Como era la función de medianoche, el baño estaba casi vacío. Valentina abrió apresurada varias puertas, pero todas estaban desocupadas.Lo que no sabía era que Mariana se encontraba en una cabina al otro lado de la pared. Justo cuando Mariana iba a responder, Mateo le cubrió la boca con fuerza, impidiéndole emitir sonido alguno. A pesar de sus desesperados intentos por zafarse, Mariana no lograba apartar las manos de él, que parecían adherirse con firmeza a su boca.El espacio en la cabina era amplio, y aunque Mariana trató de golpear la puerta con su cuerpo para llamar en ese momento la atención de Valentina, Mateo controlaba casi todos sus movimientos. Solo una de sus piernas tenía algo de libertad, pero no era suficiente para hacer ruido.Cuando Mariana estuvo a punto de rendirse, de repente escuchó la voz de Valentina cada vez más cerca, lo que le dio una pequeña esperanza. Por favor, amiga, solo un par de pasos más y me encontrarás…rogaba en silencio en su mente.Sin embargo,
La voz de Valentina resonaba con gran fuerza, y los guardaespaldas que esperaban atentos afuera de la puerta la escucharon con claridad. En un instante, cinco hombres corpulentos entraron enfurecidos al baño, apartaron a Valentina y su líder, con una expresión firme, se dirigió a Mateo.—Señor Ramírez, nuestra responsabilidad es proteger a la señorita. Lo que estás haciendo pone en riesgo su seguridad y nos coloca en una situación bastante complicada. Si no la sueltas, no me responsabilizo por mi reacción.Mateo, al mirar a Mariana, recordó al instante su molesta reacción al colgar la llamada del urólogo. Estaba tan enfurecido que no quería volver a mirarla. Antes de que los guardaespaldas pudieran forzar la puerta, Mateo la abrió él mismo. Al salir, vio justo entre los guardaespaldas a un hombre con trenzas desordenadas y un estilo punk, que mostraba una gran preocupación. Mateo lo reconoció de inmediato como el hombre con quien Mariana anteriormente había tenido una conversación.
El guardaespaldas que caminaba al frente pasó tan cerca de Mateo que este incómodo frunció el ceño,. A Mateo ese tipo le molestaba profundamente, y algún día, estaba decidido a deshacerse de él y asegurarse de que nunca más volviera a pisar Albópolis. Después del incómodo incidente en el baño, el guardaespaldas y Camilo, junto con el resto del grupo, se retiraron sin más. Mariana, visiblemente agotada por todo lo sucedido, se dejó caer contra la pared del cubículo, respirando de manera entrecortada. —¡Mateo es realmente insoportable! —exclamó, completamente exasperada. Estaba a punto de perder los nervios por culpa de él.Lo que Mariana no sabía era que Valentina también acababa de asimilar la situación y, de repente, le dijo:—Mariana, la película...—No, Valentina, mejor me voy a casa —respondió Mariana rápidamente, sintiéndose abrumada.La idea de seguir viendo la película ya no le resultaba atractiva.Había entendido que la suerte no estaba de su lado ese día; y ahora, no e
Mariana ajustó la vista para asegurarse de lo que veía: un informe clínico sobre el sistema reproductor masculino, paciente: Mateo Ramírez.El café que tenía en la boca salió disparado antes de que ella pudiera evitarlo. ¡Por suerte reaccionó a tiempo y no manchó los documentos! ¿De verdad Mateo había ido a la consulta de urología?Cuando le hizo aquella cita, solo lo hizo para molestarlo un poco, sin imaginar que él realmente acudiría. Pero ahora que tenía el informe en sus manos, la curiosidad la empujó a revisarlo.Apenas abrió la primera página cuando sintió la mirada inquisitiva de Nazario.—Ejem, ejem...— carraspeó Mariana, intentando disimular—. No es nada importante, puedes ir a tomarte un descanso.Cuando Nazario salió y cerró la puerta de la oficina, Mariana empezó a leer el informe con detenimiento, pasando cada página con cautela. A medida que avanzaba, sus mejillas se encendían más y más. Cuando finalmente llegó a la última página, golpeó el informe con el puño, sintiend
—Mariana, si esta noche no puedes hacer que Mateo vuelva a casa, tú tampoco regreses.Era Nochevieja.Las luces navideñas iluminaban las casas, donde las familias celebraban unidas.Sin embargo, Mariana Soto se encontraba sola, surcando el malecón en su motocicleta a toda velocidad. El viento frío le azotaba el rostro mientras se dirigía hacia el puerto, decidida a descubrir la verdad sobre una supuesta infidelidad.Los rumores en la alta sociedad no dejaban de circular: su marido, el ausente Mateo Ramírez, aparentemente había alquilado un lujoso crucero y planeaba un espectáculo de fuegos artificiales esa noche. Todo para impresionar a su amante.Mientras conducía, Mariana no podía sacarse de la cabeza las palabras que su suegra había dejado caer durante la cena de Nochevieja en la mansión de los Ramírez. Esas insinuaciones habían sido la chispa que encendió sus sospechas.—Mariana —la voz de su suegra resonaba con un deje de desprecio—, Mateo ni siquiera quiere volver a casa para Año
Mariana miró en silencio por dos segundos, y en lugar de enojarse, sonrió.Sus ojos seductores se curvaron en una sonrisa mientras caminaba lentamente hasta el lado de Mateo.Sacó una toallita desinfectante y fingió limpiar casualmente la parte de su camisa de seda que Viviana había tocado.—¿Crees que quiero venir a este lugar escandaloso? Es solo porque el abuelo y mamá estaban presionando para que tengamos un hijo.Terminó de limpiar su camisa, tiró la toallita a la basura y aprovechó para arreglarle el cuello flojo de la camisa. —¿Ya terminaste de jugar? Si es así, ¿por qué no vuelves a casa conmigo?—¿Volver para qué? ¿Para tener un hijo contigo?Los ojos seductores de Mateo brillaron con una luz profunda e impredecible. Él la miró desde arriba, envolviéndola con su mirada. —¿Tener un hijo mío? ¿Acaso eres digna?Mariana dejó escapar una risa amarga. Sentía como si le hubieran apuñalado el corazón, un dolor tan agudo que apenas podía respirar. Hasta hace poco, había deseado tene
Esa postura seductora hizo que la sangre de los demás hirviera.Una tras otra, las bolas caían en los hoyos de manera sorprendente, mostrando una técnica elegante que dejó a todos boquiabiertos. Su habilidad en el billar era increíblemente impresionante, no inferior en absoluto a la de Mateo. Era como descubrir un tesoro escondido.La expresión de todos los presentes cambió al presenciar su destreza, incluso la expresión de Mateo se transformó de manera evidente. El sonido de alguien tragando saliva resonaba claramente en la habitación. La tela provocativa que apenas cubría su cuerpo pareció afectar a Mateo, oscureciendo su semblante. Sus ojos penetrantes la observaban con intensidad, sin parpadear.Era inesperado. Su esposa, que normalmente discreta, guardaba muchos secretos. Su habilidad en el billar no solo sorprendió a los demás, sino que también era algo desconocido para él hasta ese momento.Valerio Gallegos, el asistente de Mateo, sintió que la situación era incómoda y rápidamen
Sin darle oportunidad de replicar, él la ignoró por completo, lleno de ira, se dio la vuelta y se marchó. El estruendoso golpe de la puerta al cerrarse trajo consigo el viento frío que silbaba fuera. La noche oscura y espesa, acompañada por el rugido de las olas, envolvió el corazón de Mariana en su vacío. En lugar de enfadarse, soltó una risa amarga, luchando por contener las lágrimas, y lanzó la taza que estaba sobre la mesa.—¡Mateo! ¡Al diablo contigo!La rebeldía que había mantenido en su corazón finalmente se liberó, rompiendo la jaula de tres años de disimulo cuidadoso. Él la había castigado al involucrarse con Viviana, ¿no había sido eso una señal para que se alejara de los Ramírez? ¿Cómo era posible que ahora, cuando ella hizo lo que él quería, él no estuviera dispuesto? Mariana no podía creer que Mateo no quisiera el divorcio. Ella sabía mejor que nadie que Mateo era un hombre poderoso, acostumbrado a manejar las cosas desde las sombras. Claro que tendría la última palabra en