No es el día de los inocentes

No, esto debe ser un maldito sueño, una pesadilla de la que me está atormentando para despertar. Me pregunto una y mil veces qué hace él aquí, ¿por qué no aviso?, pero si todo es un sueño, él puede aparecer cada vez que se le dé la regalada gana.

Bajo la mirada y mis ojos se agrandan al ver que las cosas del bebé están por el suelo. Dejando atrás la pregunta si es real o un sueño me agacho con rapidez, empiezo a recogerlo al mismo tiempo de pensar y pensar en lo que voy a decir.

No, eres una completa loca, es obvio que no es un sueño, el verdadero Adal de carne y hueso está esperando que le contestes, que dejes de ser por primera vez la mujer que lo evade, la no contarle la verdad.

—Eh… Es que salimos a dar un paseo y creo que se nos olvidó llevar los móviles —y lo primero que sale de mi boca son mentiras tras mentiras, me reincorporo al mismo tiempo que cruzo mis dedos, que la presencia de Adal sea un espejismo—. No es un espejismo—susurro, contestándome a mí misma.

—Claro que no soy
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