Era una locura sentirse en otra dimensión, como a través de su ser corría un millar de emociones que pensó no sentir.
Se repetía en cuestión lo de la noche. Atrás quedaron sus temores y su deseo de huir, reemplazados por una pizca de miedo y una dosis de urgencia por ser tomada por el hombre.Serkan la besó con pasión, su boca devorando la de ella sin delicadeza, solo había urgencia. Nicolle cedió a la intensidad del beso, dejándose llevar por la corriente que los unía. Aunque sabía que no era lo correcto, que su instinto advirtiendo le decía que lo evitara, su cuerpo se rendía a la atracción repentina que sentía por él.La presión de su cuerpo contra la suya, la firmeza de sus manos en su cintura, todo era explosivo. Nicolle se sentía arrastrada por una fuerza que no podía controlar, una fuerza que le decía que esto era lo que quería, aunque su mente le gritara lo contrario.Cuando finalmente se separaron, Nicolle se apoyó en la pared, tratando de recuperar el aliento. El lugar parecía girar a su alrededor, su corazón palpitaba desbocado en su pecho. No podía creer lo que acababa de suceder. Se había dejado llevar por un impulso irracional y estaba consciente de lo estúpido que podía ser.Serkan la miró fijamente, en su rostro se dibujó un gesto de satisfacción.Esbozó una mueca que le heló la sangre.Sabía que había cedido a su dominio, que había caído en su trampa. Pero aún así, Nicolle no podía evitar sentir que había algo más bajo toda esa frialdad y arrogancia. Algo que la atraía de manera inexplicable.—No puedo creer que hayas sucumbido tan fácilmente —emitió Serkan, con una sonrisa burlona en sus labios, elevando su mentón para que lo viera, ella tragó duro sin hacer contacto visual —. Te fascina.Nicolle se enderezó, levantando la cabeza con valor.—No te equivoques, Serkan. Esto no significa que acepte tu dominio sobre mí. Fue solo un momento de locura —se atrevió a decir, llena de odio.Serkan se acercó nuevamente a ella, esta vez con una mirada más seria en sus ojos.—No importa cómo lo quieras llamar, Nicolle. Desde este momento, eres mía. Y no habrá escapatoria.Nicolle, a pesar de sentir un poco de miedo, no pudo evitar sentir una chispa molestia en su interior. Sabía que no podía permitir que él la controlara, que la sometiera a su voluntad. Se negaría a ser solo una pieza más en su juego.—¿Qué obtienes haciéndome esto, eh? —lo enfrentó.Serkan arqueó una ceja, su expresión se volvió aún más oscura y peligrosa. Pero Nicolle no retrocedió, se mantuvo firme frente a él.El ambiente quedó cargado de tensión, ambos sintiendo la lucha silenciosa que se desataba entre ellos.Sus ojos ámbar terminaron perdiendo ante su poderosa mirada.Al final el hombre se marchó, preguntándose en su regreso al despacho, ¿cómo podría haberse sentido compasivo aquel día con ella?Por su parte, se quedó paralizada, tratando de recuperar la respiración. Eso había sido intenso, aún podía tantear en sus labios el recuerdo del beso pasional y sentir aleteos en la boca de su estómago.—Maldición, ¿qué demonios sucede conmigo? —se regañó a sí misma, cansada de esa satisfacción errónea poseyendo su ser.***Después de unos minutos, Nicolle comenzó a pasear por la habitación lujosa. A pesar del entorno sofisticado y elegante, se sentía sola y vulnerable. La ausencia de Serkan solo intensificaba esa sensación de vacío en su interior, aunque si estaba presente, se sentía invadida otra vez.Mientras caminaba, su mente se llenaba de pensamientos contradictorios. Por un lado, sentía una atracción inexplicable hacia Serkan, incluso después de su arrebato pasional. Pero por otro lado, sabía que no podía dejarse llevar por sus emociones y permitir que él tomara el control total sobre su vida.Sabía que Serkan estaría en su despacho, encerrado. Ella quería salir de allí, se sentía tan aburrida. Giró la cabeza con dirección al teléfono que sonó.La expresión le cambió al ver que se trataba de su progenitora.—Madre, ¿por qué llamas?—¿Por qué tan grosera? —inquirió ofendida.—Tal vez porque estoy de mal humor, odiando por completo la vida que debo vivir, porque estoy casada con un hombre que no amaré jamás —escupió con dureza.Serkan se encontraba al otro lado de la puerta, escuchando sus palabras. Algo dentro de él se hizo añicos, pero la proyección de su interior quedó atrapada. Afuera solo podía verse inexpresivo, indiferente y frío.—No, madre. No puedes decirme que sea agradecida por esta vida. ¿Cómo podría ser una oportunidad? Es un castigo para mí. Colgaré.—¡Aguarda! —exigió, pero de todos modos finalizó la llamada.Se quedó al filo de la cama y el móvil en la palma de su mano. Su madre era tan molesta, ya suficiente tenía con respirar en el mismo espacio que ese témpano.—Esposo —pronunció asqueada y de súbito retornó el desesperado vuelo en su interior.Al final se preparó para una salida. Su atuendo era demasiado ostentoso para su gusto, ni modo, tendría que usarlo sin más opciones a la vista.Durante la ducha intentó alejarse de las imágenes sin censura recorriendo hasta sus escondrijos y no pudo. Serkan se adueñó de su subconsciente, de todo en absoluto.Se arregló y salió de allí con la intención de respirar aire fresco, pero se lo topó de frente a la salida. Casi le da un infarto.—Serkan...—Vuelve a la habitación.—¿Qué?—¿No me has escuchado? —masculló entre dientes —. Regresa a la habitación, Nicolle.—Que sea tu esposa... ¿significa que no puedo salir de aquí? —cuestionó con los ojos cristalizados —. No eres mi dueño, Serkan.Él aferró su muñeca, aún incinerado.—¿Tengo que decirte una vez más el significado de este matrimonio? Nicolle, ¿me estas desafiando? Odias ser mi esposa, pero yo te odio más a ti..."Te odio más a ti por dejarme en las sombras". Se dijo para sus adentros, aún siendo una fiera con la mujer.Ella lo miró con la inyección de miedo en los ojos. Entonces frunció el ceño, una punzada atacó su cabeza, un trozo perdido en su mente voló al presente entre ellos.Sus ojos, su cabello y sus labios... lo había visto antes de todo eso, mucho antes de ser marido y mujer.—¿Quién eres realmente? ¡¿quién eres?!Temblaba.—¡Te casarás con Nicolle White! Ella debe ser tu esposa, hijo —demandó Serkan estaba sentado frente a su padre mirándolo con frialdad inyectada en sus zafiros tenebrosos, mientras este le explicaba las razones por las cuales debía casarse con Nicolle.Una sonrisa fingida apareció en sus labios y tomó un respiro. Odiaba demasiado estar en una situación como esa, teniendo que aceptar el hecho de que iba a enlazar su vida a una persona, algo que era demasiado lejano a su ser. Él no era igual a los demás, de hecho existía un muro altísimo que lo separaba de lo habitual, de lo "común". Solo dos palabras, aunque fuertes y contundentes: Trastorno Antisocial. —Me niego a casarme con esa joven. ¡No soy un títere al que puedes manipular a tu antojo! —vociferó Serkan golpeando con fuerza la mesa.Su padre lo miró con el ceño fruncido obviamente molesto por la actitud de su hijo. —Deberías tener más cuidado con tus palabras Serkan. Necesitamos que te cases con Nicolle para mantener el secre
La mañana llegó cargada de bruma y un recordatorio aplastante dejándola sin oxígeno. Ni siquiera tomó el desayuno. Sus padres la obligaron a ir a casa de ese hombre, no pudo hacer nada para evitarlo. Y, durante el trayecto empezó a ponerse nerviosa, insegura por cómo podría ser el encuentro. —Tú puedes hacerlo —se animó a sí, misma antes de avanzar rumbo al pórtico. Por su parte, Serkan se levantó casi a las seis de la mañana, no hacía más que clavar los ojos en la portátil y trabajar sin parar. Cuando discaba en la Mac, recordó a su hermano. Hacía un buen papel Charles yendo a la compañía al tiempo de fingir que tenía el control del negocio. Se preguntaba cómo asesinaba el tiempo en su oficina cuando no tenía que encargarse de nada en realidad y solo debía ocupar una silla. Su lugar...Expiró. Miró su reloj de muñeca y terminó exhalando. Ya casi serían las diez de la mañana y no estaba laborando como solía. Entonces se levantó por un poco de café. Terminó escuchando el interf
Las calles ya no estaban silenciosas. La brisa fresca soplaba en el ambiente haciendo que su cabello se ondeara. Los edificios altísimos de la ciudad brillaban con el resplandor dorado del sol mañanero.El suave murmullo de los coches y la gente empezaba a llenar el aire. Las calles que momentos antes estaban en silencio, ahora se habían transformado en un caos ordenado mientras todo el mundo se apresuraba para ir a sus actividades, y ella seguía en la marcha, insegura. Con la vacilación más latente que antes, y amenazada con tener que casarse con un tipo loco, cruzó por su mente escabullirse, apresurarse a huir mientras fuera posible. Y, cuando llegó a casa, su madre le apuntó que irían por el vestido de novia. ***Nicolle caminaba por la calle junto a su madre arrastrando los pies y mirando el suelo. Sabía que hoy no sería un buen día para ella. Su madre insistía en que tenían que ir a escoger un vestido de novia para su boda pero Nicolle no estaba emocionada por la idea. —¿Rea
La fiesta se estaba llevando a cabo en la mansión de los Metternich; se respiraba lujo y un ambiente sofisticado, y ella sentía que se estaba asfixiando allí dentro, lejos de los amplios y hermosos jardines en el exterior, se la pasaba terrible. El espacio estaba decorado con luces elegantes, centros de mesa impresionantes, flores frescas y suntuosos detalles dorados. La música que sonaba era una mezcla de canciones románticas y de moda que animaría a los invitados a bailar toda la noche. Pero ella se sentía tan apagada, queriendo largarse a llorar, escapar de aquel ambiente al que no pertenecía y fue obligada a estar. Era increíble ver a tantas personas que no vio jamás en su vida, a todos los presentes actuando con pretensión.—Endereza la espalda, Nicolle, sonríe y saluda, no seas grosera, todos te están mirando ahora mismo. —Madre, ¿de verdad me estás pidiendo eso? —emitió por lo bajo, incapaz de hacerlo con naturalidad lo que su madre le pedía, solo de forma forzada lo hací
La boda fue un hermoso evento que acaparó la atención de todos los invitados, pero solo una pesadilla para Nicolle. Aunque radiante en su vestido blanco no podía ocultar su nerviosismo mientras se acercaba al altar. Su corazón latía con fuerza y en su cabeza se repetía una y otra vez la idea de huir de allí.Pero a pesar de sus temores la boda siguió adelante. El novio la esperaba sonriendo con la falsa ilusión y el fingido amor, mientras la ceremonia avanzaba. El ambiente era perfectamente cálido y acogedor coronado por la belleza de los detalles que decoraban el lugar.Y finalmente llegó el momento en que el oficiante anunció los votos. — Yo, Serkan Metternich, te quiero a ti, Nicolle White, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.Sabía que era su turno, pero se sentía incapaz de decirlo. Ante la expectativa de los presentes, terminó mirando a Serka