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2. ¿Pero qué hace aquí solo?(Pasado)

Cuando el chico levantó la vista y le observó con esos ojos grises tan característicos de los Ivanov, el chófer maldijo internamente, se agachó rápidamente al ver al joven nieto de su jefe y lo ayudó a levantarse, observando que por desgracia una de sus cejas sangraba, la gota de sangre producto del corte resbaló hasta la mitad de su mejilla manchando el juvenil rostro de la única persona que haría que el chófer empezará a temer no solo quedarse sin trabajo.

— Señorito Vladímir, ¿Pero qué hace aquí solo?

— ¿Qué pasa porque hemos parado?—Preguntó Bradley al sentir el vehículo detenerse, había estado en silencio durante todo el trayecto, no necesitaba hablar, tanto él como su jefe sostenían una conversación silenciosa a través de sus miradas.

Sergey ignoró a los invitados y abrió la puerta del copiloto para salir sin contestar al darse cuenta de quién era el chico al que habían atropellado, sabía que no era correcto del todo sentarlo con ellos, Yuri odiaba que su nieto estuviera involucrado en los negocios de la familia, pero, sin duda, odiaría más saber que estaba solo en la ciudad sin ningún tipo de escolta que lo protegiera.

¿En qué pensaba el bueno para nada de su padre? Sergey a veces dudaba que la misma sangre de su jefe corriera por las venas de Alexei.

— Tranquilo Bradley, no pasa nada, dejemos que se encarguen — Russell pareció tranquilizar a su hombre de confianza, aunque era el primero en estar alerta, el mafioso americano estaba preparado para matar a la mayoría de los hombres de Yuri si se atrevían a tenderle una trampa.

— Parece que la persona que han golpeado no era un vagabundo, porque lo van a subir aquí con nosotros — Mencionó Bradley quien estaba atento a lo que pasaba fuera a través del cristal de la ventana de la limusina.

— ¿Te imaginas que es un sicario? —Bromeó Ethan con voz despreocupada, aun así, no pasó desapercibida para el ex agente de la CIA la forma como su jefe buscaba tener acceso al arma que traía bajo la axila.

— No, yo... Yo iba a…— Contestó Vladímir, sorprendido por el trato cuidadoso con el que Sergey observaba la herida de su ceja, presionando esta con un pañuelo, mientras lo guiaba hasta el asiento trasero de la limusina donde se encontraban dos hombres desconocidos para el joven. No podía saber que esos dos hombres eran el socio americano de su abuelo y su hombre de confianza.

— Perdonen por los inconvenientes, pero el nieto del señor Ivanov los acompañará en el viaje hasta la mansión.

— Pero yo iba...

— Usted nada, joven Vladímir— Le calló el Escolta, obligándolo a entrar, empujándolo levemente y hacer que se sentara fastidiado en el espacio que aquellos hombres le habían dejado libre.

— ¡Vaya! Qué agradable sorpresa conocer al nieto de Yuri.— Russell le sonrió guiñándole uno de sus ojos azules, mientras llevaba una de sus manos al cuenco con fresas dispuesto en el interior del vehículo para los pasajeros, tomando un par de estas, no sin antes ofrecerle una de ellas al recién llegado — ¿Gustas? Deberías comer algo dulce, parece que este no es un buen día para ti.

— Encantado. Soy Vladímir, espero no molestar, mi idea no era encontrarme con ustedes — se sinceró ganándose una mirada severa del copiloto, quien giró el rostro solo para observar, por supuesto casi tuvo que morderse la lengua para no pedirle explicaciones al joven de lo sucedido frente a los americanos.

Vladímir presionó el pañuelo que le había dado Sergey un par de veces más hasta que ya no le salía sangre de la ceja, sin dejar de observar a aquel hombre, no obstante le fue imposible evitar sonrojarse por la forma en que le guiñó el ojo.

— Gracias…—Tomó la fresa que le ofrecía, sintiendo una extraña descarga cuando rozó sus dedos sin querer, apartando rápidamente la mano, para llevarse la fruta a su boca y comerla.

— Tampoco nosotros esperábamos ir a ver al viejo Yuri, al menos no hoy, pero las cosas suceden por algo —Russell observó al chico, no era de las personas que le gustarán los jóvenes, pero ese, en particular, hizo que no pudiera apartar su mirada de él. Rubio, ojos grises como el hielo y aun así no reflejan la frialdad de su abuelo, sino que se podía ver a través de ella una extraña e incomprendida ternura, que solo los hombres como él, entrenados para ver más allá de una mirada serían capaces de descifrar. Piel clara, rostro casi angelical, y lo que más le llamó la atención, era ese extraño porte elegante digno de la realeza más distinguida en cada uno de sus movimientos finos, pulidos, precisos.

— No me des las gracias, es más come otra— Russell se inclinó para tomar otra fresa y llevarla esta vez, hasta los labios del joven, aprovechando el momento para acercarse y tomarlo del mentón y poder ver bien la herida en su ceja.

— Si, mi abuelo puede ser muy insistente— En aquel momento, Vladímir, odiaba su tez pálida, estaba seguro de que con lo mucho que le ardía el rostro, su sonrojo no sería fácil de disimular. Abrió la boca para hablar, pero fue incapaz de pronunciar una sola palabra. Por suerte aquella fresa le dio la excusa perfecta y decidió morderla, solo la punta, sin apartar sus ojos grises de la mirada azul que parecía escudriñarle el alma.

— Necesitas dos puntos o te quedará una cicatriz fea ¿No tendrán por aquí un botiquín de primeros auxilios o si?— el sonrojo en las mejillas del joven Ivanov hizo sonreír a Russell, era tan adorable, tenía algo que hacía que su mirada y atención estuviera fija en él, como si de un imán se tratara y él fuera un burdo metal atraído por su magnetismo.

— No lo sé... ¿Sergey, tenemos botiquín?— preguntó alzando un poco más la voz para que el hombre de confianza de su abuelo lo escuchara.

— Bajo el asiento derecho, pero no se moleste Russell, creo que hace años que usted no ejerce y el médico del Señor Ivanov está en la mansión permanentemente. Además, una pequeña cicatriz en la ceja te hará ligar más Vladímir, a las chicas les gustan esas cosas— Contestó el Ruso sin girarse.

— No lo considero así, una cicatriz en un hermoso rostro como el del joven Ivanov no pienso que lo haga ligar más— Russell se atrevió a acercarse un poco más para ver la pequeña herida, y aprovechar para seguir tocando y observando al joven — No es necesario que molesten al viejo doctor de Yuri, Sergey. Yo mismo puedo atender algo tan pequeño, por algo soy médico cirujano, aunque ya no ejerza, no quedará cicatriz alguna, no te preocupes, ni siquiera recordarás este día, ya que no te quedará ninguna cicatriz como prueba. — Le guiñó un ojo y se apartó nuevamente para buscar el botiquín bajo el asiento, tal y como Sergey había indicado. — Te dolerá, pero será poco, Bradley sírvele un poco de Vodka al chico para el dolor.

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