Nina De algún modo, conseguí dormirme un par de horas aquella noche. Esas pocas horas de sueño estuvieron plagadas de pesadillas, pero al menos dormí. Cuando me desperté a la mañana siguiente, sabía lo que tenía que hacer. No podía mencionar nada de esto a Enzo ni a Luke, porque sabía que no obten
Cogí el coche de Lori y me dirigí a la armería que había a las afueras de la ciudad. No era el lugar con mejor reputación, pero eso era exactamente lo que necesitaba; no tenía ningún permiso para llevar armas, no tenía mucho dinero y no necesitaba que nadie me preguntara por qué quería una escopeta
Enzo Acababa de despertarme tras una noche en vela en la que deseaba poder explicárselo todo a Nina sin asustarla ni alejarla, cuando oí unos golpes en la puerta de casa. Gruñendo, me arrastré fuera de la cama y abrí la puerta para encontrarme con una sorpresa: Luke. “Está tramando algo”, dijo, si
Llamé a Matt, del equipo de hockey, cuando terminé de hacer la maleta -era el único del equipo que sabía que aceptaría una acampada de última hora como ésta, y además tenía coche- y le dije que hiciera la maleta rápidamente y se reuniera conmigo en el quad. Tal y como sospechaba, aceptó entusiasmado
Nina Jessica, Lori y yo habíamos empezado a montar el campamento no muy lejos de donde habían asesinado al hombre de negocios cuando oí crujir ramas y hojas en el bosque. Alguien se acercaba. “¡Dios mío!”, se quejó Jessica mientras jugueteaba con los palos de su tienda, “¡esto es imposible! Lori,
Nina Todo el mundo se quedó en silencio cuando Jessica sugirió que jugáramos a girar la botella. “¡Vamos, chicos!”, dijo, con la cara sonrojada por la cerveza. “Es solo un juego”. “Me apunto”, dijo Matt. Lori se encogió de hombros, lo que normalmente era señal de consentimiento. James, Enzo y yo,
“Ooh, podrías cortar la tensión con un cuchillo, es tan gruesa”, dijo Matt. “¡Cállate!”, gruñó Jessica, golpeándole en la nuca. Enzo se levantó y caminó alrededor del fuego, deteniéndose frente a mí. Lo miré, con el corazón a mil por hora, la mitad de mí deseando que se marchara y la otra mitad se
Nina “James... Corre”. “¿Qué?”, dijo. “No voy a dejarte aquí fuera”. Amartillé la escopeta mientras los ojos amarillos seguían mirándome desde la oscuridad, acompañados por el sonido de un gruñido profundo y horripilante. “Tienes que correr, James”, dije, levantando el cañón del arma para apunta