Capítulo 29
Los frescos labios de Gabriel se posaron suavemente sobre mi frente.

Solo fue un instante.

Un gesto contenido y respetuoso, como el roce de una libélula sobre el agua, antes de retirarse.

—María, no me rechaces. Te demostraré con acciones que voy en serio —la voz de Gabriel sonaba profunda y agradable mientras me miraba a los ojos.

Mi corazón se aceleró.

Una sensación de conmoción, incontenible, atravesó mi interior.

Toda una vida en soledad, como una hoja a la deriva.

Excepto por mi hijo, nadie me había hecho sentir este tipo de aprecio puro, sin deseo.

Secretamente anhelaba esto.

Pero...

No me atrevía a aceptarlo.

—Gabriel, enloquece si quieres, pero no tengo tiempo para tus juegos —me solté bruscamente de su mano y huí precipitadamente.

—Descansa bien.

Su voz profunda y melodiosa resonó en mis oídos mientras cerraba de un portazo la puerta de mi habitación.

...

Abajo.

Antonio estaba apoyado contra su lujoso auto, mirando hacia la ventana de mi departamento en el quinto piso, mientra
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