22: Cautivada.

Narra Marina.

El olor a café llega a mis fosas nasales, recordándome que no comí nada anoche, pero mejor aún: que René sigue aquí.

La última vez que me había sentido completamente segura, sin pesadillas y relajada, fue en casa con mis abuelos. Y eso fue hace demasiado tiempo.

La liga de sentimientos que me abaten apenas llego a la cocina y lo encuentro dándole un sorbo al café, como asegurándose de que esté bien de azúcar, me hacen verlo con una sonrisa que pronto se transforma en nervios en el centro de mi estómago.

Sí, me siento segura en sus brazos, pero por nada del mundo quiero que piense que por darle una oportunidad debemos ir tan...

—Buenos días, Marina. —Camina hacia mi, extendiendo una taza de café—. No volveré a quedarme al menos que tú me lo pidas; y si eso pasa, una cosa sí te puedo asegurar. —Sonríe mientras bebe de su taza—. No faltará que te despierte con café porque es una tradición que corre por mis venas. Si no tomo café, soy hombre muerto.

Suelto una risita, viéndo
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