Capítulo 155
Sebastián se quedó paralizado al instante, y enderezándose dijo: —¡No te hagas ilusiones! Este es el portón de la villa, por aquí pasa muchos coches. Solo quiero que recuerdes muy bien que estás casada.

Daniela arqueó una ceja y sonrió con total indiferencia: —Lo mismo te digo, Sebastián.

Extendió la mano para tomar las computadoras y se dirigió directo hacia la casa familiar sin mirar atrás.

Sebastián, bastante furioso, casi perdió la compostura y quiso detenerla para hablar con ella, pero al final solo pudo golpear con rabia el auto con el puño.

Juan, que estaba en el coche, se alarmó al ver esta situación y, temiendo que Sebastián dañara el vehículo, rápidamente bajó del coche y le entregó las fresas que había comprado.

Sebastián frunció con rabia el ceño al ver las fresas.

No debería haber comprado esas fresas. Solo a Daniela le gustan, y son muy ácidas.

—¡Tíralas!

Empezó a alejarse con una expresión algo sombría, pero después de unos pasos, se dio la vuelta, tomó la bolsa de fresa
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