A medida que Leandro avanzaba más,—¡Mmm! —Luna no pudo controlar un gemido y se giró, mordiendo con fuerza la almohada para no dejar escapar más sonidos. Al ver su reacción, la mirada de Leandro se oscureció.—¿Qué fue eso? Me pareció escuchar un grito —Diego preguntó con curiosidad al otro lado de la línea.—Oh, probablemente hay un gato en celo afuera. No le hagas caso —Leandro respondió con voz apagada, mirando a Luna, que estaba sonrojada de vergüenza.Al escuchar esto, el rostro de Luna se encendió aún más. ¿Quién estaba en celo?—Si no fuéramos primos, ni siquiera tendría que advertirte. ¿Recuerdas cuando mi madre estaba viva y te traía a casa a jugar? Hemos crecido juntos. Leandro, piénsalo bien —Diego continuó sin insistir en el tema.—¿Qué pasa? ¿Vas a actuar como el salvador? Ocúpate de tus propios asuntos —Leandro se rio con desprecio.Después de eso, apretó los dientes, sabiendo que él también necesitaba una gran dosis de autocontrol. Porque había una mujer que seguía luch
Por la tarde, Luna llegó al lugar donde Celia le había indicado que probaría el vestido de novia. Estaba ubicado en la zona más concurrida del centro de la ciudad, un edificio entero dedicado a la confección de vestidos de novia. La fachada era de cristal templado, y desde afuera se podían ver expuestos una variedad impresionante de vestidos de alta costura, todos hermosos y deseables. Era un atractivo que muchas chicas solían admirar.Luna había pensado que Celia enviaría un coche para recogerla, pero solo había reservado un taxi.Se rio para sus adentros; como si Celia fuera realmente tan atenta. Sabía que al pedirle que fuera dama de honor, solo intentaba humillarla, pero aun así había decidido venir.Al entrar al centro de confección de vestidos de novia, el personal salió a recibirla rápidamente.—¡Hola! ¿Viene con la señorita Celia?—Sí —Luna asintió.—Por aquí, por favor —El personal la condujo hasta el tercer piso.—Buenas, la señorita Celia ya está aquí. El vestido de dama de
Luna esperó durante mucho tiempo, pero se dio cuenta de que Leandro no hacía ningún movimiento. No se atrevía a abrir los ojos y continuaba esperando. Siempre la había atrapado, y esta vez no sería la excepción.De repente, sintió una frescura bajo su cuerpo. Era medicina.Abrió los ojos de golpe y se dio cuenta de que Leandro tenía una mano sobre ella y con la otra le estaba aplicando nuevamente el ungüento. Parecía haber recuperado la calma, con un rostro helado y distante.Ella lo miró fijamente, un poco aturdida. Pensó que no la dejaría escapar. Sabía que el precio de enojarlo era uno solo...No esperaba que al final él se controlara. ¿Acaso le importaba su bienestar?Apenas tuvo ese pensamiento, enseguida lo desechó. ¿Cómo podría importarle? Era imposible.Se tensó, mordiendo su labio en silencio. El proceso de aplicar el ungüento se volvió aún más difícil que antes; la atmósfera era más densa y tensa. Ella se movía con cuidado, hasta el sonido de su respiración era claramente aud
La noche cayó. Dentro del bullicioso bar, el ruido era ensordecedor, las luces de neón parpadeaban y la música a todo volumen hacía vibrar el ambiente. Hombres y mujeres se movían frenéticamente en la pista de baile.Rafael estaba reclinado en el sofá. Una chica al lado intentó acercarse, pero el fuerte olor de su perfume le hizo fruncir el ceño. Con un gesto de la mano, la despidió. No sabía por qué, pero se sentía aburrido. Antes, disfrutaba pasar toda la noche bebiendo y divirtiéndose en los bares; ahora, no tenía ningún interés. ¡Qué extraño!La pantalla del teléfono seguía parpadeando, pero el timbre ya había sido ahogado por el ruido del bar.—¡Señor Ruiz, la reina te llama! —dijo el señor González, quien había venido a divertirse con él, dándole un ligero empujón.Rafael se quedó atónito. ¿Qué reina? ¿Acaso lo estaban bromeando?—Está en la pantalla, tu reina te está llamando —El señor González señaló el teléfono de Rafael.De repente, Rafael comprendió: era Luna, ella le estaba
Luna estaba a punto de contestar la llamada cuando, de repente, una mano se posó en su hombro y la giró. Era Rafael, jadeando.Luna lo miró extrañada. ¿Por qué estaba tan agitado? ¿Acaso había corrido?—¿Estás bien? —preguntó Rafael, respirando con dificultad mientras la miraba de arriba abajo.La luz amarillenta de la farola iluminaba su figura, haciéndola parecer especialmente hermosa. Su rostro tenía un leve tono pálido y sus labios, inflamados, mostraban claros signos de haber sido mordidos. Además, llevaba una blusa con un cuello alto, como si intentara ocultar algo. Rafael se sorprendió; era experimentado y enseguida supo que había pasado algo.—¿Esa noche realmente no te pasó nada?—Estoy bien, de verdad —Luna sacudió la cabeza. Sacó de su bolso un par de gemelos de esmeralda y se los entregó a Rafael.Acababa de salir de la casa de Leandro. Curiosamente, Yael parecía tener algo que hacer y no llegaría en un rato; ella pudo pasar un tiempo más con Sía.Le pidió a Yael que la dej
Luna siguió la dirección del sonido y, al ver que eran Carmen y Silvia, una expresión de irritación apareció en su rostro. No esperaba encontrárselas aquí después de no haberlas visto en casa de Leandro. A esa hora, deberían estar de compras.—¡Te he atrapado! Justo saliendo de la casa de mi hermano y ya coqueteando con tu amante —Silvia se adelantó hacia Luna.—¿De quién hablas? ¿Quién es el "amante"? —Rafael se dio la vuelta.¿Quién se atrevió a decir eso de él?—¿Qué haces tú aquí? —Al ver que era Silvia, frunció el ceño.Conocía a la hermana de Leandro, que frecuentaba la familia Muñoz. Pero definitivamente no le agradaba Silvia.—Hola, tía —Rafael vio que Carmen también había llegado y no tuvo más remedio que saludarla.—Creí que era su amante, pero resulta que eres tú —Carmen le lanzó una mirada a Rafael, llena de desprecio.Rafael sabía que la familia Muñoz menospreciaba su posición actual; eso estaba escrito en la cara de Carmen. No podía decir nada al respecto.—¿Señora, han s
Silvia se quedó paralizada. ¿Se refería Luna a ella cuando hablaba de hacer cosas sucias? Se sintió un poco incómoda y se aclaró la garganta. No era posible; lo que había sucedido hacía años era un secreto. Además, había pasado tanto tiempo que no quedaban pruebas. No tenía de qué preocuparse.—¿Escuchaste eso? —Carmen frunció el ceño.Parece que Luna había oído la conversación entre ellas por la mañana.—Si lo escuchaste, deberías mantenerte alejada. No quiero volver a verte. Si te atreves a arruinar la boda, verás, te haré la vida imposible —Carmen le advirtió con voz amenazante.—Deberías preocuparte más por tu hijo. ¿De qué sirve que me adviertas? —Luna sonrió con desdén, pero no podía mencionar a Sía con Rafael presente.—¡Tú! ¡Tú! —Carmen, furiosa, repetía la palabra. Miró los labios hinchados de Luna y el alto cuello de su blusa, y supo que esa mujer había vuelto a la cama de su hijo. Durante tres años, había mantenido su opinión, pero nunca tuvo el control sobre Leandro.—Oh, p
Sin poder encontrar a Luna, Rafael se quedó parado al borde de la carretera. Sacó su teléfono y llamó a Leandro. En caso de que Carmen y Silvia decidieran acusarlo, quería aclarar las cosas; no era por él, sino por Luna. Sabía que era mejor actuar primero.—Primo, me acabo de encontrar con tu madre y tu hermana. La cosa es así: Luna vino a buscarme para devolverme los gemelos que perdí en la mesa de juego de la familia Fernández hace unos días. Y, por casualidad, tu madre y tu hermana lo vieron todo. Ya sabes cómo es la situación. Te lo digo para que no malinterpretes, entre Luna y yo no hay nada —Rafael habló de un tirón.—¿Dónde está ella? —preguntó Leandro al otro lado de la línea.—No lo sé, ya se fue. Tú sabes dónde vivo, hay mucha gente abajo. ¿Cómo voy a saber a dónde fue? Tu madre y tu hermana la insultaron sin razón y, por supuesto, también me gritaron a mí. Pero bueno, tengo la piel dura, así que no me importa. Y sé que mi relación contigo no es nada especial. Tu familia tamp