenía garabateado el número de teléfono y la dirección de Peter. La idea de hacer uso de mi garantía pululaba en mi cabeza. ¿Y que si solo teníamos el presente? No me importaba. Deseaba sus manos acariciando mi piel desnuda. Deseaba probar su boca con la mía. Deseaba sentirlo en cada parte de mí. Aquellos pensamientos lujuriosos me perturbaron, no sabía de dónde venían, pero sí quién los provocaba y eso era lo que importaba.Peter me advirtió que no tendríamos futuro y que su pasado era u
Me quedé hecha de piedra cuando Peter me pidió que me acercara para tocarme. Fui una cobarde, maté al tigre y le tuve miedo al cuero. Es que no es lo mismo decirlo que hacerlo.—Carrie, ¿sigues ahí? —inquirió con preocupación.—Yo… eh… Sí, es que… —balbuceé. Peter se acercó lentamente, encontrándome a mitad de camino.—¿Dónde quieres que empiece? —indagó, acariciando mis hombros con suavidad. La pregunta de Peter fue clara, quería que marcara el inicio, lo que conllevaría a un fin. ¿Qué se suponía que le iba a decir? No tenía idea de cómo dar un beso, menos podría indicarle dónde quería que iniciara.—Eres el experto. Tú decide —insté sin titubear, aunque en mi interior estaba encorvada en posición fet
¿Qué clase de mujer soy? ¿Cómo puedo llorar, lamentando no haber aceptado una propuesta que me dejaba en tal mal lugar? La respuesta estaba en mis narices, porque sabía que si aceptaba una relación así, me perdería, que jamás podría escapar de ella, que no podría desligar mis deseos de mis sentimientos. Porque era innegable, sentía cosas por Peter más allá del sexo. Quería más que eso y él no podía dármelo. Sabía que tomé la decisión correcta, pero eso no significaba que me aliviara. No lo hacía ni un poco.—Estás rara, Nat. Dímelo.—Soy rara, Ming. No recuerdo ni mi nombre.—Hay algo más. Los ojos te brillan de una forma extraña, estás distante, has tomado mal tres órdenes. ¿Tiene que ver con Peter?
Henry condujo por veinte minutos hasta una enorme mansión a las afueras de la ciudad. Al llegar, Peter se bajó del auto y me ofreció su mano como soporte. Caminamos juntos hasta la enorme puerta de madera y vidrio en forma de “U” invertida, que se abrió antes que la alcanzáramos.—Gracias, Marie —le dijo a la muchacha de servicio. Le ofrecí una sonrisa y seguí caminando del brazo de Peter.Miré con asombro el lujo y la extravagancia que residían en cada espacio de la enorme casa. El piso de mármol se reflejaba como un espejo, los techos doblaban la altura de Peter y en ellos destacaba una decoración minuciosa de líneas en yeso. A la izquierda, había un recibidor con sofás negros, dispuestos en “L”, sobre una alfombra gris con blanco.En la pared adyacente, vi una pintura que despertó en mí emociones ext
Después de secarnos y ponernos la ropa, entramos a la casa, hasta llegar a un comedor amplio. Me senté en uno de los ocho sillones blancos, disponibles frente a la mesa de madera. En el centro de ella había un hermoso ramo con rosas rojas.Peter se sentó a mi lado y poco después entró al comedor un hombre alto, de cabello castaño claro y ojos cafés; usaba un uniforme blanco, como el de los chefs y traía una botella de vino tinto en la mano, junto con dos copas. Las llenó y la puso delante de nosotros.—Gracias, Jahir —el hombre hizo una reverencia y se fue.—Pruébala —pidió Peter. Acerqué la copa a mi rostro, caté el vino, como él me había enseñado, y luego disfruté del delicioso regusto que dejó en mi paladar—. Quiero saborearlo en tu boca —¿Fue una orden o un deseo?—. Ven
—Natalie, ¿dónde estuviste todo el día? —preguntó la voz chillona de Pattie.¿Cómo entró a mi apartamento?—Leo me llamó llorando. Dijo que tú... ¿qué es lo que te está pasando? —Odié su tono de reproche y quería estrangular a Leo por llamar a mi madre. No tenía derecho de involucrarla.—Escucha, mamá. Soy una mujer adulta, no una niña, y eso es algo que ambos tienen que entender.—¿Cómo puedes ser tan insensible? Tenías una relación sólida con él y lo dejas a un lado —exhalé exhausta por tener que seguir dando vueltas en círculos con respecto al mismo tema.¿Por qué no se pone de mi lado? Se supone que su hija soy yo, no él.Caminé a mi habitación y cerré la puerta con
Llamé a Leo de camino a mi apartamento, mientras viajaba en un taxi. Algo me dijo que ir a Suiza era lo correcto y pensé que estaba en deuda con él, que merecía la oportunidad, por haber dedicado su tiempo para encontrar una solución a mi pérdida de memoria. Le dije que me iría con él con una condición, Pattie no podía saberlo, no quería enfrentarla en ese momento. Quedamos en salir el lunes a primera hora, esperaba hablar con Peter antes de eso para darle la noticia en persona, de lo contrario, me tocaría decírselo por teléfono.—Dichoso los ojos que te ven —le dije a Ming. La encontré en la entrada del edificio con un chico.—Hola, Nat. Te presento a mi primo Aoi, llegó hoy de Nagoya y se va a quedar conmigo un tiempo.—Hola, Aoi.—No habla inglés, por eso lo enviaron, para que le enseñe.<