Capítulo 47
Cuando Leandro sacó a Luna del armario, él ya había recuperado su apariencia impecable. La camisa estaba perfectamente en su lugar y su cabello corto estaba ordenado. A cualquier otro, le habría sido imposible adivinar lo que había sucedido momentos antes.

En contraste, Luna parecía haber salido de un remojo; su cabello estaba desordenado y su rostro estaba tan rojo que parecía estar a punto de sangrar. La dejó caer suavemente sobre el sofá, se desplomó contra el reposabrazos. Sus labios estaban entumecidos, incapaces de abrirse; ni siquiera tenía fuerzas para maldecir.

Leandro la miró desde lo alto, observando sus labios hinchados. Sabía que se había pasado un poco. Hacía tiempo que no lo hacía, y había perdido el control.

—Descansa un momento. Pediré a la secretaria que te traiga un desayuno —dijo, dándose cuenta de que no había comido nada y que ahora probablemente estaba cansada y hambrienta.

Luna quería rechazarlo, pero ni siquiera tenía fuerzas para mover la cabeza. Mientras Lean
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