Narra René.Sentí mi pie quemar quitándolo del acelerador y el auto se detuvo. Pronto el vapor salió del capó y supe que no tendría remedio alguno arreglarlo porque no iba a encender.Rápido tomé mis cosas importantes y llamé a una grúa dándole la dirección en donde estaba mientras rápido me enfocaba en trotar para llegar al apartamento de Marina. Estaba algo lejos, pero no vi problema en hacerlo porque además necesitaba sacar la adrenalina que estaba creciendo en mí.La sombra apareció de nuevo, causando que mi piel se erizara.—No me voy a detener.—Es una advertencia.—Estoy consciente de las consecuencias… —Giré mi rostro hacia las voces—. ¡Mierda!Me tambaleé como si estuviese en una cuerda floja cuando la brisa de la noche llegó, y para mi sorpresa, cuando caí en el suelo sentí el dolor interno en mis rodillas pero no hubo señales de que hubiese pasado.Siempre que salía herido, no se mostraba superficialmente, pero por dentro dolía como el mismo infierno.Maldecí jurando que so
Narra Marina.El olor a café llega a mis fosas nasales, recordándome que no comí nada anoche, pero mejor aún: que René sigue aquí.La última vez que me había sentido completamente segura, sin pesadillas y relajada, fue en casa con mis abuelos. Y eso fue hace demasiado tiempo.La liga de sentimientos que me abaten apenas llego a la cocina y lo encuentro dándole un sorbo al café, como asegurándose de que esté bien de azúcar, me hacen verlo con una sonrisa que pronto se transforma en nervios en el centro de mi estómago.Sí, me siento segura en sus brazos, pero por nada del mundo quiero que piense que por darle una oportunidad debemos ir tan...—Buenos días, Marina. —Camina hacia mi, extendiendo una taza de café—. No volveré a quedarme al menos que tú me lo pidas; y si eso pasa, una cosa sí te puedo asegurar. —Sonríe mientras bebe de su taza—. No faltará que te despierte con café porque es una tradición que corre por mis venas. Si no tomo café, soy hombre muerto.Suelto una risita, viéndo
Narra Marina.Una vez le doy su camisa limpia, salimos de la residencia y compartimos el mismo taxi; pero justo antes de que tomáramos la vía hasta mi trabajo, pidió al chófer pasar por comida ya que no comimos al salir; así que compró más café, un par de Bagels, los cuales descubrí que son parte de su desayuno favorito, y también una gran galleta de avena salada y chocolate blanco.Tras guiñarme el ojo al entrar al auto, me dio una pequeña bolsa de papel con uno de los Bagels, la galleta y en mano me entregó el café.Aunque parezca insignificante, eso para mí tomó mucho valor.Ni siquiera hubo tiempo de pensar qué decir en el camino, pues René rápidamente se interesó en saber sobre la clínica y mi tiempo trabajando allí, así como mis amistades dentro, mientras yo cuestionaba sobre sus compañeros en el equipo y cómo había visto su desempeño el día anterior.—¿Hay otra cosa que quieras saber de mí? —Su sonrisa blanca destellaba.—¿Por qué no haces uso de tu dinero como todo buen millo
Narra René.—René... —me llamaba uno de mis hermanos menores desde el patio—. ¡René!—¿Qué es lo que quieres? Mi tono era molesto. Me encontraba viendo las mejores bases robadas de la historia en la liga, deseando alguna vez poder estar en esa lista, como el número uno.—¡René!Furioso por invadir mi espacio con sus lloriqueos, como siempre, tuve que levantarme del sofá. Estaba solo en casa con él, porque había enfermado y yo era el único que estaba libre.—¿Siempre tienes que estar arruinando todo? —espeté al verlo tumbado en la mecedora, rojo, quizás por el sol—. ¿Qué quieres?—Creo que voy a morir... —lloriqueó.—No seas tonto… —Irritado me senté a su lado y pensando en lo que me había dicho mamá de estar pendiente de su temperatura, mi mano fue hasta su frente.Estaba sudando, su respiración era lenta y parecía que se estaba desmayando.—¡Sol! —grité hacia la señora de servicio—. ¡Llama a urgencias! ¡Rodrigo no está bien!Ese mismo sentimiento de desespero fue el que sentí al sab
Narra René.Mi madre, Raúl y Roxana deciden quedarse en la sala de espera, mientras papá y los demás comenzamos a salir de la clínica tras darle todos una mirada de agradecimiento a Marina.No me gusta la idea de que tenga que quedarse aquí minutos u horas extras, pero siento que hacerla cambiar de opinión no es algo que pueda lograr en cual sea la etapa que estemos ahora.—¿Qué rayos hacía Rodrigo conduciendo el Maserati? Él lo detesta —pregunta Rafaela.—No lo sé… —Rocío suspira—. Pero hace unos minutos Casey me escribió diciendo que el auto no tiene ninguna falla, al parecer frenó de golpe y la bolsa de aire falló.—Nunca lo usa, y cuando lo hace, casi lo mata.Tras las palabras de Rolando, mi hermana Rocío rueda los ojos y se abre paso entre todos para ir delante.—Iré por el auto, infórmenme cualquier cosa. ¡Te amo papá! ¡Adiós a los demás!—¡Yo también te quiero, hermana! —Rafaela sonríe negando con la cabeza.Rolando me da una palmada en el hombro y camina en dirección a Rocío.
Narra Marina.—Salió negativo —dice mi amiga.—¿Desde cuándo lo sabes? —¡No quería ver los resultados!—¿Desde cuándo lo sabes, Hillary?—Desde el mismo día que te dije.—¿Y por qué me tuviste todo este tiempo sufriendo?Ella me ve, con poker face.—Fue ayer.—¡Pudiste haberme dicho! Dios, Hilla, lo siento, es que llegué tarde anoche, dormí malísimo y... —Tomo sus manos y la miro—. No sé qué estabas pensando si llegaba a ser positivo, pero me alegra que sea negativo.—Gracias... —Ella suspira—. Solo son los niveles del colesterol demasiado altos...—Y tú que no paras de comer comida chatarra —expreso, ella ríe, entonces la miro con insistencia queriendo decirle algo, queriendo saber qué rayos con ella y Rodrigo.—¿Podría decirlo en otro momento? —me pregunta.—¿Pero él lo sabe?—Claro, ¿qué? ¡no! Ni siquiera intercambiamos números.Cierro los ojos por un segundo. Y es que no puedo creer que esto esté saliendo de su boca, y mucho menos, que Rodrigo también haya actuado de esa forma.—
Narra Marina.El beisbolista, aunque me besa con la misma intensidad, parece paralizado en otras partes de su cuerpo.Así que cuando me hace falta aire, y estoy arrepintiéndome, me quiero separar pero sus manos se apoderan de los costados de mis nalgas y me sube a su abdomen creando una fricción que me deja mareada.Tengo una bata de seda, todo es accesible y sensible ahora mismo.Mi corazón bombea con demanda al él llevarme encima de la mesa en donde increíblemente a penas están marchitándose las primeras flores que me regaló.Jadeo, en protesta, cuando deja mi boca. Y cuando me doy cuenta de lo mucho que me arden los labios, porque los suyos están demasiado calientes, como si tuviese fiebre, mi cuerpo tiembla de repente al sentir su lengua también caliente y el roce de su barba en el lóbulo de mi oreja.Mi pecho sube y baja, tengo que dejarme de tonterías y quitarle esta sudadera, pero no lo logro, pues él baja mis brazos, hace que los una detrás de mi espalda, sobre la mesa; me sos
Narra Marina.Un poco de música de Coldplay invade mi apartamento mientras noto en el teléfono que se enciende de René que son casi las doce de la madrugada.A esta hora era que debíamos estar retornando de nuestra cita.Lo veo terminar de preparar el café cuando tengo los sándwiches listos y antes de darme el mío y yo darle su comida, se acerca para dejarme un beso rápido en los labios que me deja con el corazón en la garganta.Es diferente cuando no tengo la calentura y la molestia encima, porque me siento completamente avergonzada conmigo misma y nerviosa también por no haber podido pensar demasiado desde que él tocó la puerta esta noche.No me arrepiento de lo que sucedió, porque haberlo dejado tocarme ha sido una de las mejores cosas que he permitido en mi vida, así como el sentir que sus labios me pertenecen; sin embargo, me preocupa lo mucho que podría llegar a dejarme envolver completamente por él sin saber qué es lo que esconde.—No creo que sea buena idea —me dijo Hillary el