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Capítulo 2 El capitán del equipo de hockey
Nina

Enzo debió de notar la expresión de mi cara cuando finalmente lo reconocí, porque sonrió satisfecho y me ofreció una servilleta.

"Se te corrió el maquillaje".

Me sonrojé y tomé la servilleta de su mano, usándola para limpiarme el maquillaje mientras Enzo seguía mirándome fijamente.

"¿Una noche dura?", preguntó él una vez que terminé de limpiarme el maquillaje.

"Supongo que sí", respondí yo.

"Sabes", dijo él, con sus intensos ojos marrones estudiando mi cara, "te ves mejor sin maquillaje". Sus palabras me hicieron sonrojar aún más. ¿Qué probabilidades había de que el capitán del equipo de hockey se me insinuara la noche de mi cumpleaños, justo después de que mi novio me hubiera engañado?

"¿Tratas a todas las chicas así?", pregunté de repente, sorprendida y avergonzada por mi propia pregunta. Tenía que ser por el alcohol.

Enzo volvió a sonreír y se terminó su copa.

Se acercó y con sus dedos me apartó un poco el cabello de la cara. "Si tanto te intriga cómo trato a las chicas, ¿por qué no vienes a verlo por ti misma? Vivo en el Dormitorio B, cuarto piso. Habitación 409". Su voz era grave y sensual y, a medida que nos acercamos el uno al otro, sentí que mi respiración se volvía más lenta y excitada.

Entonces, fruncí el ceño y me aparté. Necesitaba consuelo esta noche, pero no ese tipo de consuelo.

"De ninguna manera", dije yo, cruzándome de brazos. "Conozco tu reputación. Eres un mujeriego".

"¿Y qué si lo soy?", murmuró Enzo. "Es tu decisión, pero mi habitación está abierta para ti toda la noche. Puedes entrar directamente. No hace falta que toques".

Con eso, Enzo se sentó de nuevo y arrojó algo de dinero sobre la barra. "Pagaré la copa de la señorita", le dijo al camarero. Luego, se echó la chaqueta al hombro y salió del bar.

Seguí dando sorbos a mi bebida mientras pensaba en la inesperada propuesta de sexo. Enzo era conocido como un adonis, un jugador guapo. Desde que Enzo y Lisa, la animadora que me robó el novio, rompieron el semestre pasado, el dormitorio de Enzo era un hervidero constante de chicas guapísimas que entraban por la noche y salían a la mañana siguiente, con el pintalabios corrido y el cabello hecho un desastre. Ninguna chica regresaba a ese lugar; Enzo solo participaba en rollos de una noche.

A mí nunca me habían interesado los rollos de una noche. En la secundaria, yo era una cerebrita, así que nunca había tenido ninguna oportunidad con los chicos. La única vez que pensé que tenía una oportunidad, fue cuando un jugador del equipo de fútbol me invitó al baile de graduación, pero resultó ser una broma. Todo el colegio se rio de mí cuando me presenté con mi vestido azul, emocionada por bailar con el jugador, splo para que él me pusiera la zancadilla y me hiciera caer en la pista de baile.

"¿Por qué bailaría contigo?", había dicho él, señalándome y riéndose de mí. "¡La fea Nina nunca tendrá novio!".

Después de eso, me juré a mí misma que me centraría en mis estudios. Cuando empecé la universidad, se me pasó la fase de patito feo y muchos chicos intentaron coquetear conmigo, pero no me interesaba. Si iba a dejar que un chico interrumpiera mis estudios, tendría que ser perfecto, alguien con quien estuviera dispuesta a compartir mi cuerpo.

Pensé que Justin sería el indicado. Parecía tan dulce y amable, pero supongo que no era el caso. Después de esto, sentí que nunca me volvería a enamorar.

"Siento decirle esto, señorita, pero el bar va a cerrar pronto", dijo el camarero, sacándome de mis profundos pensamientos. Asentí con la cabeza y terminé lo que me quedaba de la bebida. El pensar en irme a casa ahora mismo casi me da náuseas.

Quizá no tenía que irme a casa esta noche.

Me presenté frente al dormitorio de Enzo un rato después. Antes de entrar, vacilé un poco al considerar la posibilidad de mantener mi dignidad e irme a casa. Sin embargo, esta noche estaba arreglada con lencería cara, y además... con la doble traición de Justin y Lisa, ¿qué mejor manera de vengarme de los dos?

Respiré hondo, giré el pomo y entré en el dormitorio de Enzo.

Él estaba sentado en el sofá cuando entré, como si me hubiera estado esperando.

"Cambiaste de opinión, ¿eh?", dijo él mientras se ponía de pie y cruzaba la habitación hacia mí. Era mucho más alto y musculoso que yo. Con él tan cerca, podía oler su colonia. Me hizo mojarme las bragas, casi como una feromona.

"Y bueno… ¿Qué te hizo cambiar de opinión? Pensé que mi reputación te asustaba".

"Yo solo... pensé que me vendría bien un poco de consuelo", respondí.

Sin decir nada más, se inclinó y me agarró la barbilla con la mano. Me besó profundamente, su lengua exploró mi boca como nunca lo había hecho la de Justin.

Después de besarnos, me rodeó la cintura con los brazos y me levantó. Yo le rodeé con las piernas mientras me llevaba a su habitación. Nuestros labios chocaron durante todo el camino. Le mordí el labio inferior, lo que lo hizo gemir, y cuando entramos en su habitación, que estaba poco iluminada, cerró la puerta tras nosotros y me tumbó en la cama.

Estaba temblando, pero había algo sorprendentemente agradable en el tacto de Enzo. Me esperaba a un animal despreocupado al que solo le importaba excitarse, pero cuando se inclinó sobre mí y deslizó sus dedos por mis bragas, me di cuenta de que mis suposiciones eran erróneas.

Enzo me besó y lamió mi cuello mientras me frotaba el clítoris, dejando que sus dedos se mojaran con mis jugos de amor mientras yo gemía en su boca. Se apartó brevemente para sacar la mano de mis bragas y dejarme probar el sabor en sus dedos, y luego volvió a tocarme. Sin embargo, antes de que me penetrara con los dedos, lo agarré de la muñeca y lo detuve.

"Debería decirte que soy virgen", susurré.

Enzo guardó silencio unos instantes. Me preocupaba que él no quisiera continuar después de saber esto de mí, pero luego se limitó a sonreír.

"Me lo imaginaba", respondió él, inclinándose para mordisquearme la oreja. "Seré suave contigo".

Solté un fuerte gemido y arqueé la espalda mientras él dejaba que sus largos y gruesos dedos se deslizaran dentro de mí. Los deslizó hacia delante y hacia atrás, cada vez más rápido, hasta que me empapé y gemí con fuerza. Lo besé y le mordí el cuello mientras metía los dedos en mis labios inferiores, y gemí libremente.

Cuando terminó, retiró la mano de mis bragas y me miró profundamente a los ojos mientras me desabrochaba la falda. Yo seguía temblando, en parte por los nervios y en parte por el cosquilleo que sentía en el cuerpo.

"Lencería, ¿eh?", susurró él, sonando algo divertido cuando vio mis bragas de encaje. Me sonrojé. "Ya que te tomaste tantas molestias, ¿por qué no me haces una demostración?".

Todavía sonrojada, me levanté y empecé a quitarme la ropa nerviosamente. Primero, me quité la blusa para mostrar mis pechos, que prácticamente se salían del sujetador, y luego me quité la falda para mostrar mi cintura y mis muslos. Pude ver la erección de Enzo en su pantalón de chándal gris mientras se mordía el labio.

Cuando vi su enorme erección, sabía que lo quería. Me acerqué a la cama, le presioné el pecho y lo empujé hacia el colchón. Me agaché y le acaricié el miembro por encima de los pantalones antes de deslizar la mano en su interior y agarrarla, sintiendo su calor y su grosor en mi pequeña mano.

Dejó escapar un gemido mientras le acariciaba el pene con la mano. Saqué la mano y le bajé los pantalones de chándal para poder ver.

Enzo debió de ver la sorpresa en mi cara cuando vi lo grande que era, ya que se rio y se apoyó en los codos.

"¿Tienes miedo?", preguntó él.

Negué con la cabeza y me pasé la lengua por los labios. "¿Puedo probarlo?", pregunté. Entonces, él asintió, con sus ojos oscuros fijos en los míos.

Abrí la boca y metí su pene en la boca, moviendo lentamente los labios y la lengua por el miembro. Al principio fue incómodo, nunca lo había hecho, pero los sonidos que Enzo emitía me indicaban que lo estaba haciendo bien.

Momentos después, estábamos los dos desnudos bajo las sábanas, con los cuerpos enredados. Enzo se escupió en la mano y se la frotó a lo largo del pene, presionando la cabeza de su miembro contra mí para penetrarme.

Al principio me estremecí, pero Enzo me aseguró que estaría bien. "Seré gentil. Lo prometo", me susurró al oído mientras que yo sentía su aliento caliente en mi cuello.

Cuando terminó, Enzo y yo nos quedamos recostados en la cama un minuto antes de que él se levantara y se pusiera la ropa interior. Me senté, sintiéndome a la vez celestial y avergonzada de mí misma, y luego me puse las bragas.

Había algo diferente en Enzo ahora que habíamos tenido sexo; su lenguaje corporal parecía más salvaje y dominante, y cuando me miraba, sus pupilas estaban dilatadas. Sus ojos casi parecían de otro color.

Entonces, me sonrió y noté que sus dientes estaban afilados y brillantes. Mi corazón empezó a acelerarse al sentirme como si él fuera un lobo y yo su presa.

Tragando saliva, me levanté y me puse el resto de la ropa.

"Nos vemos". Antes de que Enzo pudiera responder, salí corriendo de la habitación y abandoné el dormitorio.

¿Por qué me miró así? ¿Por qué parecía tan... salvaje?
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