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Capítulo 6: Lujuria y Enojo

Bárbara Úrsula Medina

A llegado el apreciado jueves el señor Manckenzie me dejó bien en claro que tengo que darle una respuesta ¡Ese hombre si es insistente! Todos los días recibo una llamada de él.

Hable con Daniel sobre el contrato que propuso el señor Manckenzie, no me dio una respuesta concreta simplemente me dijo que haga lo que quiera porque la empresa es mía y como siempre que me va apoyar. Pensé que se iba a poner celoso pero fue todo lo contrario. Hablamos por teléfono porque se le presentó un viaje de negocios muy importante.

Gracias a Dios que mi madre se va al Caribe con unas amigas porque de verdad no la soporto, eso es todos los días la misma rutina diaria.

Llevo puesto un pantalón pegado a mi cuerpo con unos tacones negros, una camisa blanca y por último mi cabello suelto.

Mi secretaria me informa que el señor Manckenzie está afuera.

--Puntual como él, no hay nadie-murmuré y eso ocasiona que mi secretaria se ría en una carcajada-. Dile que pase-digo respirando profundo.

Entra a mi oficina lleva puesto un traje negro con una camisa blanca y la corbata negra.

--Buen día señor Manckenzie-anuncié con una falsa sonrisa.

--Buenos días señorita Medina-responde sentándose en la silla en frente de mi escritorio.

Reboleé los ojos y me senté.

Me observa con detenimiento, sin ningún pudor y eso a mí me pone... Me siento tan nerviosa y a la vez excitada.

--¿Entonces?-pregunté para salir de ese silencio tan incómodo pero agradable.

--Eso debería preguntarlo yo-contesta-. ¿Habló con su... Novio?-me pregunta.

--Si. Aceptó todas sus condiciones-anuncié.

--Perfecto ¿Puede enseñarme mi oficina?-pregunta ocultando una sonrisa-. No se preocupe el dinero pasará a su cuenta lo antes posible-reveló.

 --¿Tengo que confiar en su palabra?-le pregunté.

--No se preocupe lo que digo lo cumplo-responde.

--Mañana mismo necesito el dinero en mi cuenta-digo en aire profesional.

--Sí, pero tiene que cumplir las condiciones absolutamente todas-contesta.

--Soy una mujer de palabra, no se preocupe-murmuré.

--Ahora vendría siendo yo el que tiene que confiar en su palabra-contraataca.

¡Dios pero este hombre!

--Venga conmigo-le ordené.

Salimos de mi oficina y vamos al lado de la mía.

--Esta es la respuesta a todas sus dudas-respondo-. La puede decorar como usted quiera, cualquier cosa que necesite no dude en decirme-contesté.

Él va hacia la silla detrás de él escritorio y se sienta.

--Tomó la mejor decisión señorita Medina-responde-. Espero que siga así-murmuró.

--Si no necesita nada más, me retiro-respondo dando media vuelta pero me detengo cuando escucho su voz.

--Necesito muchas cosas de usted señorita, pero ahora quiero un café-me ordena.

--Ah claro, usted sale de esta oficina va hacia el ascensor marca el piso ocho y puede que encuentre una cafetería-le indique con sarcasmo-. Usted tiene dos pies que puede caminar perfectamente-digo.

Levanta ambas cejas y observó un índice de su hermosa sonrisa.

--¿Qué le parece chistoso señor Manckenzie?-pregunté cruzando mis brazos.

--Prefiero un capuchino señorita Medina-reveló-. Y quiero que usted misma lo busqué y me lo traiga-responde.

--¿También quiere que sea su secretaria?-le pregunto frotando mi sien buscando una pizca de paciencia.

--No estaría mal la idea pero tómelo como un pequeño castigo por rechazar mi invitación y de paso por estar esperando-anuncia acomodándose en la silla.

--¿Siempre es así de irritante?-pregunto-. Usted es el hombre más insoportable que he tenido que soportar-revele poniendo mis manos en la cintura.

Se levanta de su silla y se acerca a mí peligrosamente, no deja de mirarme mientras camina y yo retrocedo. Su cercanía me afecta demasiado es como un imán.

--Exactamente iba a decir lo mismo señorita Medina, obviando algunas palabras. Cuando se enoja se ve... Exquisita-murmuró en mi oído-. Ese pantalón le queda perfecto-susurró dirigiéndose a mi cuello.

--No, Cristóbal...-le advertí poniendo mis manos en su pecho para tratar de separarlo.

Sus ojos se oscurecieron un poco al escuchar su nombre salir de mis labios en un jadeo.

--Bárbara, retírate de la oficina búscame el café porque si duras un segundo más te subo al escritorio y te follo por horas... Y no me va importar nada-susurró con voz ronca y agitada.

Creo que este hombre me va a volver completamente loca.

Me alejo despacio como si su lejanía me faltara pero él no deja de mirarme. Tengo un novio y por el respeto a nuestra relación esto no puede pasar jamás.

--Señor Manckenzie, no lo vuelva hacer-le advierto-. Todavía no le he dado esa confianza y por respeto a mi novio le pido que mantengamos nuestra distancia, por favor-expresé.

--Entonces no me provoque, Medina-expuso llevando su mano al cabello.

--¿¡Qué dice!? ¡Por Dios! ¿Pero qué le pasa?-le pregunto a volumen alto.

--¡Eso me pasa! Deje de provocarme. Tiene novio pero parece que no le importa porque cada vez que estamos juntos hago que lo olvide ¿O me equivoco?-pregunta.

Levanto mi mano y la estampo contra su mejilla con todas mis fuerzas.

--¿Así asume su verdad? Su novio no es lo suficientemente hombre, porque con sólo acercarme ya está temblando, con mis labios en tu piel ya estás gimiendo-reveló.

Levanto mi otra mano para darle una buena cachetada pero la agarra en el aire y me pega lo suficiente a él sintiendo su pecho duro y firme.

--Vuelve a darme otra cachetada y le juro, que me bajó los pantalones, la llevó hacia el escritorio y la voy a follar como nunca-dice totalmente enojado.

Me suelta sin ningún cuidado ocasionado que casi me caiga por el forcejeo. Sus ojos reflejan enojo, deseo, lujuria pero sobretodo dicen la verdad y estoy segurísima que no lo dijo bromeando. No lo pienso dos veces y salgo de su oficina dando un buen portazo.

¡Está clarísimo! Este hombre me vuelve loca sexualmente y todavía no lo conozco.

¿Pero qué puedo hacer para dejar de sentir todo ese sentimiento? Tengo novio y prácticamente le estoy siendo infiel con el pensamiento ¿Pero todos lo hacen? ¿No?

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