02. Monstruo

La mañana llegó cargada de bruma y un recordatorio aplastante dejándola sin oxígeno.

Ni siquiera tomó el desayuno.

Sus padres la obligaron a ir a casa de ese hombre, no pudo hacer nada para evitarlo. Y, durante el trayecto empezó a ponerse nerviosa, insegura por cómo podría ser el encuentro.

—Tú puedes hacerlo —se animó a sí, misma antes de avanzar rumbo al pórtico.

Por su parte, Serkan se levantó casi a las seis de la mañana, no hacía más que clavar los ojos en la portátil y trabajar sin parar. Cuando discaba en la Mac, recordó a su hermano.

Hacía un buen papel Charles yendo a la compañía al tiempo de fingir que tenía el control del negocio. Se preguntaba cómo asesinaba el tiempo en su oficina cuando no tenía que encargarse de nada en realidad y solo debía ocupar una silla.

Su lugar...

Expiró.

Miró su reloj de muñeca y terminó exhalando. Ya casi serían las diez de la mañana y no estaba laborando como solía.

Entonces se levantó por un poco de café. Terminó escuchando el interfono, de manera que se paralizó. No podía creer que alguien estuviera ahí, no recibía visitas de nadie, exceptuando por una que otra aparición de su padre.

Se incineró al verle y algo más lo sacudió, sin poder entender qué ocurría dentro de él. Tenía el cabello ondulado y abundante, los ojos ambarinos expresivos, largas y rizadas pestañas, además de su rostro ovalado.

Cuando más la analizaba con profundidad, la escena reaparecía en su cabeza hilando la desesperación, el llanto y el ruego.

Él sintió algo, no supo qué nombre darle, pero lo experimentó al momento de verle, y que fuera de improviso lo descolocaba.

No era posible.

—A ver... ¿qué debería decir para empezar? —musitó mirando el suelo a sus pies de un lado al otro, sin saber qué pronunciar.

—¿Qué haces aquí?

—¿S-sabe quién soy? —lo miró con sorpresa.

Él seguía inexpresivo, su rostro endurecido y serio.

—¿No vas a huir como los demás? ¿te quedarás allí parada? ¡Solo vete!

Ante su exclamación, se sobresaltó y retrocedió con temor. De manera que él estuvo a punto de cerrar la puerta, pero algo la empujó a desafiar su sentencia y se opuso al cierre inmediato.

—Solo he venido porque mis padres me lo pidieron. ¿Puedo entrar?

El hombre estaba a punto de echarla otra vez, sin embargo recordó las palabras de sus padres, eso lo detuvo.

Entonces lo hizo, afloró de sus labios una tenue sonrisa, lo que descolocó a la joven. Le recorrió un escalofríos de los pies a la cabeza y se arrepintió al instante, tanto que se hizo a un lado, y se adentró a su piso.

Cuando Serkan cerró la puerta a sus espaldas, ella quiso desaparecer, él no le daba buenas vibras.

¿Y sí era un desquiciado como muchos los tildaban?

—¿Qué quieres exactamente?

Ella pasó saliva con dificultad, y se volvió a mirarlo a los ojos. Comenzaba a sentir su respiración entorpecida.

—Sé que no estás bien con el hecho de casarte conmigo y siento lo mismo, pero... ¿cómo podría cambiarlo? Al final, mis padres han tomado la decisión, ellos no pueden pagar la deuda, así que...

—No es menester que me hables de algo que ya sé —sonó brusco y se perdió por aquel pasillo oscuro.

Nicolle parpadeó mirándolo en su salida, entonces estudió su alrededor. ¿Por qué todo era tan opaco y sombrío?

—Serkan... ¿a dónde has ido? —susurró a la nada, al no conseguir respuesta avanzó por el amplio pasillo y se frenó ante esa puerta, la empujó a la espera de un sonido chirriante como el de una película de terror, no sucedió.

Era la oficina de Serkan, la zona estaba envuelta en una oscuridad misteriosa. Los únicos rastros de luz venían de la luz intermitente de una pantalla de ordenador y los destellos del exterior que penetraban las cortinas cerradas. El aire estaba lleno de un silencio sepulcral solo interrumpido por el zumbido del aire acondicionado. Los objetos de la oficina estaban escondidos en las sombras creando formas indefinidas y desconocidas en las esquinas. La única pista de actividad era una silla de oficina que se movía lentamente hacia atrás y hacia adelante como si alguien estuviera sentado allí en la oscuridad.

La atmósfera de la oficina era ominosa casi opresiva como si estuviera esperando a que algo terrible sucediera en cualquier momento.

Pero el movimiento de la silla de un momento a otro se detuvo, fue casi imperceptible. Ella curioseó un poco más, cauta, pero tan llena de osadía que no reparó en ser atrapada durante la inspección. Sus ojos volaron al enorme cuadro de una mariposa con alas rotas, era una pintura intrigante... Ella que amaba a los insectos alados, se entristeció un poco y se exaltó en el acto.

—¿Qué haces aquí? —la voz de Serkan resonó a su espalda, le hizo dar un salto y girar asustada.

—Solo... estaba mirando. ¿No puedo?

Él frunció el ceño y se acercó peligrosamente a ella, haciendo que Nicolle retrocediera. La empujó contra la pared con tal fiereza que lastimó su espalda.

—No te atrevas a husmear donde no debes, ¿me oyes? Este lugar es mío, deja de meter las narices en dónde nadie te ha llamado.

Ella asintió con rapidez, temiendo que su tono agresivo se convirtiera en algo más.

—Lo siento, no volveré a hacerlo —apenas pudo hilar.

En ese momento sintió el verdadero terror y angustia. ¿Él sí era un monstruo?

—¿Crees que me interesa lo que le pase a tu familia? Ellos deberían pagarnos la deuda, en cambio te entregan a ti como pago, y no, no estoy bien con eso.

Ella quiso soltarle muchas cosas, pero el temor la frenaba, solo quería separarse lo más pronto de su cuerpo y alejarse del peligro, pero seguía firme sobre ella, impidiendo su escape.

—No puedo respirar...

—¿Piensas que es suficiente contigo? No vales nada, al igual que tu hermana, supongo que eres tan ilusa por creerte tan importante, de seguro estás contenta con la idea de casarte conmigo, ansiosa por dejar la miseria, es evidente tu interés.

Y se apartó, Nicolle se dobló tosiendo sin parar, le dolía la garganta, se acarició la zona e intentó recuperar el oxígeno.

—Debería irme —emitió al recuperarse, casi sollozando, temiendo su siguiente movimiento.

Y salió de volada, solo en el exterior la invadió el sosiego, lejos de aquel hombre.

Serkan se dejó caer al suelo y cubrió su rostro. Le dolía la cabeza. Tener a Nicolle era un error, porque ella una vez cambió las cosas, lo hizo dudar de su condición, por eso la salvó aquel día cuando estuvo en esa situación.

Sin embargo no era un héroe, sino un villano.

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