—Gracias por tu preocupación, señorita Vázquez, pero confío plenamente en el carácter de mi esposo.Dijo Ximena con una voz suave como el murmullo de un arroyo, pero que hirió a Lluvia como un puñal, causándole un dolor agudo en el corazón y dificultándole mantener su compostura.—Ximena, eres joven
—¡Valde, Valde! ¡Espera por mí, Valde!—¡Valde, no camines tan rápido! Con estos tacones, no puedo alcanzarte.—¡Ay, qué dolor!Ariel corría tras Luis cuando de repente gritó de dolor.Luis se detuvo y se giró hacia Ariel.Ella estaba agachada, sosteniendo su tobillo, y su hermoso rostro se arrugaba
Ariel, hablando con vehemencia, se colgó de Luis como un pulpo. Luis, aterrorizado, intentaba zafarse de ella.—¡Suéltame! ¡Déjame ir!—Ariel, eres una mujer, ¡por favor, ten un poco de dignidad!—¿Dignidad? ¡No sé lo que es eso!Finalmente, Luis logró apartar a Ariel.—¡Tu comportamiento es precisa
—¡Qué haces aquí!Isabella tomó la iniciativa, preguntando con ira, sus ojos llenos de hostilidad.Lisandro no respondió, su mirada fría y cortante barrió sobre Ariel e Isabella, asustando a Isabella, quien inmediatamente retrocedió un paso, lamentando haber hablado de manera grosera con Lisandro.—
Ximena quedó desconcertada por las palabras de Isabella.—¿Qué... qué quieres decir?La furia en el rostro de Isabella haría dudar a cualquiera sobre qué le había hecho Lisandro. Pero Ximena sabía que Lisandro no le haría nada a Isabella. Ni el aspecto de Isabella ni su presencia, su gusto por la mo
Isabella, con lágrimas en los ojos, empezó a llorar. Su imagen era la de una persona desdichada. Ximena nunca había simpatizado con Isabella. Siempre la había visto como alguien que se movía en las sombras, buscando sacar ventaja de cualquier situación y con una tendencia constante a compararse con
—¿Qué qué está pasando? ¡No digan tonterías!Lluvia, con el rostro sonrojado, tomó asiento junto a Marcus, diciendo:—Marky solo se está quedando en mi casa unos días.Los jóvenes de familias acaudaladas sabían que Marcus había sido expulsado de su hogar por la familia Sánchez al rechazar el matrimo
Araceli no entendía muy bien y, luchando por mantener abiertos sus pesados párpados, preguntó con la lengua pesada.—¿Qué estás diciendo, Lluvia?Lluvia soltó una risita sarcástica.—¿Qué puedo decir? ¿Qué más podría decir? ¡Todo es demasiado tarde ya!—Celi, ahora me arrepiento tanto. Si hubiera re