Algo salió mal

Aaahhh… me quejo. Intento mover mi cuerpo de un lado a otro, pero entre más lo intento más me duele.

¿Dónde estoy?, yo recuerdo que no he probado ni una gota de licor, no soy de las que toman porque estoy acostumbrada.

Abro mis ojos y lo que puedo apreciar es que estoy en el salón de TV. Acostada sobre la alfombra y una pequeña almohada sostiene mi cabeza. ¿Dónde está Lucero?

La muy hija de su madre me ha dejado aquí; se fue y no tuvo la mínima decencia de decirme, “oye perra, levántate que ya me voy”.

¡Juro que la mataré!

Pensé que la velada que tuvimos anoche fue maravillosa; pelis, chisme, confesiones y consejos. Sin embargo, las cosas no salieron del todo bien porque ella me ha dejado en el suelo como una perra.

—Lucero —grito como loca—, Lucero… Lucero.

—Lo siento señorita, pero la señorita Lucero se ha ido al trabajo —escucho que se abre la puerta corrediza del salón.

Oh, es la señora dulce, ella viene tres veces a la semana a limpiar el apartamento, ¡qué vergüenza!

—Necesito
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