Capítulo 29
Juan sonrió maliciosamente:

—¿Qué pasa? Aún no me tocas y ¿ya no puedes soportarlo? Ahorra un poco de energía, ¿de acuerdo? Cuando hagamos el amor, podrás gritar como quieras. No te preocupes, ¡aquí no vendrá nadie aunque grites hasta desgarrarte la garganta!

Luna palideció por completo. Era cierto, estaba completamente sola en un lugar desolado, lejos de las villas de media montaña. La noche se acercaba rápidamente. ¿Quién podría venir a salvarla?

Juan desabrochó sus botones, mostrando su pecho de manera repugnante, y se le acercó poco a poco a Luna.

De repente, sonrió de forma siniestra y se lanzó hacia ella. En el momento en que Juan se lanzó, Luna esquivó a un lado y, con un giro, lanzó una patada descendente con toda su fuerza, golpeando la parte posterior de la cabeza de Juan.

Era una técnica clásica de taekwondo. Juan soltó un grito de dolor.

Cayó de cara al suelo, y las espinas de los arbustos le rasguñaron la frente, haciendo que la sangre comenzara a brotar.

—¡Maldita sea! —m
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