Lisandro había dado una indirecta a Gabriela, pero no quería que Rocío sufriera algún percance, evitando así que Gabriela, cegada por el odio, cometiera un error. Decidió que Rocío debería quedarse en la Villa Acacia por un tiempo.Era inconveniente para Lisandro aparecer frente a Rocío. Si lo hacía
—¡Valde! —Ariel agitaba la mano de Luis de un lado a otro—. Ya sabes cómo soy, me encanta jugar, ¡no es que realmente quiera conquistar a Lisandro! Sólo lo encontré divertido. Además, te vengué de esa mujer que intentaba seducir a tu primer amor. ¿No te parece satisfactorio? ¡No te enfades conmigo!
—Gracias por tu preocupación, señorita Vázquez, pero confío plenamente en el carácter de mi esposo.Dijo Ximena con una voz suave como el murmullo de un arroyo, pero que hirió a Lluvia como un puñal, causándole un dolor agudo en el corazón y dificultándole mantener su compostura.—Ximena, eres joven
—¡Valde, Valde! ¡Espera por mí, Valde!—¡Valde, no camines tan rápido! Con estos tacones, no puedo alcanzarte.—¡Ay, qué dolor!Ariel corría tras Luis cuando de repente gritó de dolor.Luis se detuvo y se giró hacia Ariel.Ella estaba agachada, sosteniendo su tobillo, y su hermoso rostro se arrugaba
Ariel, hablando con vehemencia, se colgó de Luis como un pulpo. Luis, aterrorizado, intentaba zafarse de ella.—¡Suéltame! ¡Déjame ir!—Ariel, eres una mujer, ¡por favor, ten un poco de dignidad!—¿Dignidad? ¡No sé lo que es eso!Finalmente, Luis logró apartar a Ariel.—¡Tu comportamiento es precisa
—¡Qué haces aquí!Isabella tomó la iniciativa, preguntando con ira, sus ojos llenos de hostilidad.Lisandro no respondió, su mirada fría y cortante barrió sobre Ariel e Isabella, asustando a Isabella, quien inmediatamente retrocedió un paso, lamentando haber hablado de manera grosera con Lisandro.—
Ximena quedó desconcertada por las palabras de Isabella.—¿Qué... qué quieres decir?La furia en el rostro de Isabella haría dudar a cualquiera sobre qué le había hecho Lisandro. Pero Ximena sabía que Lisandro no le haría nada a Isabella. Ni el aspecto de Isabella ni su presencia, su gusto por la mo
Isabella, con lágrimas en los ojos, empezó a llorar. Su imagen era la de una persona desdichada. Ximena nunca había simpatizado con Isabella. Siempre la había visto como alguien que se movía en las sombras, buscando sacar ventaja de cualquier situación y con una tendencia constante a compararse con