Una semana después, mi vida volvía a la “normalidad”. Regresé a Bernie´s, a pesar de la renuencia de Peter. Él podía tener dinero y todo lo que le diera la gana, pero yo quería mantener mi independencia.
Con el tema de las drogas, no habíamos avanzado en nada. Peter era muy bueno inventando excusas y sabía cómo distraerme. Él era una excelente tentación en la que siempre caía cuando se lo proponía. Y, como no quería hablarme de lo suyo, entonces yo tampoco le conté lo que pasó en Suiza. Tarde o temprano, alguno tenía que ceder, pero ninguno estaba realmente interesado en perder.
Pasé dos días escondida en su casa antes de atreverme a volver a mi apartamento, aunque por él me hubiera quedado a vivir allá. Pero era muy pronto y teníamos muchas cosas que resolver antes.
Cuando le cont&ea
Un silencio abrumador ocupaba la sala. Era tal la afonía que solo podía escuchar el tictac del reloj que colgaba en la pared delante de mí. Marcaba las 11:15, faltaba poco para medianoche.Concentré la mirada en mis dedos tembloroso. Tenía las uñas pintadas de lila y algunas comenzaban a desconcharse.No compraré de nuevo esa marca de esmalte, anoté en mi mente.—¿Nos va a decir o no qué hace aquí, señorita Williams? —preguntó el oficial Dawson, con ese nombre se había presentado cuando –no me pregunten cómo– llegué a la estación de policía.Mi nombre fue lo único que pude balbucear, estaba tan nerviosa que no podía concentrarme en formular una respuesta. El oficial Dawson me había trasladado a una sala, que se parecía mucho a las que salen en las pelis, esas donde interr
La Hummer no tardó en aparecer a mi lado, con Peter ocupando el puesto de acompañante. Ignoré su petición de subir con él y seguí caminando con la vista al frente. Él no sabía lo testaruda que podía llegar a ser si me lo proponía. Porque, aunque estaba casi muerta del cansancio, no iba a dar mi brazo a torcer.—¿Qué hice para merecer tu benevolencia? ¿Ya no merezco el exilio? —pregunté con altanería.—¡No se trata de eso!—replicó, alzando la voz.—¿No? ¿Qué fue entonces? ¡Ah, sí! No puedes decirme. ¡Tu puta mierda clasificada me mantiene a raya! No te esfuerces más, Peter. Pasemos página y olvidemos todo esto.—No quiero pasar página si en la siguiente no estás tú —pronunció con melancolía.Mi c
Pasó un mes desde que Leo me secuestró. Las autoridades seguían buscándolo, pero no habían tenido resultado. No me sentía tranquila, él podía volver e intentar llevarme y me aterraba la idea.Me levanté de la cama con sigilo para tratar de no despertar a Peter, quien estaba dormido sobre su estómago, completamente desnudo. Una sonrisa pícara se dibujó en mis labios mientras disfrutaba de aquel cuerpo perfecto y fornido, de la curvatura abultada de su trasero, de sus piernas velludas y musculosas. Era la primera vez que amanecía en mi cama.Mis dedos cosquillaban por el deseo de plasmar en un lienzo la obra de arte que me brindaba su presencia en mi cama desecha, resultado de nuestra pasión.—Kaili, bebé. Despierta —susurró en su letargo.Me estremecí por sus palabras. ¿Quién era Kaili? Nunca había escuchad
Temblé involuntariamente al escuchar su voz. No se me cruzó por la cabeza que era él quien llamaba. ¡Qué ingenua fui! Debí sospecharlo, sabía que Leo no se daría por vencido tan fácilmente y que buscaría la forma de ponerse en contacto conmigo.—¿Qué quieres? —grité, a pesar de lo asustada que estaba. Quería que supiera que no ejercía ningún poder sobre mí, que no le tenía miedo.—Te llamé para decirte que estoy dispuesto a perdonarte si vuelves conmigo.—¡Estás loco!—No, campanita. Estoy desesperado por recuperarte. ¿No entiendes que te amo?—¿Me amas? ¡Eso no es amor, Leo!—¡Es que no me has dejado demostrártelo, Natalie!—¡Y nunca lo haré!—Nunca es una palabra muy fea, Nat. No me ha
—¿Estás bien? Gerard me dijo lo que pasó en el auto —preguntó Peter cuando llegué a su casa.—No es la primera vez que me pasa algo así, pero sí la primera que me lastimo. Creo que me estoy volviendo loca, Peter.—No estás loca. Buscaremos un buen especialista para que te ayude. Yo cuidaré de ti —prometió, abrazándome a su pecho, calmándome como él solo podía hacerlo. Quise quedarme ahí por la eternidad, pero no era una posibilidad, tenía que dejarlo para mantenerlo a salvo.¿Cómo se suponía que lo haría si lo único que quería era estar con él? ¿Cómo, si al estar en sus brazos, oliendo su perfume, sintiendo su corazón latiendo contra mi pecho, me sentía segura?—No puedes cuidarme —dije cuando la voz me salió.&mda
—Podías fingir al menos el orgasmo —me reclamó Leo cuando acabó—. Creo que le daré una visita al invidente.—¡No! Puedo hacerlo mejor —le supliqué.Peter recibió otra paliza cuando me negué a tener sexo con Leo la noche anterior y, si lo golpeaban de nuevo, lo matarían. ¡No podía arriesgarme!—¿Sin fingir? —Asentí—. Quizás más tarde. Vístete, tenemos una visita que hacerle a Dawson.—¿Qué me pongo?—Elige alguna ropa del armario, toda es de tu talla. ¿Tienes hambre?—Cuando volvamos. Si como ahora, vomitaré —respondí.—Bien. Te espero afuera, campanita —besó mis labios y salió de la habitación.Aunque quería limpiarme la boca y echarme a llorar, no lo hice. Leo tenía c
—Hubiera preferido morir —murmuró Peter mientras besaba a Leo. Su dolor alcanzó mi propio corazón, pero era un sufrimiento que podía soportar. Perderlo sería irreparable—Viene la policía. ¡Tenemos que escapar! —gritó Anton desde una de las entradas del almacén.Leo me agarró por la muñeca y me arrastró fuera de ahí. Grité con desesperación el nombre de Peter, pero él no podía hacer nada por evitar que mi verdugo me llevara con él.—¡Te encontraré, Carrie! —prometió. Su voz hizo eco en el lugar y vibró en mi piel. Le creí, sabía que no descansaría hasta encontrarme.Todavía era de día cuando salimos del almacén. Leo tiró de mí con fuerza, haciéndome correr detrás de él hacia los árboles q
Sus manos suaves se deslizaron en el interior de mis muslos, una a cada lado, separando mis piernas con delicadeza. Aire caliente alentó al fuego a arder con más fuerza. Luego su lengua, suave y cadenciosa, marcó una línea recta de abajo arriba, hasta alcanzar mi punto más sensible. Murmuré su nombre en mi boca, cinco letras, dos vocales. ¡Peter! Enredé mis dedos en su cabello sedoso, tirando de él con fuerza con cada embestida en mi sexo. El corazón golpeaba mi pecho al ritmo de un tambor, armonizando la letra de una canción de amor y pasión. Espasmos intermitentes se intensificaron, trasladando mi sangre a la piel palpitante de mi sexo. Eché la cabeza atrás, mis labios separados, jadeando fuera la excitación.—Te amo, Peter—pronuncié con voz trémula. —¡Natalie! —grit&oa