Llamé a Matt, del equipo de hockey, cuando terminé de hacer la maleta -era el único del equipo que sabía que aceptaría una acampada de última hora como ésta, y además tenía coche- y le dije que hiciera la maleta rápidamente y se reuniera conmigo en el quad. Tal y como sospechaba, aceptó entusiasmado
Nina Jessica, Lori y yo habíamos empezado a montar el campamento no muy lejos de donde habían asesinado al hombre de negocios cuando oí crujir ramas y hojas en el bosque. Alguien se acercaba. “¡Dios mío!”, se quejó Jessica mientras jugueteaba con los palos de su tienda, “¡esto es imposible! Lori,
Nina Todo el mundo se quedó en silencio cuando Jessica sugirió que jugáramos a girar la botella. “¡Vamos, chicos!”, dijo, con la cara sonrojada por la cerveza. “Es solo un juego”. “Me apunto”, dijo Matt. Lori se encogió de hombros, lo que normalmente era señal de consentimiento. James, Enzo y yo,
“Ooh, podrías cortar la tensión con un cuchillo, es tan gruesa”, dijo Matt. “¡Cállate!”, gruñó Jessica, golpeándole en la nuca. Enzo se levantó y caminó alrededor del fuego, deteniéndose frente a mí. Lo miré, con el corazón a mil por hora, la mitad de mí deseando que se marchara y la otra mitad se
Nina “James... Corre”. “¿Qué?”, dijo. “No voy a dejarte aquí fuera”. Amartillé la escopeta mientras los ojos amarillos seguían mirándome desde la oscuridad, acompañados por el sonido de un gruñido profundo y horripilante. “Tienes que correr, James”, dije, levantando el cañón del arma para apunta
Enzo Me despertó el disparo unos segundos antes de que James volviera corriendo al campamento. “¡Enzo!”, gritó. “¡Enzo! ¡Nina está en problemas! ¡Hay algo ahí fuera!”. No necesitaba oír más. Rápidamente abrí la cremallera de mi tienda y salí corriendo, sin haberme quitado la ropa ni los zapatos p
Recogimos leña en silencio durante un minuto, pero yo tenía preguntas candentes que necesitaban respuesta. “Conocías a ese tipo, ¿verdad?”, le pregunté. Se detuvo y suspiró, asintiendo. “Sí, lo conocía. No sabía que era un hombre lobo. Me mintió... me lo merezco por conocer a extraños en Internet”
Nina “Tío”, dijo Matt, resoplando mientras subíamos lentamente la montaña, “¿quién iba a decir que el senderismo era un entrenamiento tan duro?”. “Ya lo creo”, dijo Lori. A estas alturas, ya se había echado el pelo negro a la cabeza y agitaba su raída camiseta negra de tirantes para refrescarse mi